29 de diciembre, lo cual quiere decir que ayer fue día 28. Ya sabes, el día de los Santos Inocentes. Aunque ya nadie puede serlo porque siguen respirando demasiados monarcas que, aunque no se llamen Herodes, tienen mucho apego al trono. Porque todavía hay cientos de desconocidos, mayores y menores de dos años que no importan, asesinados a diario en lugares que nunca aparecerán en la gran pantalla panorámica de nuestro comedor.
Ya nadie es inocente, a pesar de las bromas y gilipolleces que se dan ese día en los medios de comunicación. A pesar de lo necesario que se hace la carcajada en la cada vez más sometida y saturada ciudadanía. Quizá porque son más que menos las personas que tienen más motivos para llorar que reír, y algún que otro para enloquecer y arremeter contra quienes provocan el llanto.
Vuelven los tiempos oscuros, o puede que nunca se fueron.
29 de diciembre, hostia. Lo que significa que ya se realizaron las cenas de empresa, en las que los esclavos de una misma mesa se dividen en dos o tres grupos —a veces más—, y entre bocado y bocado se echan pestes recíprocas e inadvertidas sobre la eficacia del desempeño de sus obligaciones esclavistas. Y hasta compiten por pelotearse con su mando intermedio, también presente, que después de la resaca vacacional navideña, será cómplice de las nuevas putadas laborales que su superior —que está en otra cena, en un sitio mucho más caro—, ya tiene ideadas y aprobadas para el año entrante.
Aun así, todos brindan sonrientes, con compañerismo y pureza, con un puñal clavado en la espalda.
29 de diciembre, cojones. Lo cual indica que el trajeado parásito anacrónico de la nación, volvió a releer el mismo mensaje de cada año, obvio y vacío de contenido, a sus sufridos súbditos, muchos de los cuales seguirán sin poder llenar la nevera como hacían diez años atrás, ya que la pobreza energética se ha instalado en sus reducidas viviendas de alquileres abusivos. Y quizá la Nochebuena ya no es tan buena, salvo para aquellos que elegimos cada cuatro años y aseguran preocuparse de nuestro bienestar, y se supone gestionan nuestros intereses comunes para tal efecto.
29 de diciembre, joder. El año se precipita a su fin que siempre es el mismo, y dará inicio a un nuevo principio que siempre es igual. El ciclo se repite y nada cambia salvo nuestras prioridades, que para muchos serán las de sobrevivir con tanta dignidad como les sea posible o les permitan. Así, año tras año, los afortunados más o menos acomodados, giramos en un bucle de paz y amor ficticios, mientras que los desfavorecidos, a menudo olvidados, giran por inercia en la espiral de la eterna condena de la cual parece imposible escapar.
Qué fácil es ser positivo cuando los que están jodidos son otros.