Estamos a principios de septiembre y han bajado las temperaturas; qué bien. Eso no cambia que donde vendo mi tiempo siga haciendo un calor que te abrasa las pestañas.
Siempre que finalizo las vacaciones y tengo que volver a la esclavitud moderna, los biorritmos se me ponen del revés y me desvelo en mitad del sueño. Estoy padeciendo episodios de insomnio jodón en los que, si consigo dormirme, me despierto a las tres de la madrugada montado en cólera y magnificando los problemas más nimios.
De pura desesperación, en lugar de ir a la farmacia a darle beneficios a una multinacional, he recurrido a un episodio de Barrio Sésamo donde el conde Draco explica, entre rayos, truenos y siniestras carcajadas, que para conciliar el sueño hay que contar ovejas una por una. Pero ni así: las muy putas se atropellan unas con otras como el público en un concierto de hardcore, y así no hay quien cuente una mierda. Y además me enfado más que cuando me desvelo. Pero ayer di en el clavo.
Sobre las tres y media de la madrugada, sin motivo aparente, me desperté con la furia homicida de un Berserker y a punto estuve de cometer una locura, pero opté por tumbarme de nuevo en la cama y apaciguar la respiración. Entonces entrecerré los ojos e imaginé que el palacio de La Zarzuela y sus inmediaciones, estallaban. Aquel descaro de opulencia se volatilizaba en una bella explosión de tonalidades rojizas, amarillas y anaranjadas. Cuando desperté, caí en la cuenta de que había dormido con placidez sin ningún tipo de sobresalto.
Para los próximos días y hasta mi jubilación, quiero dormir como un bebé sedado, por lo que ya tengo elaborada una lista inductora del sueño con mis próximos objetivos: el Vaticano, la Casa Blanca, el Palacio de Westminster, la Moncloa, el Kremlin, el Palacio de Bellevue, el Palacio del Eliseo, Palacio Nacional de México, la mezquita Masyid al-Haram, el Castillo de Praga, todas las iglesias y palacios de justicia del planeta… Todo sea por mis biorritmos maltratados, pero qué triste que para dormir tenga que imaginarme un mundo hecho a medida.
En fin, a ver qué destruyo esta noche.