En las noches de verano me gusta andar por los alrededores del barrio. Justo en este momento, llego a lo que antes era un descampado silvestre y ahora es una zona urbanizada con ladrillo especulado. Una gran mole de pisos carísimos a medio construir, en los que se hospedarían todos aquellos esclavos precarios que tuvieran la osadía de comprometer su futuro y el de sus hijos, más la pensión de sus padres de seguir vivos.
Muchos de aquellos compradores de ilusión se quedaron sin su sueño, a medio camino en medio de nada. Me enfurezco un poco y sigo avanzando hasta dar con zonas, todavía salvajes, que se resisten a la voracidad capitalista. Por el momento no han crecido en ellas senderos de cemento, farolas sin electricidad, jardines de césped artificial y fuentes de agua reciclada un millón de veces. Por el momento la estafa inmobiliaria no ha podido con ellas. Esta vez sonrío un poco.
A unos trescientos metros hay una zona elevada a la que decido ir. Está un tanto concurrida para mi gusto. Pero al menos no por esa clase de indeseables que practican la contaminación acústica y medioambiental. Parece ser que no soy el único que de vez en cuando necesita alejarse. Desde mi posición remota diviso el puto cuartel de la puta Guardia Civil, y siento algo que no sé muy bien qué es. Desde luego no es simpatía y respeto. Y más allá, la casa de todos.
La última morada en la que habitaremos, por la que se suceden en perfecto orden y cierta estética siniestra, todo un ornato mortuorio de sepulturas, nichos y panteones, que en esta noche tibia de julio desprende una soledad beatífica, que nada tiene que ver con la del resto de la ciudad iluminada, ahora dormida y siempre decadente, habitada por muertos que se creen vivos porque respiran.
Nunca será esta la ciudad de los sueños, como nunca lo será ninguna. Y quizá por eso cada noche tardo más en regresar a ella. Por eso siempre me quedo aquí hasta ser el último de los caminantes. Respirando solemnidad, apoyado en un árbol con los ojos cerrados, más tranquilo de lo que podré estar jamás, rodeado del arrullo monocorde de las cigarras.
¿De los sueños de quién?. De repente hay que perderse y alargarlo todo lo que se pueda.
ResponderEliminarLos sueños de cualquiera que quiso mejorar.
Eliminar"Muertos que parecen vivos"... "Compradores de ilusión"...
ResponderEliminarContrasta con el título de Noches Tibias de Julio. Desazón y un poco de luz se percibe en esos ojos cerrados mientras el árbol lee los pensamientos. Percibo un blanco y un negro a la vez.
No hay nunca lo uno sin lo otro.
EliminarLas ciudades son jaulas de quien un día soñó que era una posibilidad de libertad...jaula, jaula, jaula...
ResponderEliminarSí, jaulas muy grandes. Aprecias su tamaño cuando las observas desde lejos.
EliminarCabro, te invito a pasar una temporada en mi cabaña del monte. Sin agua, ni luz, ni gente. Allí soy más conejo o espliego que humano. Y nunca llegará la especulación urbanística.
ResponderEliminarDesde luego, estoy tentado. Es un lujo disponer de algo así.:)
EliminarAquí tenemos suerte, en dos zancadas estás en pleno monte, las especulación se confina a los reductos urbanos o costeros pero siempre en pequeño, son las ventajas del Noroeste, los gallegos siempre fueron dispersos ; ) Me ha gustado mucho este tema, otro que se entiende de maravilla ( Además Reincidentes tiene mucho mérito, pocos grupos llevan en este país más de 30 años al pie del cañón, sin casarse con nadie. Mil gracias : )
ResponderEliminarGracias a ti y a disfrutar de las zonas agrestes.:)
EliminarLa noche tibia es más soportable lejos del asfalto, ahora entiendo lo de tu romance con el verano. Y si encima la compartes con gente tan poco molesta como esa a la que ya le caducó la existencia, todavía mejor. Espero que sigas disfrutando de las chicharras y no aparezcan los mosquitos.
ResponderEliminarCreo que a estas alturas los mosquitos ya me conocen y me dejan tranquilo. No del todo, pero sí lo suficiente.:)
EliminarHay veces que la vida parece empeñada en llevarnos por un camino por el que no queremos ir, nos toma del cuello y nos arrastra, nos hunde en obligaciones, deduas y mierdas hsta que sólo podemos pensar en eso, en sobrevivir...
ResponderEliminarY eso que yo no tengo verdaderos problemas. Incluso logré pagar sin penurias mi nicho vivienda hace ya unos años. Pero cuántos dramas ajenos presencié en el camino que no pueden decir lo mismo.
EliminarEspero que a nadie se le ocurra mejorar o modernizar los cementerios y dejen de ser los lugares tranquilos que son.
ResponderEliminarBesos.
Yo también lo espero, pero... Ya sabes, el ser humano se supera día a día...
EliminarBueno son esos paseos, e tiempos tan calurosos, porque no permiten sentirnos vivos. DSaludos. Carlos
ResponderEliminarAsí es Carlos. No hay que perder la conexión con el bosque.:)
EliminarA pesar de tantas quejas contra la vida moderna, casi nadie se atreve a irse a vivir desnudo a la selva a ver si así mejora en algo.
ResponderEliminarJajajaja, ¿qué iba a mejorar la desnudez?
EliminarAsí funciona la cosa,y así funcionará: los que pueden aspirar a la tranquilidad y a la privacidad aceptan gustosos pagar fortunas por un pedazo de paraiso, y es lo desorbitante del precio lo que mantiene alejados al resto de los mortales.
ResponderEliminarPara los demás, lo de menos.
Cierto, y lo llamaron estado del bienestar.
EliminarEl daño que hizo ese ladrillo especulado también me enfurece, pienso que hay que buscar salida y que aunque no todos salimos igual de malparados, seguimos, rectificando en ocasiones y manteniendo lo que nos da soporte.
ResponderEliminarDesde la distancia es más fácil hacerse una idea global. Y en los lugares en los que no se respira tensión, se oxigena más el cuerpo y la mente creo yo.
Está bien el video de Reincidentes, yo pienso que los sueños tienen su función y que hemos avanzado en algunos aspectos gracias al sueño y tesón de alguien.
Buena jornada por delante Cabrónidas, besos!!
Digamos que está bien soñar, pero tampoco hay que olvidar que en la vida real también hay pesadillas. Gracias e igualmente.:)
EliminarSi se pueden apartar de la cabeza las pesadillas, sé que es bien difícil para que vamos a engañarnos, pero si se consigue, hay más claridad y más posibilidades de remontar creo yo.
EliminarVes? Yo por eso vivo en el campo. Y defiendo mi pequeño reino con uñas y dientes, libre de cemento innecesario. No cambio la siesta en silencio bajo mi morera , mientras escucho el sonio del aire moviendo las hojas y los pocos pájaros autóctonos que resisten como verdaderos guerreros... ni las noches a oscuras . Manda huevos... no te imaginaba yo acompañado de la buena musica de unas cigarras... ;P
ResponderEliminarTrato de mantener a toda costa mi conexión subliminal con el campo. La ciudad nunca me doblegará por más que se empeñe.:)
Eliminar¿Y en el camposanto estuviste fresquito? Es por acercarme yo misma esta noche... desde la burbuja inmobiliaria en 2008, y ahora con los airbnb, a mejor no iremos; la gentrificación y la globalización lo han ido copando todo. Pronto para respirar ni a Marte... Da ascopena todo :(
ResponderEliminarMás que fresquito, estuve tranquilo, insonorizado de lo mundanal. Aunque en los próximos días, si hay pura calor, no descarto pegar la cara y algo más a un frío nicho; con permiso del que reside, claro.:)
EliminarCon esa crisis siempre me pregunté si los sueños los tenemos realmente o nos lo impone la sociedad para que sigamos siendo parte de ella sin que nos preguntemos si eso es realmente lo que queremos. Mientras existan los camposantos para ir pensando...
ResponderEliminarUn beso!
Quizá es más lo segundo que lo primero.;)
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