Ya es lunes de madrugada. Pesadez de párpados, ojos cansados y otro libro leído. Por cierto, en este mismo momento de quietud y soledad, os comunico que la mierda aviar es corrosiva. Más de lo que creía, quiero decir. Tardé demasiado o no limpié demasiado bien la defecación que cayó sobre la funda de mi libro electrónico. Justo en la zona de impacto hay una merma, sólo perceptible si miras con lupa.
Tampoco es de extrañar. Fijaos lo que hacen las deposiciones venidas del cielo con la pintura de las carrocerías, las estatuas y las fachadas de los edificios, si permanecen sobre ellas el tiempo suficiente. Todo se deteriora de una forma u otra. Nada permanece, la corrosión es real y la mierda es ley.
La noche muere con lentitud al mismo tiempo que la mañana nace. Mientras, Gutalax llena mi santuario con sus cadencias de retrete y aguas residuales, no aptas para gente prejuiciosa y sensible. Con total carencia de escrúpulos me advierten sobre las malas artes de la industria alimentaria. Sin duda te escribo en una particular noche de asociaciones, y eso que el perro del vecino lleva días sin hablarme.
Quizá la fuerza oscura se ha buscado otro cuerpo en el cual manifestarse; quizá algunos todavía recuerdan los estragos cometidos por El Hijo de Sam. En cualquier caso, para no acabar abundando en el guano y la gallinaza —que nunca se sabe—, os deseo buenas noches, o buenos días para quienes el lunes será más una maldición que un proyecto.
Para el resto, feliz insomnio o estado de catalepsia.