El idílico verano no tiene prejuicios y da la bienvenida, por igual, a todos los cuerpos: musculosos, viejos, adiposos, jóvenes, esqueléticos, con normopeso... Y da paso a esa promiscuidad palpable que acentúa el cortejo de la carne, en ese baile primigenio y secular de poca ropa, de ombligos y abdominales contoneándose al sol, con el fin del apareamiento en multitud de combinaciones sexuales entre pollas, coños, bocas, tetas, esfínteres y cualquier zona erógena que se precie.
Pero el verano no solo es exhibición corporal y deseo. También es la muestra de coches tuneados en la ilegalidad, con las ventanillas bajadas cagando reguetón, conducidos por adolescentes subnormales, ávidos de adrenalina. Al igual que el motorista de mierda, que se asegura de que toda la ciudadanía sepa que su máquina lleva el tubo de escape trucado. Y cómo no, el conductor del patinete eléctrico, circulando temerario y veloz por donde considera oportuno, sin que le importe la fragilidad de su cuerpo ni la del resto.
El idílico verano nos acoge sin reservas, y se lo agradecemos con fuego provocado por acción u omisión, arrasando miles de hectáreas de zona verde. Como somos tan generosos, también invadimos las playas en las que mar y arena tienen que reabsorver la orina y las heces flotantes de los invasores. Los mismos que se fríen al sol más de lo saludable porque es lo que toca, no vaya a ser que les recuerden lo blancos que son por lucir el mismo color de piel que en invierno, y eso es raro.
Y por la noche, la mayoría de esos gilipollas masifican espacios abiertos, naturales y urbanos, que al día siguiente serán vertederos infectos, sembrados de mierda plastificada y regados con el vómito de cientos de intoxicaciones etílicas. Con lo cual los sufridos servicios de limpieza, de nuevo, se ganarán hasta el último céntimo de su nómina tercermundista, si no mueren antes por un golpe de calor.
Ay, idílico verano. Qué será eso que tienes, que con tu llegada proliferan los guarros, los pirómanos, los gilipollas, los bebedores que no saben cuándo parar de beber, y en definitiva, los malnacidos hijos de la gran puta.
La Virgen.
ResponderEliminarCasi me da miedo comentar... 🤦🏼♀️😁
¿Una cervecita fría?
Vale. La siguiente va de mi cuenta. :D
EliminarTal cual, difícil añadir algo, creo no te has dejado nada, bueno, quizás la dichosa y absurda canción del verano.
ResponderEliminarNo serán los pirómanos, ni los guarros, ni los gilipollas los que acaben con nosotros. Será la canción del verano la que lo haga.:)
EliminarMatar nos vamos a matar nosotros mismos, de hecho la extinción de la raza humana será provocada por nuestra propia estupidez, y hay muchas armas que utilizamos y entre ellas, no lo dudes; la canción del verano :))
EliminarPara el verano que viene podriamos sacar una los dos ;)
Sería "La anticanción del verano".:)
EliminarSi montáis un grupo de música... me apunto. Pero que sea para dar mucha guerra🤦🏼♀️😁😁
EliminarGuerra a la "radio fórmula". Basta de ritmos bastardos.
EliminarY mosquitos. Te has olvidado de los mosquitos jaja
ResponderEliminarBueno, a los mosquitos los matas y sabes que no se abrirá una investigación por parte de la pasma. Pero es que a los hijoputas proliferantes en verano los tienes que aguantar. Desde luego, mejor aguantar los mosquitos, pobres criaturas. ;)
EliminarEstá científicamente demostrado que el calor derrite las neuronas...
ResponderEliminarY las que no vienen defectuosas de nacimiento.
EliminarLos imbéciles son imbéciles todo el año, pero en verano sacan sus costumbres al exterior y te obligan a soportarles :)
ResponderEliminarVenga, una cerveza fría...
Sí, aunque es en verano cuando proliferan. Sobre todo el pirómano. Bebamos para superarlo.
EliminarLo peor de todo es el fuego, quemar y quemar sin fin. El resto casi puedo soportarlo.
ResponderEliminarSí, yo también lo creo.
EliminarMira que lo has puesto todo, pero yo aún le añadiría algo más: no poder dormir y sudar sin parar, durante tres meses, que se hacen eternos y que para mí son las causas más importantes y las que motivan que odie el verano.
ResponderEliminarBien, no poder dormir y sudar son cosas que no destruyen, gustarán más o menos, pero la gente... algunos...
EliminarYo paso estos meses en mi cabaña del monte, asilvestrado. No luz eléctrica, agua de la acequia, no telele. El único ruido que se oye es el de las oropéndolas y de noche la sinfonía de las perseidas. Vente pacá, cabrónidas, hay hueco 🙂
ResponderEliminarMe voy ya. Con lo puesto y el libro que estoy leyendo.:)
EliminarTráete unas birras :)
EliminarMadre mía! ¿Pero qué dentro de todo y con tanto, no habrá alguien que veranee sin tanto rollo, que sea limpio y respete el ambiente, que goce del mar y del Sol, que guarde esos recuerdos del ruido de las olas como una hermosa melodía que... Jaja no, mejor me callo. 🤐
ResponderEliminarSí, yo mismo. Aunque prefiero más la montaña.:)
EliminarCreo que es la mejor descripción del verano que he leído nunca.
ResponderEliminarIgual me equivoco, pero parece que no te gusta ¿no? El verano, digo.
Besos.
Al contrario. Lo que no me gusta son los pirómanos, los guarros,, etc, que parece que proliferan y hacen horas extras en verano.
EliminarAdoro el verano, igual que tú.... :)
ResponderEliminarEstá claro que está sobrevalorado... y añado esos olores,sudores y coco-crema piscina
Los olores dan incluso para otra entrada.:)
Eliminar¿Quién habría pensado que TAMPOCO te gusta el verano? Era imposible de adivinar ;P
ResponderEliminarAl contrario. Si es la estación que más me gusta.;)
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