18/11/24

395. Dolor soberano

     Era noviembre y nada parecía importar demasiado. La palidez del sol entraba por las rendijas de la persiana y se proyectaba en líneas polvorientas sobre el cuerpo cansado de una joven que yacía en la cama. En la mesita de noche, una botella de vino desangraba su última gota sobre una alfombra arrugada, mientras la calle de plomo era un aria de tráfico homicida y prisa de viandantes. 

    La chica despertó sin ganas, por inercia. En cuanto se le aclaró el cerebro, sintió en su cuerpo el dolor de varios moratones y el frío contacto de una pistola entre sus muslos. Alguien la había olvidado después de una noche excesiva de perversión erótica, aunque hubo un tiempo feliz en que la chica solo rebosaba amor y dulzura.

    No recuerda con exactitud cuándo empezó a tomar malas decisiones. El hecho de que su vida ya estuviera rota antes de empezar a usarla tampoco ayudó. También era un ser contradictorio y ciclotímico, por lo que muy pronto tuvo que recurrir a la ciencia de quienes creían estar capacitados para la comprensión del alma humana por el mero hecho de haber obtenido una titulación de cuatro años de carrera.

     Al poco tiempo acabó desconfiando de ellos y a despreciarlos. No ya porque sus drogas legales fueran del todo ineficaces contra su caos mental, sino porque estaban tan estropeados como ella, con sus traumas de infancia, adicciones variadas y conflictos internos. Eran la muestra de que el mundo se dividía en una estúpida burla existencial de sedados y alterados, cuyo único fin grupal era envejecer y extinguirse.

    La chica ya no quería sufrir más episodios anímicos de montaña rusa, desbordantes y agotadores, ni descensos en barrena a oscuros pozos sin fondo. Así que cogió la pistola con las dos manos, se la llevó a la boca y apretó el gatillo. Pero no hubo detonación, ni tampoco las cuatro veces consecutivas que siguieron. 

    En lugar de un final deseado, abrupto y liberador, el destino decidió que era la vida lo que merecía. Puede que una cuyos intentos por no caer en nuevos matices de dolor volverían a fallar. De modo que la chica tiró la pistola a un rincón, cerró las manos en torno a la sábana y gritó con todas sus fuerzas como nunca nadie lo había hecho antes. 

    Gritó por ella y por todas las mentes enfermas que solo querían acabar.


24 comentarios:

  1. La mente, esas aguas difíciles de surcar, tan poderosa y a la vez tan frágil.
    Quien intenta acabar con todo, más tarde o más temprano, lo acaba consiguiendo.
    Beso, y buena semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, además lo hace sin avisar. Gracias e igualmente.

      Eliminar
    2. El que lo pregona o avisa, busca más una llamada de atención que un deseo de acabar con todo. Pero bueno, como decía antes la mente es algo difícil de surcar.

      Eliminar
    3. Diría que es lo más difícil; creo que nunca podremos llegar a desentrañarla del todo.

      Eliminar
  2. El colmo de la desesperación, que ni para suicidarte tengas suerte. Seguro que tiene otras posibilidades de lograrlo

    ResponderEliminar
  3. Unos verán mala suerte en esa pistola fallida, otros una señal para empezar de nuevo. Una vez más, somos responsables de lo que hacemos con lo que nos dan... Quizás nadie pueda curarnos, tienes razón, los que deberían hacerlo están igual de rotos por dentro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De eso estoy seguro por completo, además de que se dice que es una ciencia inexacta, diría que eso es quedarse corto.

      Eliminar
  4. Hay caos social si una persona tan joven ha comenzado a experimentar HORRORES.

    ¿Podra algun dia alguien despertar sin estar salpicado de sangre?

    Creo que ya no es posible.

    El mundo es un mar de barbaros y de barbarie.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Jose. Estoy convencido de que la salud mental está más en peligro a cada año que pasa.

      Eliminar
  5. ¡Uf! Ese grito final marca el camino. Más pronto que tarde lo conseguirá.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo más seguro. No creo que encuentre a un loquero capaz de arreglar el desbarajuste.

      Eliminar
  6. La salud mental es la gran
    olvidada de nuestra sanidad pública y sus enfermos los grandes olvidados de todos , pero ni el mejor psiquiatra /psicólogo o terapeuta del mundo cura una mente enferma solo....Se necesita mucha ayuda y mucho cariño para q todas las piezas vuelvan a encajar en un puzle al qué le faltan tantas desde hace tanto ...Muy muy bien escrito, me ha encantado!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una asignatura pendiente que se tiene que afrontar de una vez. Y no juega nada a favor la mala prensa que siempre se le ha dado al hecho de no tener una buena salud mental. Celebro que te guste.:)

      Eliminar
  7. Algunas mentes parecen enfermas simplemente porque son diferentes a lo normativo, a lo supuestamente mayoritario, y el sufrimiento nace de tener que adaptarse a cómo otros dicen que debe vivirse la vida. Si reconociésemos y abrazásemos la diversidad, la divergencia, la mitad de los "enfermos mentales" serían personas sanas.
    Por lo demás, no faltan motivos para querer escapar de aquí. Lo que necesitamos es encontrar, descubrir los motivos para quedarnos. Quienes nos rodean juegan un papel importante en eso, más allá de tener claro que cada uno somos los guionistas de nuestra vida.

    El relato es desgarrador. Quise gritar con ella.

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Alís. Y también están aquellos a los que creemos que no están enfermos de la sesera y lo están, y ni nosotros ni ellos lo sabemos. :)

      Eliminar
  8. El relato aunque doloroso, deja una ceja de luz para resignificar la existencia, cuando se ha caido en ese mundo hostil de las drogas y la perversión, y tomar las riendas de una vida capaz de levarnos por caminos dignos de vivir. Un abrazo. Carlos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Carlos, bien hay personas que logran salir del pozo, aunque luego la lucha por evitar volver a caer en él nunca se acaba.

      Eliminar
  9. Qué relato, Cabrónidas. Es durísimo. La salud mental, aunque quizás ahora no está tan estigmatizada, no deja de ser esa que se habla de ella entre susurros y no se muestra cómo es. Nos falta muchísimo por aprender, por comprender, y por salvarnos.
    Muy buena crítica, porque eso es lo que veo en tu escrito.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Irene. Las farmacias se llenan a diario y lo vemos de lo más normal, pero no dudamos en señalar a quien necesita de otras atenciones más severas y serias. La sociedad excrementicia que hemos creado entre todos no ayuda a que esos enfermos tengan el camino más fácil. Gracias y otro para ti.:)

      Eliminar
  10. No sabría ni juzgar ni opinar sobre este tema. Ni están todos los que son ni son todos los que están. Tampoco sabría ponerme en la piel de, y desconociendo su vida y circunstancias llegar a no lograr entender o criticar su punto de inflexión. Y como de todo hay en la viña del señor hay buenos y pésimos terapeutas... aunque si hay algo en lo que sí pongo mi mano en el fuego y es que ya estamos todos muy tocados del perol... Y loco el que no bote :)

    ResponderEliminar
  11. Ufff... En los límites, ahí donde podríamos estar cualquiera. Con los años me he dado cuenta de que no hay nadie sin su pequeña tarea. Cada uno la esconde o la sobrelleva a su manera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nadie escapa escapa, en un momento dado, de encontrarse al borde del abismo.

      Eliminar

RAJA LO QUE QUIERAS

Esparce el mensaje, comparte las entradas, contamina la red.