Él volvía a ser un desempleado y ya no tenía tiempo ni recursos para opositar. Su único aliciente era recurrir a las apuestas del Estado, y esperar a que el hada dorada de los sueños inalcanzables lo tocara con la varita mágica de los billetes y las posibilidades.
La ciudad ya no estaba sofocada, pero el verano parecía resistirse a morir. Era tozudo como nosotros, pero todo está sometido a una invariable ley natural. El verano moriría en favor del ciclo de estaciones al que pertenece para luego volver, y nosotros moriríamos para no regresar jamás.
Los días pasaban y él vivía en un continuo estado de rotación y desánimo. Rotaba sobre sí mismo en su lecho, inmerso en sus largas noches de insomnio, desesperado por la precaria situación de sus circunstancias, que lo tenían contra la pared sin apenas margen de movimientos.
Un día amaneció descartando a la suerte, no por buena o mala, sino por inexistente, y se reencontró con el mundo de las letras, que de nuevo aceptó como única salida. Ellas siempre estaban ahí, esperando tras los periodos de ansiedad y las desavenencias consigo mismo, encendidas en su monitor, pálido como una luna creciente.
Se dio cuenta de que seguía apreciando el talle elegante y presumido de una serifa, y la claridad sobria y estilizada de una helvética. Que aún le interesaba todo lo que podían contarle si las combinaba, ya fuera con vanagloria o modestia, en un párrafo equilibrado.
Quizá todavía era demasiado pronto para rendirse.
Me gusto el relato y el video. Te mando un beso.
ResponderEliminarMe alegro, gracias.
EliminarTe encuentro hoy lírico y melancólico. Aunque compartiendo con el mundo bloguero dos cosas: que estamos en extinción y que nos gustan las letras. Lo de las letras tampoco va camino de ser una afición popular.
ResponderEliminarQué va. Va a menos.
EliminarDe Chafardero:
ResponderEliminarEs una buena terapia la escritura, sirve para lidiar con los demonios que llevas dentro. Y quién sabe, igual te haces rico.
Saludos
Jajaja, no creo. Pero al menos enriquece.
EliminarEsta entrada me ha encantado por lo bien escrita que está, por esas imágenes metafóricas entre el rotar de las estaciones y el rotar del protagonista. Las personificaciones como: "La ciudad ya no estaba sofocada". Porque he aprendido una palabra nueva como "serifa", de talle elegante y presumido. Y sobre todo porque cuando uno toca fondo, si le acompaña el mundo de las letras, puede ser un salvavidas.
ResponderEliminar¡Muy buena introspección! Cuando pasas por los blogs y, de repente, encuentras una joya como esta, te alegra la mañana.
Un gran salvavidas sin duda. Genial que te haya gustado; muchas gracias.
EliminarCabro, gracias a ti y al tío google he conocido lo que es una serifa y una helvética. Yo escribo a pluma y sobre papel (soy antiguo) y, aunque he descubierto que antes era más serífico que helvético, ahora he cambiado mi estilo, por cuestión, supongo, de rapidez y de disminución de pulso. Hoy soy más helvético que serífico (aunque en el teclado del ordenata soy fiel a Arial :)
ResponderEliminarYo no puedo resistirme a la tipografía Georgia, mi preferida de las serifas. Aunque en mis principios blogueros utilicé la Arial.:)
EliminarNunca es demasiado pronto para rendirse, pero para muchos ya es demasiado tarde para hacerlo.
ResponderEliminarSí, las fuerzas y la voluntad no son ilimitadas. A veces ni con eso siquiera basta.
EliminarEs que la rendición siempre la tienes disponible, puedes rendirte cuando quieras, por eso es mejor postergarla siempre un poco, buscar las armas disponbles, aunque sean la de los perdedores...
ResponderEliminarSiempre se puede postergar, pero se corre el riesgo de acabar luchando en una batalla que, perdida desde hace tiempo, ya no nos corresponde luchar.:)
Eliminaralgunos te dirán que toda lucha merece la pena, pero sí, a veces acabas igual de derrotado, pero más cansado :)
ResponderEliminarRendirse? Es la última opción mientras nos quede la palabra.
ResponderEliminarSiempre podemos posponer la visita al abismo, si tenemos el teclado cerca.
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