En un momento complicado de su lejano noviciado, Madre Superiora sintió una llamada más carnal que espiritual, y más poderosa y profunda que aquella que la condujo a vestir el hábito. De modo que cedió a aquella intensa tentación y se inició en el arte de la felación, con excepción de los penes del resto de criaturas del reino del Señor, pues la bestialidad no era plato de su apetencia.
Para Madre Superiora, la verdadera experiencia divina consistía en embriagarse con la inefable sensación de poder y dominio ejercida sobre el afortunado mamado, que en consecuencia, también estaba siendo objeto de una apasionada vivencia religiosa.
Si bien los pasos a seguir son simples y surgen de forma natural, no hay dos felaciones iguales. Madre Superiora, tan pronto acometía el falo con los primeros lengüetazos salivados, ya sabía la técnica mamadora a emplear. Por lo que sin margen de error, se anticipaba a cualquier mínima vibración y secreción del pene excitado, aplicando los estímulos precisos que la erección demandaba para la durabilidad y culminación del trabajo bucal.
Durante el tiempo necesario, Madre Superiora, experimentada y docta, reajustaba la postura, la presión y el ritmo, en función de la curvatura y las dimensiones del miembro que devoraba. Así como la sincronización exacta de lo antedicho, con el desplazamiento circular de la mano y el longitudinal de la boca, hasta la borrachera de lujuria total, finalizada en un dichoso torrente de vida no nata, que bien era tragado o utilizado como crema facial.
Se decía de Madre Superiora que había algo inquietante en ella y en las novicias que tenía a su cargo. A menudo recibían numerosas visitas de hombres de distintas clases sociales, venidos de todas partes del mundo. Sin ir más lejos, fue sonado en especial el día en que al monasterio acudieron los afamados adoradores del cetro.
La llamada carnal no hay que comprobarla, se demuestra sola, es real. La del ser supremo está más sujeta a dudas. Muy serias dudas. Esa madre superiora simplemente ha seguido el camino de la naturaleza. Y vaya talento.
ResponderEliminarA Dios gracias que siguió sus impulsos carnales.:))
EliminarY cuántos curas y monjas, aún haciéndose pajitas. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarQuién sabe de verdad lo que ocurre en esas sacras construcciones, de puertas para adentro. A mí no me engañan...:)
Eliminar¿Tienes la dirección de Madre Superiora?
ResponderEliminarPor supuesto. Pero no se puede contactar con ella por los canales normales.
EliminarCabro, ¿esa madre superiora es la que parió al pato negro? En cualquier caso merece estar en los altares.
ResponderEliminarJajaja, desde luego, la madre que parió al pato negro no es una madre convencional.:))
EliminarYa lo dice el refrán A Dios rogando y con el mazo dando :)
ResponderEliminarCon madres así quizá uno estaría dispuesto a creer, jajaja
EliminarSin duda ella tiene el poder. El verdadero poder.
ResponderEliminarLos caminos del señor son inscrutableness y no deben discutirse. No tiene sentido que Dios nos haya puesto tantos agujeros y tantos puntos ges para luego decirnos que no hagamos nada con ellos, ¿no?
ResponderEliminarEsa es la clave. Muy bien visto.;)
EliminarYa me preguntaba cómo sería una historia erótica-blasmefa desde la perspectiva de Cabrónidas. A ver qué otras aventuras vive esa monja con los adoradores del cetro porque tiene pinta de saga.
ResponderEliminarJajaja, eres todo un visionario, S. Abraján. Algo sacaré, aunque no se muy bien qué todavía.
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