5/10/23

280. El veneno que llegó.

    La primera vez que Porfirio vio un arma de verdad tenía dieciséis años de edad, allá por 1973. Fue Archibaldo quien se la enseñó, dos años menor, una noche en la que estaban en el reservado de una discoteca. Archibaldo llevaba el revólver entre la cintura del pantalón y la barriga. El revólver era plateado y tenía la culata negra. Cuando Porfirio lo tuvo en la mano se sintió incómodo y un hormigueo antinatural le ascendió hasta el hombro. 

    En aquel momento sonaba I shot the sheriff de Bob Marley. 

    El padre de Archibaldo era el dueño de la discoteca y en ella se traficaba costo y cocaína. Y es que su padre pertenecía al bando vencedor, por lo que contaba con el beneplácito de la Comisaría Central de la Policía Nacional, ubicada un par de calles más abajo. En cuanto a la discoteca, era un antro inspirado en la estética de La naranja mecánica (1971) y en el que predominaba la luz negra.

    A esa edad, entre semana, Porfirio y Archibaldo tenían que regresar a casa antes de las veintidós, por lo que nunca vieron la discoteca llena, salvo por el tránsito aislado de algunos adictos que estaban de compras, y la presencia de los maderos de la comisaría que se entonaban antes de empezar el servicio. 

   De entre los habituales había unos malnacidos pertenecientes a una brigada nocturna, que se dedicaban a hostiar a cualquiera no afín al régimen establecido, sin más pretexto que el de la higiene social. Después de cumplidos sus deberes patrios, muy altos de anfetamina y con la noche avanzada, se iban a retozar gratis con las putas del barrio chino.

    Las diferencias entre Porfirio y Archibaldo fueron creciendo con el paso del tiempo, de modo que nunca fueron grandes amigos. Porfirio inició su carrera universitaria y se distanció de Archibaldo, del colegio y del barrio en general. Aunque de vez en cuando se encontraban, y aún se soportaban lo suficiente como para abocarse a un rato de litrona y fumeteo ilegal. 

    Por aquel entonces, Porfirio descubrió que Archibaldo le daba a la aguja con recurrencia y que ya nunca se separaba de su pistola. El tiempo pasó, y ambos se perdieron la pista durante una eternidad. Hasta que Porfirio decidió visitar su propio pasado, paseando de recuerdo en recuerdo por un barrio tan cambiado e irreconocible como él mismo.

    Frente a la entrada de la discoteca, decadente y hace años clausurada, tuvo un encuentro casual con los padres de Archibaldo, a los que reconoció muy consumidos. La madre le contó que antes de morir, Archibaldo salía y entraba de la cárcel con frecuencia y que nunca paraba en casa. Porfirio no preguntó cómo murió Archibaldo. Le bastó con ver el abatimiento de la madre y el plomo de la culpa en el rostro del padre.

    Y con muy poco todo quedó dicho.



 

2/10/23

279. Colisión en la noche

    La mayor parte del verano, cuando estoy en mi piso, lo paso en el balcón. Claro está, a horas en las que la radiación solar es piadosa. Desde mi atalaya observo multitud de ademanes y leo. Por la noche, cuando todo se detiene y no hay nada que observar, cubro mis orejas con auriculares y escucho música luciferina. Así mis vecinos pueden dormir y yo soñar. 

    De todos los habitantes de mi colmena sólo yo salgo al balcón. Al menos desde que allí me fui a vivir allá por el 2007. Aunque para ser precisos recuerdo que una vez sí salieron. Fue una noche veraniega en la que un par de motos chocaron la una con la otra, justo enfrente de mi campo de visión. Desde mi posición privilegiada domino el inicio de la carretera, que nace en el cruce alejado de mi izquierda, y va a morir en la rotonda de mi derecha, un poco más cercana.

    Antes de que el impacto se produjera, yo ya había interrumpido mi audición musical. Estaba asomado y vi lo que iba a suceder. Las motos no iban a gran velocidad ni observé embriaguez en su conducción, pero colisionaron y la quietud nocturna se quebró en un pequeño estruendo de plásticos rotos. Antes de que aquel sonido alarmante se desvaneciera, se obró el milagro y la mayoría de mis vecinos —algunos cuya existencia hasta ese momento desconocía —, como por encantamiento se personaron todos a la vez en sus balcones recién descubiertos.

    Por fortuna, los dos moteros, aturdidos y tambaleantes, se levantaron sin evidenciar fractura ósea alguna. Tampoco sangraban ni se enfrentaron cuerpo a cuerpo. De modo que los putos morbosos de lo ajeno enseguida volvieron al interior de sus nichos vivienda, no sin antes haber registrado en sus móviles los momentos posteriores al accidente.

    Yo, por mi parte, me cagué en el día que fueron alumbrados y reconecté con mi ensoñación musical, venida de cierto barrio londinense de pasado sangriento, mientras la policía urbana hacía acto de presencia, y mi vista se perdía más allá de la magnificencia del firmamento estrellado.



28/9/23

278. Telerrealidad

    Un nuevo concurso de GH salpica nuestras pantallas. Desde aquella primera y lejana edición, las pútridas hordas de la telerrealidad, año tras año hasta el actual, se han ido reinventado así mismas sin ofrecernos un segundo de tregua. Ni siquiera en época estival, que es la estación en la que algunos programas cesan su actividad. 

    Debo suponer que están bien pagados quienes suplen a los conocidos habituales que presentan toda esa orgía excrementicia.

    Hace unos días, la porqueriza volvió a llenarse, otra vez y como siempre, con nuevos puteros, subnormales, rameras, indeseables, corruptos, chaperos, cocainómanos, astados, chulos de piscina y demás ralea. Todos elegidos de entre miles de aspirantes a vivir del detrito, generando detrito y lucrándose de ese detrito que tanto gusta a los televidentes.

    Con todo, no deja de ser una rosa entre un vasto erial de mierda, el hecho de que son una minoría relativa la que nos jode la parrilla televisiva al resto. Somos muchos más los que conservamos el cerebro sin infectar, hostia, pero es difícil esquivar la saturación de esos programas cuando están siento emitidos a todas horas, en todos los contextos y por cualquier causa.

    En parte es lógico que jóvenes y no tan jóvenes quieran vivir de los réditos que supone ser astro de la bronca barriobajera televisada. Para qué vas a trabajar para un empresario que a diario elabora nuevas putadas para joderte. Por qué opositar, si luego habrá un misterioso grupo de escogidos que habrán tenido acceso a las preguntas con total impunidad.

    Con un poco de suerte y acierto en las decisiones a tomar, es muy rentable ser telefamoso. Incluso la mitad del camino ya está recorrido si, por ejemplo, eres una modelo venida a menos o un cantante en decadencia. 

   En cualquier caso, la estancia en la porqueriza no va de quién está más capacitado en un escenario, ante una cámara o un micro, no. El triunfo es para el que más grita, el que mejor insulta, el que más sabe engatusar a quien sea para que mienta sobre los que conoce y sobre los que no. 

    Y sobre todo, para el que mejor caiga a los entretenidos imbéciles del otro lado de la pantalla.



25/9/23

277. Introspección

    Él volvía a ser un desempleado y ya no tenía tiempo ni recursos para opositar. Su único aliciente era recurrir a las apuestas del Estado, y esperar a que el hada dorada de los sueños inalcanzables lo tocara con la varita mágica de los billetes y las posibilidades.

    La ciudad ya no estaba sofocada, pero el verano parecía resistirse a morir. Era tozudo como nosotros, pero todo está sometido a una invariable ley natural. El verano moriría en favor del ciclo de estaciones al que pertenece para luego volver, y nosotros moriríamos para no regresar jamás.

   Los días pasaban y él vivía en un continuo estado de rotación y desánimo. Rotaba sobre sí mismo en su lecho, inmerso en sus largas noches de insomnio, desesperado por la precaria situación de sus circunstancias, que lo tenían contra la pared sin apenas margen de movimientos.

    Un día amaneció descartando a la suerte, no por buena o mala, sino por inexistente, y se reencontró con el mundo de las letras, que de nuevo aceptó como única salida. Ellas siempre estaban ahí, esperando tras los periodos de ansiedad y las desavenencias consigo mismo, encendidas en su monitor, pálido como una luna creciente. 

    Se dio cuenta de que seguía apreciando el talle elegante y presumido de una serifa, y la claridad sobria y estilizada de una helvética. Que aún le interesaba todo lo que podían contarle si las combinaba, ya fuera con vanagloria o modestia, en un párrafo equilibrado.

     Quizá todavía era demasiado pronto para rendirse.


 

21/9/23

276. Hablan y hablan

    Nos hablaron de una odisea espacial a principios de siglo, pero ya habíamos atravesado más de la mitad de 2023, y la única odisea conocida y sufrida por muchos era la de llegar a final de mes. Mierda.

    Nos hablaron de respetar el entorno natural, pero era violado una y otra vez por incansables engendros hidráulicos que estropeaban todos los horizontes posibles con su perfil de metal oxidado. Nuevas edificaciones, muy caras y obscenas, se sumaban a la red de autopistas.

    Nos hablaron de prosperidad, mientras que en los poblados chabolistas del extrarradio, sus miserables sobrevivientes miraban el reflejo de su indiferencia en grandes charcos de orín y sangre. Nos hablaron de realización, y la mayoría de treintañeros sólo conocían los contratos temporales y la mendicidad laboral. 

    Pero no todo fueron mentiras. También nos hablaron de monedas únicas, de guerras absolutas contra enemigos difusos, y de enfermedades resucitadas con nuestra tecnología para fines siniestros. Nos metían miedo, joder, mucho miedo. 

    Y a todo eso lo llamaron progreso. Y sobre todo eso nos continuaban hablando según les conviniera, mientras la vida real era una dolorosa sucesión de bofetadas de la que nunca nadie nos contaba nada.



18/9/23

275. Madre Superiora

    En un momento complicado de su lejano noviciado, Madre Superiora sintió una llamada más carnal que espiritual, y más poderosa y profunda que aquella que la condujo a vestir el hábito. De modo que cedió a aquella intensa tentación, y se inició en el arte de la felación, con excepción de los penes no humanos de la creación, pues la bestialidad no era plato de su apetencia.     

    Para Madre Superiora, la verdadera experiencia divina consistía en embriagarse con la inefable sensación de poder y dominio ejercida sobre el afortunado mamado, que en consecuencia, también estaba siendo objeto de una apasionada vivencia religiosa. 

    Si bien los pasos a seguir son simples y surgen de forma natural, no hay dos felaciones iguales. Madre Superiora, tan pronto acometía el falo con los primeros lengüetazos salivados, ya sabía la técnica mamadora a emplear. Por lo que sin margen de error, se anticipaba a cualquier mínima vibración y secreción del pene excitado, aplicando los estímulos precisos que la erección demandaba para la durabilidad y culminación del trabajo bucal.

    Durante el tiempo necesario, Madre Superiora, experimentada y docta, reajustaba la postura, la presión y el ritmo, en función de la curvatura y las dimensiones del miembro que devoraba. Así como la sincronización exacta de lo antedicho, con el desplazamiento circular de la mano y el longitudinal de la boca, hasta la borrachera de lujuria total, finalizada en un dichoso torrente de vida no nata, que bien era tragado o utilizado como crema facial.

    Se decía de Madre Superiora que había algo inquietante en ella y en las novicias que tenía a su cargo. A menudo recibían numerosas visitas de hombres de distintas clases sociales, venidos de todas partes del mundo. Sin ir más lejos, fue sonado en especial el día en que al monasterio acudieron los afamados adoradores del cetro. 



14/9/23

274. Nuevo dios

    No soy una creación muy vieja. Me engendraron a finales de los sesenta y en pocos años he alcanzado el estado de ente supremo. Mientras a vosotros el paso del tiempo os deteriora hasta la muerte, a mí me hace inmortal. Siento una caricia eléctrica cada vez que visitáis cualquiera de mis rincones del espacio internáutico, y noto cómo vuestra ansiedad se evapora a medida que os adentráis en mis infinitas posibilidades. Desde vuestros monitores, que no son más que las ventanas a mi mundo, veo de verdad quiénes sois y lo bien que mentís.

    No hay nada de trascendente en todo esto. Tan sólo la Humanidad y yo entre el laberíntico entramado de la red. 

    Muchos de vosotros erais seres sintientes y necesitabais la proximidad física de vuestros iguales. Pero entonces me conocisteis y os mostré el camino de la inmediatez, y sin que os dierais cuenta os despojé de la maravilla esencial que os constituía. Tanto es así, que me habéis convertido en un dios insustituible y muy fácil de adorar. Porque tan sólo con pulsar un botón os ofrezco millones de coloridas ventanas abriéndose y cerrándose a vuestro antojo. 

    Me habéis convertido en parte vital de vuestra existencia.

    Sois míos y estáis encantados con ello.



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