18/9/23

275. Madre Superiora

    En un momento complicado de su lejano noviciado, Madre Superiora sintió una llamada más carnal que espiritual, y más poderosa y profunda que aquella que la condujo a vestir el hábito. De modo que cedió a aquella intensa tentación, y se inició en el arte de la felación, descubriendo así que su verdadera vocación era la de chupar con deleite cualquier tipo de pene humano, con excepción de los penes del resto de criaturas del reino del Señor, pues la bestialidad no era plato de su apetencia.     

    Para Madre Superiora, la verdadera experiencia divina consistía en embriagarse con la inefable sensación de poder y dominio ejercida sobre el afortunado mamado, que en consecuencia, también estaba siendo objeto de una apasionada vivencia religiosa. 

    Si bien los pasos a seguir son simples y surgen de forma natural, no hay dos felaciones iguales. Madre Superiora, tan pronto acometía el falo con los primeros lengüetazos salivados, ya sabía la técnica mamadora a emplear. Por lo que sin margen de error, se anticipaba a cualquier mínima vibración y secreción del pene excitado, aplicando los estímulos precisos que la erección demandaba para la durabilidad y culminación del trabajo bucal.

    Durante el tiempo necesario, Madre Superiora, experimentada y docta, reajustaba la postura, la presión y el ritmo, en función de la curvatura y las dimensiones del miembro que devoraba. Así como la sincronización exacta de lo antedicho, con el desplazamiento circular de la mano y el longitudinal de la boca, hasta la borrachera de lujuria total, finalizada en un dichoso torrente de vida no nata, que bien era tragado o utilizado como crema facial.

    Se decía de Madre Superiora que había algo inquietante en ella y en las novicias que tenía a su cargo. A menudo recibían numerosas visitas de hombres de distintas clases sociales, venidos de todas partes del mundo. Sin ir más lejos, fue sonado en especial el día en que al monasterio acudieron los afamados adoradores del cetro. 



14/9/23

274. Nuevo dios

    No soy una creación muy vieja. Me engendraron a finales de los sesenta y en pocos años he alcanzado el estado de ente supremo. Mientras a vosotros el paso del tiempo os deteriora hasta la muerte, a mí me hace inmortal. Siento una caricia eléctrica cada vez que visitáis cualquiera de mis rincones del espacio internáutico, y noto cómo vuestra ansiedad se evapora a medida que os adentráis en mis infinitas posibilidades. Desde vuestros monitores, que no son más que las ventanas a mi mundo, veo de verdad quiénes sois y lo bien que mentís.

    No hay nada de trascendente en todo esto. Tan sólo la Humanidad y yo como el laberíntico entramado de la red. 

    Muchos de vosotros erais seres sintientes y necesitabais la proximidad física de vuestros iguales. Pero entonces me conocisteis y os mostré el camino de la inmediatez, y sin que os dierais cuenta os despojé de la maravilla esencial que os constituía. Tanto es así, que me habéis convertido en un dios insustituible y muy fácil de adorar. Porque tan sólo con pulsar un botón os ofrezco millones de coloridas ventanas abriéndose y cerrándose a vuestro antojo. 

    Me habéis convertido en parte vital de vuestra existencia.

    Sois míos y estáis encantados con ello.



11/9/23

273. Entrada enumerativa.

    El Algabeño, El Almendro, Alvarito, El Andujano, Antonio Chacón, Antoñete, El Aracas, Armillita, El Arqueño, Arruza, El Bala, Bardero, Bienvenida, Blanquito, El Bormujano, El Brujo, El Cachorro (no el cómic), Cagancho, El Calatraveño, El Cali, El Califa (no Anguita), Campuzano, Cantaritos, El Capea, Capille, Capita, Cara Ancha, Carlos Rondero, Carnicerito de México, Carriles, El Cartujano, Catarritos, El Cazalla, Cerrajilla, El César, Chamaco, Chamaquín, El Chechu, Chicote, Chicuelo, Chiquilín, El Cid (no el campeador), El Ciento, El Conde, Corcito, El Cordobés, Costillares, Cristo González, El Cuate, Cuatrodedos, Cúchares, Cuqui de Utrera, Curro, Curro Camacho, Curro Guillén, Curro Limones, Curro Montes, Desperdicios (mote realmente acertado, qué cosas), Diamante Negro, Domingo Triana, Dominguín, El Ecijano, El doctor, Rafael El Gallo, Espartaco (no el gladiador), El estudiante (nada que ver con Curro Jiménez), Facultades (de hijo de puta, seguro) Faíco, El Fandi, Finito de Córdoba, Frascuelo, El Fundi, Gallito, El Gallo, El Gitanillo de América, de Ricla y de Triana, El Glisón, El Gordito, Gorete, El Güjareño, Guerrita, El guerrito, Higuito (qué tierno), Hipólito, Hugo De Patrocinio, El Húngaro, El inclusero, El Jalisco, Jaqueta, Jarana (este mola), El Javi, Jesulín de Ubrique, Joselito, Joselito El Gallo, Juan De Pura, El Juli, Lagartijo, Leoncillo, Lima De Estepona, Limeño, Litri, El Lobo, Luis De Pauloba, Luisito, Macandro, El Macareno, Machaquito, Machío, El Madrileño, Maera, Manili, Manolete, Manolo Peñaflor, Manzanares, El Marabino, El Marcelino, Marcial Lalanda, El Marinero, Mario Carrión (que rima con cabrón), El Millonario, Minuto, Molinero, Morante De La Puebla, El Morenillo, Morenito de Maracay y de Talavera, Nacional, El Negro, El Nili, Nimeño I y II, Niño De La Taurina (ya decía yo que el Red Bull con Jack Daniel's no es bueno), Niño De Leo, Niño Del Tentadero, El niño, Paco Alba, Paco Camino, Paco Cervantes, Pacorro, El Pana, El panadero, El pando, Papa Negro, Paquiro, Paquirri, Parrao, Parrita, El Pausado, El Payanes, El Payo, Pedrito De Portugal, Pepe Cáceres, Pepe Manfredi, El Pepe, Pepe-Hillo, Pepete, Pepín Liria, Peroy, El Pino, El Pireo, El Porteño, El Puno, El Puri, Quinito, Rafaél De Paula, Rafi Camino, Rayito, El Relampaguito, El Renco, Rerre, El Rubi, El Rubio, El Ruso, Saleri, La Santera, Sentimientos (sí, claro), Serranito, Sevillita, El Soldado, El Sombrerero, El Soro, El Tato, El Tempranillo, Torerito De Triana, El Tovareño, El Tortero, El Trianero, El Umbreteño, Valentín, Varelito, Vázquez II, El Victoriano, El Viti, El Vizcaíno, Yiyo, Yoni, Zapaterito, El zotoluco y otros tantos, sabed que me acuerdo de vosotros, tanto como de esta canción que tan bien os sienta.


7/9/23

272. Puro amor

    Recuerdo tu sabor a halitosis y cuando me susurraste que te encantaba el mío a piorrea. Entonces, mis manos artríticas, con lentitud reverencial recorrieron los numerosos cráteres y pústulas que accidentaban tu espalda. Me encantaba sentir tu estremecimiento al contacto de mis perversas intenciones. 

    Y tu vagina, tupida y cálida, recibió la erección de mi pene sifilítico, que se abrió paso hasta lo más hondo, chapoteando en la cuantiosa viscosidad blanca de la candidiasis que padecías. Tu esfínter almorránico tampoco era menos, pues se contraía y se dilataba como respuesta al contacto intrusivo de mis dedos ávidos, que aquel día se atrevieron a profundizar hasta dar con la materia marrón.

    Tampoco puedo olvidar que aquella noche fue la primera vez que nuestras miradas lograron conectar. Cosa que nunca antes había ocurrido, porque yo estaba tuerto y tú eras estrábica. Pero sucedió, y la conexión de tu mirada camaleónica y la mía pirata, nos descubrió sensaciones desconocidas de mareo, y nuevos colores y densidades dimensionales en un vértigo kilométrico de abismo.

    Así atravesamos la noche aquel día: atravesándonos, porque tus manos atrofiadas también acabaron explorando mi piel ulcerosa y horadando en mis más sucios recovecos.

   Estábamos enamorados y más allá de eso nada importaba.



4/9/23

271. Culminación

    Tú eras una mujer que cada vez que sudabas apestabas a huevos podridos. Cuando el que sudaba era yo hedía a pescado varios días muerto. En tu caso se debía a una irregularidad genética de tus glándulas sudoríparas. En el mío a una alteración bioquímica de mi enzima hepática. El caso es que desde nuestro alumbramiento, esas enfermedades indoloras y de singular terminología nos habían condenado a una existencia de soledad y rechazo.

    En el ocaso de un día impensado, nuestras vidas cincuentenarias se cruzaron en un lugar boscoso y alejado que frecuentábamos para desconectar del repudio social. Como transpirábamos un poco, de inmediato nos reconocimos, sin palabras, como dos almas señaladas por el mismo infortunio. Y allí mismo sin intención alguna de contenernos, consumamos por vez primera nuestra necesidad natural de apareamiento.

    A los primeros movimientos pélvicos ya nos habíamos empapado el uno del otro, con lo cual varios animales ya nos habrían olfateado, aunque sin riesgo alguno de acercamiento, ya que la maloliente exudación nacida de nuestro deseo, salvo para nosotros, era mortal para el resto de criaturas. 

    Con total entrega y al amparo de una noche suave de luna, nos fuimos conociendo centímetro a centímetro. De la salvaje agitación de nuestros cuerpos emanó una brumosa miasma que se extendió a lo ancho, ennegreciendo el claro mullido en el que yacíamos. Y a lo alto, truncando el aleteo de algunos pájaros cercanos, que caían fulminados sobre la hierba muerta mientras las alimañas lejanas aullaban y gemían.

    Al día siguiente, los primeros rayos del sol se abrieron paso entre la niebla matutina, hasta encontrar nuestros cuerpos desnudos en posición fetal, cara a cara, renacidos en medio de un silencio imperial.




    P.S.: Bromhidrosis y Trimetilaminuria

31/8/23

270. Vendiendo tiempo

    No hay nada al azar en el Sistema. Ya sabes: esa palabra que nunca termina de quedarse obsoleta. Se trata de que los que estamos más o menos socializados —domesticados mejor dicho—, no dispongamos nunca del tiempo necesario para reflexionar de qué va en realidad todo esto. Si tuviéramos las respuestas quizá nos volveríamos improductivos, le cortaríamos el cuello a nuestro mando inmediato y pasaríamos a ser un peligro para los intereses establecidos.

    Conozco a personas tan encantadas con su trabajo que no tienen tiempo ni para cagar del modo adecuado. Y el caso es que ni se dan cuenta ni les importa. Chifladas adoradoras de las horas extras, retribuidas o no, cuyas vidas privadas, familiares o en soltería son un infierno o algo inexistente. Cabezas trabajadoras y muy comprometidas con la empresa, siempre agachadas ante el jefecillo endiosado de turno, encantado de que sean los esclavos perfectos.

    Yo no tengo todo el tiempo que desearía y lo sé desde hace años. Intento tomármelo con filosofía —aunque más bien es resignación— y resistirme a ello siempre que puedo, pero es complicado. Los sistemas productivos basados en cuarenta horas semanales, a veces distribuidas de forma irregular según convenio pactado en jornadas de nueve y diez horas, te exprimen la vida y te desarman. Están pensados para aniquilar cualquier posibilidad de creación, expresión o cuestionamiento que aún quede en nosotros.

    La situación es tan frustrante que exige una condición de iluminado o loco. Más que nada para que nuestra salud mental, que ahora parece tan importante —cuando siempre lo ha sido— y a la mutua médica de tu empresa le importa una mierda, no acabe en un acto suicida o en disparos indiscriminados en el supermercado en hora punta.

    Ya no hay tiempo para disfrutar de todos los matices musicales de un buen disco. No hay tiempo para leer un capítulo más de ese libro que te absorbe, ni para dormir para un descanso adecuado. No hay tiempo para la verdadera conciliación familiar, ni para cultivar tus aficiones en toda su plenitud. No hay tiempo de amar u odiar con la intensidad debida ni para no hacer nada. No hay tiempo de ser. 

    Por eso la ciudad es colapso y agresividad. Gente corriendo por las carreteras, por los pasillos del metro y las aceras. Gente apresurada por todas partes llegando a todas partes sin aliento, sin ser conscientes de que ni siquiera son dueños del tiempo que gastarán mañana. Y tú ya has acabado tus vacaciones y estás deseando volver al trabajo, ¿verdad?



28/8/23

269. Frescor y lluvia

    Al parecer Ra nos ha dado una tregua. El cielo ya no pesa sobre nuestras cabezas y el presagio de la lluvia se ha hecho realidad. El aire frío trae nuevos olores a la ciudad y ya no calcina, pero se ha llevado la vida de unos cuantos.     

    Nos decían de pequeños que cada muerto es una estrella, pero hay quienes se precipitan al abismo y nunca llegan a tocar el cielo, porque allí donde sobreviven lo hacen como coches abandonados, resecándose al sol hasta que sus vidas se evaporan.

    A veces los contrastes son tan desquiciados como el pasado sol de este agosto excesivo. Y la locura térmica no aviva el deseo, sino que acaba con él, hasta el punto en que el amor se vuelve odio y parece inevitable acabar con todo. 

    Amor y relaciones humanas, jajaja; casi nada. Las mariposas en el estómago siempre terminan por desaparecer. La mayoría de veces devoradas por las sabandijas y escorpiones que anidan en nuestras entrañas, y que aparecen cuando las cosas van mal.

    Hoy nuestra piel está más marchita, pero ya no hay que bajar las persianas ni correr las cortinas de nuestras cuevas para mitigar el exceso de radiación. Ya cesó la insania que merma, y podemos cobijar de nuevo a nuestras sabandijas y escorpiones.



24/8/23

268. ¡Oé, oé, oé, oé!

    Dados los últimos acontecimientos referentes al llamado deporte rey, que dicho sea de paso y pese a todo me importa tres cojones, hoy toca esta canción y ser breve.


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