Si alguna vez asistiera a esa aberración llamada fiesta NAZIonal y lograra abstraerme de su sangrante proceso, disfrutar de ello, aplaudirlo y encima llamarlo fiesta, habría llegado el momento de ir al médico. El animalico, aunque en desventaja, se defiende, y a veces, la justicia poética obra su encanto y consigue que el traje de luces luzca mejor cuando está ensangrentado con la sangre del sanguinario que lo viste.