6/7/23

254. Animales muertos

    Animales muertos los que no logran escapar del bosque en llamas. Los que revientan en el asfalto por conductores demasiado veloces y despistados, que no frenan para evitar una posible colisión trasera. Animales aéreos estallando contra el fuselaje de un avión. Animales marinos triturados por las hélices de las embarcaciones. Animales muertos que están en venta cuando han pasado los debidos controles de calidad. Animales muertos que te traes a casa con el resto de la compra semanal. Animales muertos dentro de tu armario y de tu nevera. Animales muertos dentro de tu cuerpo.

    Provocas muerte, comes muerte.



3/7/23

253. Fin de semana bajo presión

    Quién sabe si por rotación planetaria o conjunción astral, pudo mi hermana contar con mi ayuda para satisfacer con la mayor eficacia y coordinación posibles, los reclamos y necesidades de un grupo de vociferantes púberes que a bien quiso ella en un arrebato de insensatez, hospedarles en su casa durante un par de días. Con el mayor rigor posible y templando el pulso, paso a relataros a grandes rasgos lo acaecido aquel sufrido fin de semana de un verano lejano.

    Tengo pocos momentos de paz, por lo que escribo esto a escondidas y con el temor a ser descubierto. Llevo dos días secuestrado, satisfaciendo tan bien como puedo las exigencias de una aulladora jauría de jovenzuelos malcriados y quisquillosos, arañando fuerzas de flaqueza de mi estabilidad mental para no caer en el síndrome de Estocolmo. Si bien es cierto que la adolescencia es bella por lo que atesora en sí misma, huye de la razón y el sosiego, en favor del exceso y la nula utilización de la lógica. 

    Mi presencia solo es requerida para nutrirlos, aun a riesgo de ser amenazado con gruñidos y gestos de desaprobación, cada vez que traigo a la mesa un plato de pescado o verdura. ¡Iluso de mí!, las criaturas salvajes sólo comen carne, chuches y polos. Suerte que mi hermana, acostumbrada a lidiar con actitudes reprobatorias, consigue salvarme una y otra vez de las fauces de esos déspotas crueles e insensibles.

    Las comidas y cenas de las que estoy siendo partícipe con la jauría no tienen desperdicio. Llevo dos días y medio intentado colar un par de frases coherentes, en lo que es una sarta delirante de insensateces, que de darse lugar, serían las mismas que habría entre el musgo seco y las larvas. A todo esto, cuando por fin lo logro, mi sobrino escupe la comida diciéndome que no sé dialogar y que no dejo que nadie lo haga. Encima mi hermana me traiciona y en lugar de defenderme prorrumpe en carcajadas que se unen a las de toda la jauría. Mientras recogemos utensilios y adecentamos la cocina, la jauría ya con sus apetencias colmadas, asaltan el congelador en tropel, se van al comedor y encienden la aborrecible caja de imágenes.

    De nada sirve que les triplique la edad: con la excusa de que molesto y no estoy en la onda, me han desterrado a la terraza desde donde los observo a través del cristal. Más que sentados, están desmadejados aquí y allá sin orden ni concierto, sintonizando un programa en el que una patulea de iletrados, jaleados por un presentador cretino, se escupen bajezas los unos a los otros e insultan a personajes de la farándula de tres al cuarto no presentes en el plató, con el mérito incuestionable de hacerlo todos a la vez. Cuando el subidón de semejante bazofia lo requiere, el realizador del programa hace un barrido panorámico sobre el público que aplaude, cuyos rostros sonrientes muestran evidentes carencias neuronales. 

    Pronto desatienden el televisor en favor de desgastarse en la piscina. Es tal el despliegue de energía que la convierten en un mar embravecido. Cómo no, también teclean con asombrosa pericia sobre sus pantallas táctiles. No puedo asegurarlo, pero creo que en lugar de mandar WhatsApp al exterior, se los mandan entre ellos en detrimento del don del vocabulario, que sólo es utilizado ante una foto o tuit de supuesto ingenio. En esos momentos para, quien como yo pertenece al gremio de los tontos que anteponen la libertad al uso de la tecnología, siento que el alma se me diluye pies abajo, y pierdo la poca fe que tenía en las generaciones venideras para capear las tormentas sociales del futuro. No obstante, para no abundar en el pesimismo, debo decir que las madres se han intercambiado información, y aseguran que sus retoños aprueban los exámenes del instituto sin utilizar métodos fraudulentos. 

    Cuando ya es noche cerrada y han repasado sus vidas y las ajenas concentradas en las redes, deciden irse a dormir dando las buenas noches como un mero trámite. Casi levito de alegría, pues eso supone mi liberación y el cumplimiento de mi compromiso. Así que, aunque todavía tengo que pasar la noche que dará paso al amanecer del lunes, escribo esto desde la prudencia y la esperanza, sabedor de que podré escapar cuerdo y de una pieza, pese a los traumatizantes episodios a los que he sido sometido.




P.S.: En la actualidad, algunos componentes de la jauría son mayores de edad y otros están a meses de serlo. También parece ser que, de momento, han desarrollado adicciones sanas, pero nunca han leído un libro. Y todo lo escriben sin vocales.


29/6/23

252. Tan real

    Tened cuidado que ya han llegado las altas temperaturas, las insolaciones y las deshidrataciones. Pero sobre todo—aparte de indigentes y ancianos— tened cuidado vosotras, mujeres y jóvenes lolitas de anatomía variada pero siempre apetecible, que os embutís en atrevidos shorts por comodidad y por una debida regulación de vuestra temperatura corporal. Tened cuidado, joder, porque corréis el riesgo de sufrir las increpaciones de alguna musulmana radical. Y si eso sucede, vuestro caluroso día veraniego se volverá delirante, y os asaltarán muchas preguntas cuyos motivos para formularlas creíais ya superados.

    Tened cuidado, queridas, amigas y enemigas. La Madre Que Parió Al Pato Negro y el que suscribe está con vosotras. Pues en tiempos de calor y sudor cuanta menos ropa mejor. 


    

26/6/23

251. Magia y fuego

    Yo intentaba escribir desde la penumbra de mi hogar. El flexo proyectaba su acogedora luz sobre la pantalla y el teclado. Todo estaba dispuesto, pero la tranquilidad que siempre necesito para tal fin, era alterada en su totalidad por detonaciones tan cercanas y distantes de mi posición, como incesantes y molestas, que realizaban innumerables agrupaciones de cretinos y algún que otro solitario discapacitado. 

    Yo intentaba escribir, pero no sentía la fluidez acostumbrada. Daba igual que la música elegida fluctuara entorno a mí. De nada servía que la sangre de uva con la que regaba mis entrañas deleitara mi paladar y evocara cierta inspiración; a veces esquizofrénica, cuando no risible; a veces poética, a veces cualquier otra cosa. No había posibilidad alguna de concentración. Sin poder evitarlo, la ciudad y yo éramos víctimas colaterales de la maldición que supone la celebración de una tradición.

    Los hospitales, los ambulatorios y el SEM, atendían a cientos de idiotas mayores y menores de edad por dolencias derivadas de quemaduras de primer y segundo grado, afecciones oculares por sucumbir al misterioso hipnotismo de las llamas, y amputaciones parciales por explosiones a destiempo. A su vez, los bomberos se ocupaban de pequeños incendios en zonas urbanas, agrícolas y forestales. Y las fuerzas del orden, entre tanto desorden, actuaban por diversos delitos contra la persona y el patrimonio.

    Todo muy humano y reconocible.

    Salvo los simpatizantes de la hoguera y los consabidos hijos de perra de la orgía pirotécnica, no había perros y gatos callejeando por las zonas habituales. Estaban demasiado ocupados en lidiar con su terror y sus taquicardias, agazapados en sus escondrijos. Y las sufridas mascotas sintientes que tenían un hogar, vomitaban y temblaban en el regazo de sus dueños mientras que afuera los celebrantes reían. 

    Así que bienvenidos al infierno, animalitos. Bienvenidos seamos todos a la mística noche del 23 de junio. A la mágica noche de San Juan, sí.

    Muy mágica. 



22/6/23

250. Destruir para construir

    Es tan sabido que es más fácil destruir que construir, como que al humano se le da mejor lo primero que lo segundo. Un día leí que las sociedades y los países los construimos entre todos. Pero cuando tomas conciencia de la realidad, también te das cuenta de que los que arman los cimientos, son los mismos que los pervierten hasta provocar el derrumbe sin que sobre ellos caiga nunca ningún cascote. 

   Por ello son más responsables que nosotros, pese a que nosotros los colocamos en esa posición de poder. 

    Hablo del político deshonesto y de sus palmeros: el alcalde hijo de perra, el empresario mafioso, el periodista sectario, el juez, abogado y fiscal corruptos, el sindicalista vividor, el médico negligente, el policía sin escrúpulos, el traficante amigo, el militar y su patriotismo de campanario, el presidente del club de fútbol, el cura pederasta, etc. 

    Semejante tendencia secular acaba por arrastrarnos a un estado de continuo desengaño y supervivencia, donde sobrevive el que mejor se adapta al medio, que en este caso no es el más fuerte, sino el más indeseable: el esclavo que le hace la rosca al amo, el que se vende a sí mismo, a un familiar o una amistad, el votante obtuso, el chivato, el enterado, el subnormal 3.0, la retrasada 3.0, el idiota desconocido que cae en gracia y la televisión lo encumbra, el que no piensa porque ya piensan por él, el que se abstrae de todo cuanto le rodea, el crédulo que nunca contrasta, el que suscribe la versión oficial...

    Y los antedichos, a su vez, propician y perpetúan la adaptación de otra clase dominante, como la inculta princesa del pueblo, el sanguinario mata toros, el presentador de programas amarillistas, el concursante de telerrealidad, el influencer, youtuber tiktoker recicladores de mierda, el encargado de recursos humanos, la rata de ayuntamiento, el funcionario indolente...

    Y luego estás tú, con tu honestidad cada vez más débil, sin traspasar las líneas rojas por jodido que estés. Sin pisar al de al lado porque quizá eres muy tonto, o mejor que ellos, aunque eso sirva de poco o de nada. 

    Y quizá como yo te preguntas por qué a la gente le gusta hacer cola para conseguir el último grito tecnológico. Por qué la gente compra cosas que no necesita. Por qué colapsamos las carreteras al empezar y acabar cualquier puta fiesta. Por qué la gente imita los ridículos comportamientos de los anuncios publicitarios y las chorradas de los personajes de las teleseries. Por qué hay gente que lleva gafas de sol por la noche. Por qué hay peatones que cruzan su semáforo en rojo. Por qué en gran parte del planeta somos tan dados a la apariencia y no nos cortamos a la hora de generar vergüenza ajena. Por qué hay conductores que nunca ceden el paso cuando es de cebra. Por qué cojones hablamos gritando. Por qué hostias vamos al puerto de montaña cuando el parte meteorológico advierte de un temporal de nieve. Por qué la gente se mete en la playa cuando ondea la bandera roja. 

    Somos así de gilipollas por pura supervivencia y adaptación a un modelo de civilización siempre fallido, porque nunca respetamos esos supuestos valores cimentadores.

    Puesto a soñar —me pasa a menudo—, me pregunto qué haría falta para erradicar todo ese enorme poso de cáncer e infección, de inercia egocentrista acumulada, y así poder construir de nuevo en un planeta Tierra tan limpio y virgen como fuera posible. Supongo que primero habría que retroceder hasta el origen del mal, y como mínimo destruir desde los cimientos dos mil años de cultura.



19/6/23

249. La única certeza

    Es la única certeza y para serlo no necesita actos de fe ni aprovecharse de la ignorancia. Es lo único que nos coloca a todos en una verdadera posición de igualdad. Ya sabes, esa quimera inalcanzable de la que sólo estamos cerca cuando se nos acaba el tiempo. Cree en Lázaro si quieres, claro. Y en el Ave Fénix y en que si Cristo resucitó puede resucitar todo cristo. Y también en enigmáticas abstracciones nunca demostradas de energía emanando de materia orgánica en descomposición, transmutándose en algo que nadie ha visto nunca. 

    Lo que sí es real es que tu principio tendrá un fin. Uno del que nunca regresarás porque es lo único de veras eterno. Después, tan sólo serás un recuerdo que empequeñecerá hasta desaparecer, porque quien te recuerde también te hará compañía un día u otro. Y ahí quedaremos por siempre junto con nuestros antecesores, como viene siendo. Esperando a los que están por venir bajo las raíces de los cipreses, que seguirán absorbiendo todas nuestras mentiras y creencias.



15/6/23

248. Moriste

    Moriste un día lluvioso de junio y el calendario se detuvo, porque te llevaste el tiempo que me quedaba por vivir, dejándome con la añoranza de lo que tuvimos y el deseo de lo que no podrá ser. Moriste, y te llevaste nuestra historia a medio escribir, y sólo quedaron silencio y el pasado de nuestras huellas impresas en lugares que ya nunca volveré a visitar. 

    Moriste y ahora, cada noche, la tortura acude puntual a mi lecho de pesadilla y sueño, a recordarme las discusiones absurdas, lo que nunca debió ocurrir y las oportunidades desperdiciadas. El miedo a lo que seré sin ti, y la realidad de tu ausencia desfilando por mi mente justo antes de la inconsciencia.

    Moriste, pese a que tu luz tenía la intensidad del rayo en la tormenta. La que emanaba de tus puntos vitales y me arrastraba al vacío por las espirales del orgasmo. La que sudaba cada poro de tu piel en energía dilapidada a ciegas, que yo bebía como si fuera el único oasis en medio de nada. 

    Moriste, cuando deslizaste la cuchilla oxidada a lo largo del interior de tus antebrazos. Cuando te encontré medio sumergida en el agua oscurecida de la bañera, con tus ojos apagados, mirando los insectos enloquecidos que revoloteaban entorno a la luz que dejaste encendida.

    Moriste, jodida puta, y me dejaste muerto en vida, desbordado de sinsentido.



12/6/23

247. Generación 3.0 (Part. II)

    Retrasada 3.0 es una niñata veinteañera que nació con el código genético de las diosas —quizá Venus o Afrodita—. Lo primero que hace al despertar es abrir su cuenta de Instagram y Tik Tok, y regodearse con el alto grado de adulación de sus miles de seguidores. A cada nueva publicación —siempre luciendo palmito—, la profusa manifestación de baboseo es tal, que se masturba hasta combustionar en un intenso y torrencial orgasmo.

    Retrasada 3.0 abomina de la cosificación sexual de la mujer, aunque muchas la tachen de incoherente por el uso que hace de las redes. Qué sabrán esas envidiosas, gordas y feas, atrapadas en sus vidas llenas de infelicidad y vacías de sexo, que jamás conocerán la sensación de endiosamiento, de sentirse deseadas y, mucho menos, de tener a su merced una polla palpitante y venosa dispuesta a vaciarse de amor y sabiduría

    Qué sabrán las muy frustradas a no ser que paguen por ello, claro.

    Retrasada 3.0, no obstante, sabe del buenismo imperante en la sociedad de los últimos tiempos, y por eso tales sentimientos nunca van más allá de su fuero interno. Se trata de seguir gastando impostura como una oveja más del gran rebaño, para así conservar su trabajo y evitar que la señale el tribunal ciudadano de la moralina.    

    Por otro lado, está tan sensibilizada por las malas artes seculares del patriarcado, que es una abanderada del feminismo de nuevo cuño. Ese tan hirviente y recalcitrante que parece desear más venganza que igualdad, que desconoce por qué el 8M es el Día Internacional de la Mujer, y es incapaz de nombrar a una sola de las muchas sufragistas que lucharon por la realización del voto femenino.

    Pero a ti que no te conoce, hombrecito, sabrá decirte lo malo que eres y puedes llegar a ser. 

     Retrasada 3.0, cuando anda por la calle o por donde sea, lo hace como si estuviera en una pasarela ante la mirada crítica de Donatella Versace. Vestida con ropa sicalíptica, no pierde detalle de su reflejo en los escaparates ni de las miradas pornográficas que despierta a su paso. Sobre todo, las de esos viejos, gordos y feos de pollas arrugadas, que ya se cuidarán de piropearla y que nunca en sus patriarcales vidas de macho accederán a su carne de hembra dionisíaca.

    Por supuesto, Retrasada 3.0 no acepta la compañía de cualquiera, salvo la de tres amiguitas sacadas del mismo molde cuando, por ejemplo, va a la discoteca. Maremagno ritual por el que siente especial predilección, pues allí reina incontestable por encima de las ambigüedades y pulsiones.

    Hoy la noche es un preludio de posibilidades aleatorias. Hoy, Retrasada 3.0 presiente una potente vibración en el universo de su narcisismo.

    Hoy, en la sede del estrépito y la confusión, Retrasada 3.0 conoce a...



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