En el centro comercial es donde el desempleado se toma su café con leche. Hoy dispone de unas monedas y decide aprovechar. Las mañanas de julio siguen siendo cálidas pese al descenso de las temperaturas. Nada parecido a su estado anímico, piensa.
En el centro comercial hay un bar y una zona de recreo. El desempleado recuerda cuando en el bar podía comprar droga blanda y una de las drogas más duras que existen. Nadie se molestaba por ello, a no ser que consumieras la droga blanda dentro del establecimiento, puesto que hace años que está prohibido. También hay opio visual, prensa sectaria de derechas y prensa tendenciosa de izquierdas.
Hace tiempo que esto último dejó de importarle.
Más allá, en la zona de recreo, por un euro hay un caballito que trota durante medio minuto y un cochecito que no va a ninguna parte. El desempleado ve cómo una madre castiga a su hijo pequeño. Ni él ni el pequeño saben si es por caerse o por caerse donde no debe. Al parecer, el niño llora por la bofetada, no por la caída. El desempleado piensa que la madre está amargada. Luego cree que es estrés. Puede que el padre del pequeño también sea un parado de larga duración, y el recibimiento que le espera a la madre es más de verdugo que de marido. Pero qué sabrá él. Los que sí deben saberlo son los vecinos. Esos que siempre callan porque nadie es valiente.
Ahora son las once. En el centro comercial hay unos cuantos guardias de seguridad. Dos de ellos recelan de una mujer y una niña que hurgan en los contenedores de basura. Al verlos, el desempleado se pregunta cuándo agotaron su dignidad, cuánto tiempo le queda a la suya y cuándo empezará a experimentar la verdadera desesperación. El desempleado intenta no pensar en ello, pero no puede evitar un estremecimiento cuando ve al tipo de al lado vaciar su cartera en la máquina tragaperras como agua por un sumidero.
En un acto reflejo, uno de los guardias se lleva la mano al pinganillo de la oreja izquierda. Al momento siguiente le hace un gesto a su compañero y ambos echan de malos modos al mendigo enjuto que hay en la entrada. Han recibido una orden, y es que hay cosas que no se pueden tolerar.
Ahora, el acceso al centro comercial está limpio, que es lo importante. Listo para que su interior sea transitado por cientos de personas entrando y saliendo con sus alegrías y tristezas; sus triunfos y sus derrotas. De repente, el desempleado siente unas ganas imperiosas de largarse de allí. Ya no es por la música ambiental, ligera y nauseabunda. Ni por sus grandes cristaleras por las que entra un sol que abrasa las retinas. Tampoco por el rumor odioso de las rampas eléctricas descendiendo a las entrañas del complejo. Ni por los tubos serpenteantes de ventilación vomitando todo tipo de inmundicia microscópica.
Echa de menos algo a lo que aferrarse. Puede que una mujer que no lo deje cuando las cosas vayan mal; una amistad que no le dé la espalda; un trabajo de más de dos semanas; fe en algún dios, en algún equipo de fútbol. Ese tipo de cosas que hacen la vida más llevadera a las ovejas del rebaño más afortunadas que él. Y es entonces cuando llega la tristeza, cada vez más aplastante. La misma que devorará a familias que dejarán de ser tales antes de que acabe el año. A mujeres solas, rotas por dentro. A hombres solitarios y desengañados. A escandalosos niños y niñas que descubrirán demasiado pronto el sabor de sus lágrimas. A risueños chicos y chicas que nunca podrán emanciparse. Y hasta a los viejos y viejas que les robaron el parque que ahí hubo una vez.
Así es como vuelve el desempleado a su piso minúsculo, pendiente de desahucio, bajo el sol resplandeciente de julio. Sin nada que perder y nada que esperar. Cada día más pequeño, caminando por la acera rota dirección a su barrio empobrecido y deprimente, de papeleras quemadas por adolescentes descreídos. Esquivando las cagadas de perro y evitando las miradas como la suya, abismos de incertidumbre.
Duro... Está mal pensar que el mundo es, irremediablemente, una mierda?
ResponderEliminarNo está mal. En cualquier caso, sería una verdad incómoda.
EliminarCuesta asimilar este post. Cuesta por su crudeza y, lo peor: por su realismo. ¡Uff!
ResponderEliminarTodo un cumplido entonces. Gracias.:)
EliminarTu texto es una descripción muy certera de una realidad que solemos ignorar, quizá por temor a que nos alcance sólo por mirarla. Me ha transmitido desesperanza, pura y simple. Una sensación de que una vez iniciado determinado camino no hay posible vuelta atrás. Y de que las cosas no tendrían por qué ser así...
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Ángeles. No existe el mundo ideal, y conviene no olvidarse de nadie. Incluso de ellos, que también están.
Eliminar¡Qué buena esa canción! Amo a Serj, por cierto. Iba a comentar su escrito, pero me quedé pegada con la música.
ResponderEliminarSerj es todo un artista, tanto en SOAD como en solitario. Nadie puede escapar a los registros de su voz.
EliminarQue permitamos que las personas pierdan su trabajo, luego su casa y la vida que consideramos normal nos avisa de que nuestra sociedad está enferma. Lo peor es que la sociedad soy yo, y tú, y cualquiera que lea esto, y hemos normalizado el dejar a la gente tirada porque seguramente no nos sentimos capaces de defendernos, mucho menos defender a otros.
ResponderEliminarLo llamaron estado del bienestar, pero era mentira.
EliminarQue no se sienta solo el desempleado, que hay muchos como él.
ResponderEliminarBesos.
Y más que habrá...
Eliminar¡Qué durísima es la vida de esta gente! Y qué pronto los olvidamos, como si se volvieran invisibles. Creo que nos estamos volviendo insensibles al dolor ajeno. Lo has dibujado de maravilla. Es increíble la facilidad que tienes para meterte en la piel de todo tipo de personajes. Enhorabuena! Y qué grande Serj Tankian ! tiene una voz muy especial. Los armenios tienen algo con la música, en realidad lo conocí por otro, Ara Malikian, de hecho este tema que has colgado hoy, lo ha hecho en versión sinfónica pero me gusta mucho más esta versión. Gracias! por todo lo que nos has regalado hoy. Besos!
ResponderEliminarAunque no sirva de nada, conviene no olvidarlos. No conocía a Ara Malikian, pero hay mucho talento en esa tierra, por lo visto. Serj hace muchas versiones acústicas o sinfónicas de sus propios temas en los cuales hay distorsión en las guitarras. Un tipo que ya en SOAD estaba y está muy comprometido con injusticias y desigualdades sociales. Gracias a ti en todo caso.:)
EliminarA menudo me cruzo en el barrio con esas vidas y hasta peores. Nunca desaparecen los perdedores. Puede ser duro pero mirar a otro lado no hace que desaparezcan. A veces he hablado con los de la vertiente sin techo que lo pasan peor y algunos tuvieron una vida mejor que la tuya y la mía. Y no creyeron que les pasaría eso. Buff
ResponderEliminarSí, creemos que a nosotros no nos va a pasar, pero todos estamos en ese tablero de resultados imprevisibles. Cuando has cruzado esa línea, la mayoría de veces ya estás perdido.
EliminarNos creemos que estamos muy lejos de esa realidad y, ya ves, en el fondo un poco de mala suerte y un puñado de malas decisiones y ya no vuelves a ponerte en el camino... Por eso los seguratas "limpian" el centro comercial, no quieren que esas verdades incómodas nos recuerden lo poco que somos y dejemos de consumir...
ResponderEliminarSí, todo tiene que parecer perfecto y bonito. Y como dice la canción: "¡Que viene el Rey, limpiad la mierda de la ciudad!".
EliminarCrudo y muy real. Me encantó.
ResponderEliminarEn mi ciudad se ven muchos refugiados que se han convertido en mendigos. Es increíble como se les nota más la avidez por un poco de charla que por el euro que piden.
Tienen hambre, por supuesto, pero también sed de vínculos. De recuperar la voz. De ser alguien.
Hola, Martín; me alegro que te gustará. Por desgracia, creo que será una entrada que mantendrá su vigencia con el paso del tiempo.
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