28/11/24

398. Lunáticos

    Ya ha oscurecido en la ciudad cenicienta. Repta por ella una densa bruma que anega todos los rincones y se enrosca en las edificaciones como un ser vivo y hambriento. Ya no parece una ciudad, sino un lugar de cuento, gótico y atemporal, que a buen seguro seduciría a mi buen amigo Jack.

    Desde mi ventana empañada, la lóbrega iglesia de Cristo Rey aparece difusa como una ensoñación. Puede que sus fríos pasadizos, a estas horas de luna en las que el licántropo sale a cazar, también alberguen la estampa contrahecha de quien es su guardián. Imagino su sombra renqueante, desplazándose por los antiguos muros de piedra a la luz oscilante de una antorcha.

    Quizá es en noches como esta, de cielo velado y quietud imperial, cuando surgen las buenas historias. Esas que hablan de monstruos a contra natura y perviven en el mito generación tras generación, aunque ahora mismo no sea verano, ni esté resguardándome de una intensa lluvia en Villa Diodati, junto con Mary, Polidori y otras personalidades perturbadas.

     Así que afila tus colmillos, querida desconocida, porque es hora de que nos adentremos en la tiniebla para volver a ser y a sentir, aquí y ahora, en la noche prohibida de los lunáticos, propicia para las pesadillas y las más abyectas travesuras. 



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