El sol estaba odiando con saña a las tres de la tarde. La Cataluña central se derretía sobre sus propias estructuras de cemento y alquitrán. El siervo pelota del cuarto poder aconsejaba que no se saliera a la calle y que bebiéramos mucha agua. Los esclavos no maldecían sus pisos colmena, y varios indigentes que a nadie importaban morían deshidratados.
Hoy era el día en el que la locura acostumbrada, que no era poca y necesaria, se embrutecía por el calor abrasivo que reblandecía el poco cerebro que le quedaba a más de uno, y de una. El calor rusiente erosionaba todo tipo de relaciones y convivencias, y las llevaba a su punto álgido de crispación, propiciando el escenario adecuado para la violencia doméstica: ese gran caldo de cultivo para aquellos programas televisivos, de máxima audiencia, que trafican con la miseria de vidas inadaptadas.
Hoy también era el día ardiente en que abrí la nevera y allí estaban, como siempre, en perfecta formación, apetecibles y seductoras. Cogí una sabiendo que el resto no llegarían al día siguiente, y comencé la necesaria deglución, amenizada con música oscura, quién sabe si para tratar de eclipsar aquel sol inclemente, o sobrevivir a otro día envenenado de quimeras.
Las latas de cerveza, arrugadas, se amontonaban en el cubo de la basura como cadáveres ensangrentados. Había acabado con todas ellas en unas cuantas horas y ya había atardecido. Decidí apagar la música blasfema y cuando lo hice sonó el timbre. Cogí el teléfono del portero automático, pero no había más que silencio al otro lado. El timbre volvió a sonar —esta vez con más insistencia— y reparé que ese sonido irritante era el de la puerta de entrada de mi piso.
La abrí, y ante mí, estaba toda la familia nuclear de al lado, mirándome. Yo hacía lo propio a través de mi bruma etílica. Supongo que antes de salir a la calle tenían algo que decirme.
La madre, sin duda, era la portavoz, y con mirada vidriosa y voz suplicante —recuerdo con exactitud—, me dijo: «Mira, siempre estás con la música esa y nunca te decimos nada, porque la pones poco rato. Pero no sé qué te ha pasado hoy que llevas desde las tres y son ya las ocho. Y encima retumba por todo el piso y nos vas a volver locos. Así que te agradecería mucho que la próxima vez bajaras el volumen».
Mientras aquellas palabras, en todo momento educadas, parecían llegar a mí desde muy lejos, el padre estaba apoyado en el marco del ascensor a la derecha de su mujer, masticándose la lengua y mirándose la punta del pie, con la que trazaba dibujos imaginarios en el suelo con ademán de autismo inconsciente.
La hija adolescente, con radiante estampa de maniquí, futura musa de humedades vaginales y erecciones rudas y viriles, me miraba con una sonrisa desafiante, disfrutando del momento que le suponía ver a mami poniendo en su sitio al capullo raro del vecino. Apoyaba sus manos de uñas multicolor en un cochecito con tracción a las cuatro ruedas, en el que un bebé, ajeno al siempre estúpido y complicado mundo de los adultos, dormía el plácido sueño de los inocentes.
Y entonces me estremecí. Aquella familia, bien avenida y estructurada según los cánones católicos, había sido sometida, sin merecerlo, a los ritmos luciferinos de Dimmu Borgir, Marduk, Dark Funeral, Impaled Nazarene y Beherit. No imaginaba mayor tortura para quienes reniegan de semejantes melodías.
Tan intenso fue mi arrepentimiento, que no solo me disculpé con sinceridad ante aquellas personas de bien, sino que me comprometí a proveerles todas las veces que hicieran falta, por lo menos hasta mi jubilación, de unos eficaces tapones que se utilizan en mi centro de esclavitud para proteger la audición.
Ja, ja, ja. La madre siempre suele ser la portavoz pero si su método no funciona pasan el turno a otro miembro de la familia.
ResponderEliminarBesos.
Creo que ahora, con los tapones, ya no escucharán nada. :D
EliminarJajajaja, la madre que acunó al Cabrónidas.
ResponderEliminarImagino que fueron en manada porque pensaron que escuchando esa música serias capaz de matarles y desmembrarles tirando sus restos al contenedor
No tienen nada que temer. De hecho, creo que si madre e hija unen sus fuerzas, las temibles son ellas. :D
EliminarHay cierto placer sádico en el hecho de que la música que te pone cachond@ sólo sea soportable por un pequeño porcentaje de la sociedad. Tendrías que ver las guerras de Bleeding through contra Alex Ubago que se lían (lío) en mi edificio. Los metaleros deberíamos tener nuestras propias manzanas apartadas y todos seríamos más felices xd
ResponderEliminarEs verdad que lo hay. Yo estoy solo en mi edificio en lo que se refiere a la música, pero el arsenal sonoro del que dispongo es invencible y devastador. ¿A quién se le puede ocurrir enfrentarse a Bleeding Through con Ubago? Es como empuñar una pajita contra un mandoble. ¿Nunca han llamado a tu puerta? :)
EliminarOh si, han llamado a la puerta más de una vez, y golpeado las paredes, y gritado cosas por las ventanas xD, esa ha sido siempre mi vida desde que me independicé, he empatizado mucho con tu relato. Yo en tu edificio sería la pesada que intenta trapichearte temas en el ascensor en plan "pásame eso que estabas escuchando el otro día y de paso escuchate esto" 😂 porque también estoy sola en el edificio en lo que refiere a música, y empiezo a pensar que en toda Valencia. No sé cómo acabé en este páramo cultural.
Eliminarhttps://youtu.be/Kxtoc2fKHeg
EliminarJajaja, somos pocos pero cuidamos los unos de los otros, que nadie más lo va a hacer. Mientras, que hoy suene Bleeding Through.:)
Eliminar¿Las tres de la tarde? Joder... esas horas son sagradas para la siesta :)))
ResponderEliminarLo digo en serio. manda huevos. Menos mal que no vivimos en el mismo edificio, me jodes dos días la siesta y te aseguro que cuando me abras la puerta te resucito para que sobrevivas a todo tipo de quimeras por el resto de tus días.
Y yo que te había dicho lo de mala leche con cariño ;P :))))
A ver, Megan, ¿es que tú no sabes que la música une a la gente?. Además, te doy un par de tapones y arreglado.:D
EliminarMérito el de la madre que logra soltar el discurso sin insultar. A esas horas y con el fuego derretidor que acompaña nuestra existencia, yo, no hubiera podido contener las ganas de como poco ¿un puntapie?...¡qué el calor nos sea propicio...a oscuras y en silencio!
ResponderEliminarNo es la música, es la calor, que como decía, le achicharra el cerebro a más de uno. :))
EliminarA esas horas, en un edificio, con semejante calor y tú aporreando las paredes de cebolla con el ruido asfixiante y sin parar... te dio por ser lucifer envuelto en las llamas. Yo te hubiese enviado un exorcista con dos cajas de diazepam nadando en la cerveza.
ResponderEliminarNo cometamos ilegalidades. Quiero pensar que con receta médica.:)
EliminarEntiendo a la familia, soportar el calor todos juntos y encima con la música a todo volumen, tuviste suerte que no te saltaran encima.
ResponderEliminarYa no hay probelma. Espero que ahora se pongan los eficaces tapones que les he dado. :)
EliminarJoer, Cabrónidas, reconóceme que 5 horas seguidas oyendo a Dimmi Borgir a un volumen sónico de X decibelios es duro de aguantar para los no metálicos. Si yo fuera tu vecino, te hubiera sometido como venganza a la tortura de oír durante otras cinco horas, a un volumen de X+Y decibelios, la "recopilación de las canciones de verano de los últimos 40 años" :D
ResponderEliminarBueno, eran más grupos. Además, hay que compartir la cultura, sea cual sea. Con el paso del tiempo me lo agradecerán. :)
Eliminar¿Sabes qué pienso? Que tus vecinos y tú sois el yin y el yang. Está muy bien eso. Todo equilibrio.
ResponderEliminarSAludos.
Eso pienso yo. Yo me pongo mi música y vosotros os ponéis los tapones. Si el caso es hablar con calma...
EliminarEn Miami hay tanto calor que no me deja ni pensar. Buen escrito. Saludos
ResponderEliminarGracias e hidrátate. Y si le das al alcohol, que sea con moderación.:D
EliminarFue un detallazo que no contraatacaran con reggeton... piénsalo :)
ResponderEliminarMenos mal que no. Aunque, con toda seguridad, hubieran perdido.:)
EliminarTodos los que (mal)vivimos en ciudades estamos alternativamente de un lado u otro de esa misma situación. Musicalizar el propio apocalipsis es una de las pocas libertades de que gozamos, y muchas veces ni siquiera eso...
ResponderEliminarAsí es, Daniel. Suerte que soy un buen vecino con el que se puede hablar y con el que cuesta muy poco llevarse bien. :D
EliminarA las 3 de la tarde en Murcia se fríen los huevos en las aceras. No hay nada como poner hilo musical a los estruendos ajenos.
ResponderEliminarAbrazo!!
Así es, Dakota. Si dicen que al mal tiempo buena cara, a las altas temperaturas black metal.:)
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ResponderEliminarCabrónidas, en cierta forma entiendo a los vecinos, pero es que cuando toca sacar a la bestia no puede ser con el volumen bajo.
Un saludo.
Así es, Ángel. Ahora los vecinos tienen que utilizar los tapones que les he suministrado, y todos contentos.;)
EliminarDicen las primeras fuentes romanas sobre la tierra de hispania, que esta estaba cubierta de árboles, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo... ¿Dónde fueron a parar todos esos árboles
ResponderEliminarPor otro lado, hubo tiempo más que suficiente para reforestar el territorio, de haberse querido hacer, claro.
No es el calor, son las acciones humanas.
Y mejor esa música que el regetón.
Saludos,
J.
Hola, J. Qué desazón me causa la desforestación en favor del cemento y el alquitrán. Horrible sin duda; hasta más que el reguetón, que ya es decir.
EliminarHola, mire tu blog y me parece muy interesante. Mira, quiero pedirte un favor. Estoy emprendiendo en una agencia de bienes raíces y quisiera pedirte un favor. Si pudieras publicar una propiedad por 15 días y otra por otros 15 días y a cambio te ayudo a difundir tus artículos de blog en mi cuenta de instagram y LinkedIn. Que dices? Si estás de acuerdo puedes escribirme al 0050237939561
ResponderEliminarNo me interesa. Gracias.
EliminarMe pongo de lado de la familia, pobres, una tortura inaguantable, pero dada su buena educación, la solución está bien, aunque para mí seguiría siendo un fastidio. En fin, creo que todos de una u otra manera acabamos molestando a alguien.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por el ameno rato leyendo.
Hola y gracias a ti. Debo decir que los tapones suministrados a la familia son muy eficaces. ;)
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ResponderEliminarLos tapones una bofetada sin manos, y lo sabes. Deberías escuchar la música a un nivel en el que los vecinos no necesitasen dichos tapones.
ResponderEliminarPero si encima no les cobro por los tapones. Los tienen gratis. Cuánta violencia...
Eliminar¡Muy mal! Unos buenos cascos que te pongas también son una buena solución. Eso sí, lo de disculparse está muy bien (aunque es insuficiente)
ResponderEliminarPor eso les proveo de tapones. Una disculpa me parece poca cosa. :)
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