31/10/24

390. Amor en tiempos de Halloween

    Era la víspera de Todos los Santos, aunque nosotros no creíamos ni en los santos ni en los muertos. Más bien creíamos en la maldad de los vivos y en la ley de Murphy. Así que fue un tanto curioso que coincidiéramos en aquella concurrida fiesta de Halloween

    Yo iba disfrazado con el traje obvio de esqueleto, aparte de que llevaba puesta una chistera y ocultaba mi cara tras la máscara sonriente de una calavera. Tú ibas de colegiala zombi, e inspirabas las pesadillas más febriles de George A. Romero. 

    Justo cuando nuestras miradas se cruzaron desde la distancia, descubrí mi rostro y en ese momento supimos que teníamos que largarnos de allí. En un segundo ya estábamos montados en mi coche, con todos los finales posibles a nuestra disposición y un montón de ideas confusas en la cabeza. 

    Había cierta insensatez en nuestra conducta, pero éramos jóvenes y a menudo transitábamos por el filo de lo impredecible.

    La luz de los faros horadó la oscuridad, y atrás quedó el entramado lumínico-ambarino de la ciudad podrida. Conduje durante treinta kilómetros, amenizados con el thrash añejo de Hallows Eve, el death brutal de Cryptopsy y el black melódico de Cradle Of Filth. Era la música que elegiste de toda la que había en mi lápiz USB, lo cual significaba que también a ti te complacían las melodías del caos.

    En cierto momento subliminal y extraño, nos volvimos a mirar con fijeza, y al sonreírnos también supimos dónde debía finalizar nuestra travesía. Y de repente lo vimos, un tanto alejado de la carretera, mimetizado en la niebla bajo la luz blanca de la luna. Dejamos el coche al resguardo de unos frondosos matorrales, e iniciamos a pie el pedregoso camino que conducía al viejo cementerio.

   La alta verja de la entrada estaba cerrada, pero eso no impidió que accediéramos al interior por un muro lateral medio derruido, aunque con el estómago estremecido y algunas risas histéricas. Lo mejor es que no había necrófilos a la vista, ni satanistas borrachos de absenta, dibujando a trazos de aerosol pentáculos invertidos en las puertas de los mausoleos.

    Una vez dentro, como nuestro atrevimiento era superior al miedo reverencial inculcado, decidimos investigar un rato. Caminamos entre lápidas irregulares y cruces herrumbrosas, y sorteamos inquietantes hondonadas con el temor a que el suelo nos engullera en cualquier momento. Sin darnos cuenta empezamos a hablar en susurros, quién sabe si para no despertar a los muertos olvidados.

    Atrás quedaron las sepulturas en tierra, y llegamos frente a una numerosa agrupación de nichos envueltos en bruma, cuyas inscripciones estaban un tanto ilegibles por el paso del tiempo. «Joder» expresé con voz queda, «el día que muera quiero ser incinerado y esparcido en un concierto de Obituary.  Nada de contaminar el subsuelo ni pudrirme ahí dentro». 

    Sin previo aviso, como una invitación, me diste un pequeño empujón y te dirigiste a una enorme superficie rectangular de mármol, sin inscripción alguna, que se encontraba en medio de una plazoleta elevada desde la cual se podía presidir toda la necrópolis. Yo te seguí intrigado, decidido a llegar hasta donde hiciera falta, y empezaste a desnudarte. 

    Hacía un frío considerable, pero el preludio de lo salvaje tiene la virtud de anular otros factores, por lo que decidí imitarte. 

    Nuestros cuerpos, pálidos a la luz mortecina de la luna, temblaban como hojas al viento, pero íbamos a remediarlo de inmediato, pues yo estaba duro como el acero toledano y tu entrepierna resplandecía de humedad y deseo. Te tumbaste sobre el mármol negro y arqueaste la espalda al contacto de su frialdad, pero al momento tu piel se erizó de un modo felino, como si exigieras un contacto inmediato y servil, no exento de cierta violencia.

    «Ven», me ordenaste, y obedecí, y comí tu coño de modo irracional y ardiente, como un enfermo de gula por los manjares exquisitos, mientras mis manos crispadas de anhelo apresaban la dureza insolente de tus pezones. A los pocos minutos me agarraste del pelo y tiraste hacia arriba, lo que significaba que querías sentirme dentro de ti, y entré con una embestida de certeza y locura.

    Entonces follamos como posesos, gritando cada sensación y cada roce como animales enajenados. En un momento de especial intensidad te pregunté cómo te llamabas, y respondiste entre jadeos que me dejara de gilipolleces y que mantuviera la concentración. Y seguimos amándonos, sudorosos, sobre el mármol duro, riendo, aullando con incendiaria vitalidad en medio de la muerte, despreciando todo cuanto nos rodeaba.

    Nunca supimos quién de los dos tuvo el orgasmo más devastador, porque un segundo después del clímax, sin tiempo para dejarnos los números de teléfono y normalizar un poco nuestra incipiente relación, la luna se tiñó de sangre, un viento cargado de oscuros presagios nos agitó el cabello y secó el sudor de nuestros cuerpos; el suelo empezó a crujir y a moverse como si respirara, y por si fuera poco, la superficie azabache sobre la que habíamos follado empezó a irradiar un brillo incandescente.

    Esta vez no tuvimos que mirarnos para saber lo que haríamos a continuación; ni siquiera nos molestamos en vestirnos. Un poco a lo lejos vimos al viejo sepulturero haciendo su ronda. Si era verdad lo que se contaba de él, dudo mucho que se impresionara al ver dos siluetas desnudas cogidas de la mano, que aun riendo, huían del cementerio a la carrera.


28 comentarios:

  1. Esa si es una manera de celebrar esa fiesta. Un poco con visos de horror pero valio la pena.

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    1. Diría que sí, aunque el susto no nos lo quita nadie.:)

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  2. Parece que debajo de la losa alguien, o algo, se contagió de la vitalidad que había sobre ella.
    Ni loca tendría yo sexo en un cementerio, pero entiendo que ya puestos, la excitación tiene que ser máxima.
    Coincido con Hugo en que ésa sí es manera de celebrar Halloween.

    Besos

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    1. Sí, solo se trata de conocer a la persona adecuada, aunque no creo que se vuelva a repetir. No el acto, sino el lugar.:)

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  3. El lugar para intimar no era el auto detenido en algún punto de esos treinta kilómetros, ese mármol negro había hecho su llamado y ustedes respondieron, bueno, ella, tú la seguiste.

    Hace tanto tiempo que ya lo había olvidado se organizó una reunión/celebración de colonos para halloween, tuve que asistir y para que se hiciera tolerable invité a una amiga, algunos asistentes se disfrazarnos, una en particular, tenía mucho peso extra y esqueleto, eso fue extremo.

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    1. Hacerlo en el coche está algo sobrevalorado. Supongo que fue el cementerio y la luna; cierto influjo...

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  4. ¡¡Wwaaawww.... que historia...!!1
    Muy buen relato Cabroncito, con todos los complementos para interesar al lector, sexo, miedo y un cementerio. ¡¡Aplausos!!

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  5. Pues es verdad...tremendo tu texto!! uno va leyendo con el mismo frenetismo con el q se van desarrollando los hechos , ahora bien...
    Menuda lumbalgia al terminar tan ardoroso ataque : )
    Un placer volver a disfrutar de tu calenturienta mente y estupendas letras , sigues en plena forma , me alegro mucho !!

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    1. Hola, María, más me alegro yo de que lo hayas disfrutado. Lo del mármol puede ser muy cinematográfico, pero no hay nada como el colchón de toda la vida.:)

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  6. Joder, y luego la gente forrándose con soberanas MIERDAS como las sombras del Grey ese de los cojones. Deberías empezar a escribir literatura erótica para treintañeras emo, y venderla por Amazon. Te harías de oro, en serio.

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    1. Jajaja, pues mira que aborrezco bastante el erotismo en todas sus expresiones. Es como un quiero y no puedo. En cuanto a los emos, les dediqué una cariñosa entrada (número 15). ¿Aún quedan emos vivos? Tengo entendido que sus crisis existenciales jamás remiten.

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    2. Linkeame la entrada por algún lado, que no la encuentro, y menos con mi internet agonizando. Me muero de ganas de leer tu (seguro que más que crítica) opinión de los emos, de seguro estoy de acuerdo contigo en todo xd

      Y sí, quedamos emos vivos aún.
      Ahora somos treintañeros deprimidos y con cuadros de ansiedad que leen literatura erótica y gore para sobrellevar las crisis existenciales que nunca remiten xddd

      Somos los cobardes que no le echaron huevos a suicidarse en los dos mil :)

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    3. Si no recuerdo mal, debo tener tu correo de "linkeadas" anteriores. A ver si en los próximos días te llega. Pero tú no das el perfil. Intuyo que durarás más que un martillo enterrado en paja.:))

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  7. La Virgen, menudo calentón me llevo. Jejeje.... Venia a ver tu respuesta a mí comentario. Y no solo descubro que ha desaparecido el post, sino que en su lugar numérico me encuentro una escena terroríficamente buena.
    Pues si, joder, que lo cortes no quite lo valiente...lo has conseguido. Has conseguido con tus letras, acelerarnos a más de una las hormonas. 😋

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    1. Aquella entrada estaba programada para el jueves que viene. Supongo que puse mal la fecha de publicación, pero cuando salga lo hará con tu comentario. Quién iba a pensar que leyendo según qué cosas también se puede entrar en calor, sin moverse.;)

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  8. Me gusto el relato en especial la parte final. Te mando un beso.

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    1. Tiene que haber un final abierto a una posible segunda parte.:)

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  9. seguro que a los muertos les vino bien un poco de alegría por una vez :)

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  10. Tanta energia sexual, resucitó a un muerto. A uno voyerista. Va un abrazo, Cabrónidas.

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    1. No creo que volvamos a repetir la experiencia y quedarnos hasta el final para saberlo. :)

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  11. Las mejores, y casi únicas acciones válidas, son las que se hacen de forma irracional y como posesos, todo lo demás es simple fingimiento.

    Saludos,
    J.

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  12. Relatos de Halloween a los que llego un poco tarde... mil perdones. Espero llegar a tiempo para dejarte un abrazo. 😊

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    1. Hola, Laura. Nada que perdonar. Los hay que ni llegan ni quieren. Otro para ti.:)

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