Tú eras una mujer que cada vez que sudabas apestabas a huevos podridos. Cuando el que sudaba era yo hedía a pescado varios días muerto. En tu caso se debía a una irregularidad genética de tus glándulas sudoríparas. En el mío a una alteración bioquímica de mi enzima hepática. El caso es que desde nuestro alumbramiento, esas enfermedades indoloras y de singular terminología nos habían condenado a una existencia de soledad y rechazo.
En el ocaso de un día impensado, nuestras vidas cincuentenarias se cruzaron en un lugar boscoso y alejado que frecuentábamos para desconectar del repudio social. Como transpirábamos un poco, de inmediato nos reconocimos, sin palabras, como dos almas señaladas por el mismo infortunio. Y allí mismo sin intención alguna de contenernos, consumamos por vez primera nuestra necesidad natural de apareamiento.
A los primeros movimientos pélvicos ya nos habíamos empapado el uno del otro, con lo cual varios animales ya nos habrían olfateado, aunque sin riesgo alguno de acercamiento, ya que la maloliente exudación nacida de nuestro deseo, salvo para nosotros, era mortal para el resto de criaturas.
Con total entrega y al amparo de una noche suave de luna, nos fuimos conociendo centímetro a centímetro. De la salvaje agitación de nuestros cuerpos emanó una brumosa miasma que se extendió a lo ancho, ennegreciendo el claro mullido en el que yacíamos. Y a lo alto, truncando el aleteo de algunos pájaros cercanos, que caían fulminados sobre la hierba muerta mientras las alimañas lejanas aullaban y gemían.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se abrieron paso entre la niebla matutina, hasta encontrar nuestros cuerpos desnudos en posición fetal, cara a cara, renacidos en medio de un silencio imperial.
Un climax de fluidos bucolico-veraniego? :))
ResponderEliminarClaro. Ahora han subido las temperaturas de nuevo.:)
EliminarEl que quiere estar solo es porque quiere. Si dos así le dan una oportunidad al romance, no entiendo a la gente que dice que lo busca toda su vida sin éxito.
ResponderEliminarCreo que es porque lo complicamos todo. Tenemos demasiados lastres y prejuicios inculcados de forma secular. En cualquier caso, el mal olor corporal, cuando es una enfermedad, y por lo tanto no se erradica con un simple hábito de higiene, propicia la soledad, y cosas peores. Yo no lo he experimentado, pero lo he visto.
EliminarEl mal olor imbécil no se ve se huele
ResponderEliminar¿Qué es el mal olor imbécil?:O
EliminarFuidos extraerogénicos, por encima de los sexuales, para una historia fétidamente bien urdida. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarJajaja, así es. Gracias y otro para ti, Carlos.:)
EliminarMe gusto el relato y me sorprendió. Te mando un beso.
ResponderEliminarMe alegro, gracias.:)
EliminarNo sabría que decirte al respecto. Todos sabemos que hay escritos, que dependiendo de quién los lea, tendrán interpretaciones diferentes. Este, en concreto, habla de dos personas que padecen enfermedades (que existen y las menciono después del vídeo) que provocan la soledad y el rechazo de lo mal que huelen cuando sudan. De tal manera, que siempre han sido vírgenes hasta que se encuentran y se dan cuenta, enseguida, de que no van a poder estar con nadie más que no sean ellos. Así que aprovechan la ocasión.
ResponderEliminarOtro para ti.:)
¡Hola!
ResponderEliminarUn encuentro muy oloroso, sin duda, Dios los cría y ellos se juntan, también tienen derecho aunque tengan una enfermedad y el buen olor no vaya con ellos. Es una relación de narices (las que debes tapar cuando te juntes con ellos).
Un abrazo. :)
Jajajajaja, soberbio lo de "una relación de narices". Pero sí, tienen derecho. Suerte que se encontraron.:))
EliminarNo conocía la existencia de tales enfermedades, que me parecen de lo más cruel. La enfermedad del rechazo.
ResponderEliminarTus personajes han tenido suerte de encontrarse el uno al otro.
Muy interesante.
Mucha suerte. Aunque en la realidad, no sé si entre ellos soportan sus respectivos hedores o también se rechazan.
EliminarAntes se decía que el amor era ciego y sordo, pero al menos sí olía. Ahora parece que ya no.
ResponderEliminarY si huele, como en este caso, tiene que ser entre iguales.
EliminarApestas un poco menos cuando apestas en compañía...
ResponderEliminarSí, ambos no pueden estar con nadie más que no sean ellos.
Eliminar¿Y quién decidió las cosas que huelen bien y las que huelen mal? A mí me gusta el olor a huevos podridos :) Me voy al monte para ver si encuentro alguna incomprendida bromhidrosídica perdida entre los pinos.
ResponderEliminarSigue el rastro de la hierba muerta y ennegrecida. :))
EliminarHola Cabrónidas, me encantó tu relato. Hace muchos años conocí a una mujer que, aunque la vieras acabada de bañar, olía muy mal. Era una pena porque ella en realidad se esforzaba por estar limpia pero su cuerpo no la ayudaba. Siempe pensé en lo horrible que debía ser para ella esta situación. Después de un tiempo le hicieron una operación que la "curó". Me encantan tus protagonistas, amándose en medio de esos olores imposibles para otras personas y hasta para otros animales. Saludos.
ResponderEliminarHola, Ana. Me alegro que te gustara y aún más por tu conocida. Es una realidad de la que muchos desconocen su existencia.
Eliminar¿No dicen que el amor es ciego? Pues en el mundo amoroso del ciego, el tuerto y la estrábica son los Reyes ;)
ResponderEliminarY si logran conectar las miradas ya es la hostia.:)
EliminarPara ellos la espera valió la pena. Hay quien nunca se cruza con su media naranja, la horma de su zapato,...
ResponderEliminarBesos.
Dado el hedor que desprendían, no podía haber sido de otro modo. Era entra ellos dos o nadie.:)
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