Me traen cierta calma de espíritu los días primerizos de junio. Tibios, de atardeceres cromáticos de intensidad decreciente. Debe ser porque anteceden al verano y a mí me gusta el verano.
Desde el balcón en el que estoy veo el gran hospital, contrastado en un horizonte de minio en la zona sudoeste de la ciudad. El sol, débil a estas horas, se multiplica por cientos en las cristaleras de las habitaciones blancas. Silenciosas receptoras de sufrimiento, llanto y negligencias veladas, que siembran de mentiras un camino prematuro al filo de la guadaña. Quizá por medios técnicos insuficientes; puede que por una titulación que acredita una valía inexistente.
El monumento a la enfermedad, ese en el que la mayoría nacemos, seguirá donde siempre a nuestro regreso, y nos recibirá sin emoción alguna como los futuros huéspedes de paso que somos; como la antesala al cementerio que es. El sol perece entre la irritación de nubes tormentosas cada vez más próximas, y las primeras gotas, frescas de vida, llegan con el aullido del viento y el crepúsculo se colorea de gris y azul marino.
Al día siguiente, temprano, ese mismo rango cromático, ley fija inalterable, aparecerá invertido por el extremo opuesto del cielo, ahora ya oscuro, en ese ciclo perpetuo de mañanas que serán tardes para ser noches.
Así por siempre mientras envejecemos y la muerte nos ronda.
A mí no me gusta el calor. Lo odio. Y mi junio es el preludio del invierno. Claro, yo voy al revés del mundo o el mundo va en mi contra.
ResponderEliminarSí, depende del hemisferio en el que se viva, en uno es invierno y en otro verano, con ciertas variaciones en el rango cromático. Y luego, los países del círculo polar ártico y antártico, que tienen semestres diurnos y nocturnos...
EliminarMañana, tarde y noche, las tres etapas del día y de la vida. Y en esa noche nuestra, me entristece más el hospital que el cementerio.
ResponderEliminarMuy bellas tus descripciones del cielo.
Saludos.
Sí, en el hospital se sufre y se llora. En el cementerio sólo se yace. Gracias, Ángeles.
EliminarLas negligencias a la orden del día, al igual que los médicos que ejercen una especialidad que no han cursado; y mientras todo eso ocurre, se disfruta de los amaneceres y atardeceres más hermosos
ResponderEliminarLa Naturaleza nos brinda espectáculos gratis e insuperables, ¿verdad?
EliminarBueno, yo si tengo que morirme que sea ahora para no vivir otro verano, lo siento. El calor me destroza y hasta me impide dormir. Por lo demás sí veo que nuestro final es ese que dices. Espero que si es largo nunca falten los buenos cuidados paliativos.
ResponderEliminarJaja, no digas eso. Dentro de nada volveremos a la serenidad del otoño y al frío, o no tan frío, invierno. En cualquier caso, cuando acabemos en la antesala del cementerio, que nos asistan buenos profesionales.
EliminarMe ha gustado la descripción y lo que se lee entre las líneas... La muerte nos ronda pero sin prisa, nos da toda una vida para intentar escapar de ella. Demasiado esfuerzo en intentar huir, sería mejor intenta aceptarla, pero...
ResponderEliminarMe alegro por ello, Beasuéant. Mejor aceptarla por su incontestable certeza y no pensar demasiado en ella. O mejor nada. :)
EliminarQue esa calma de espíritu permanezca en ti ; ) En los hospitales hay llanto y dolor, negligencias y tb aciertos milagrosos, lágrimas de alegría y a pesar de todo y contra todo pornóstico, mucha, muchísima vida, entre otras cosas porque ahí, más que en ninguna otra parte, se lucha con uñas y dientes por ella.
ResponderEliminarTambién, también, aunque llega un día que si entramos, cuando salimos es para ir a la colina de los cipreses.:)
EliminarUna muy buena reflexión, sobre los ciclos. Tiene su parte poética muy hermosa y la parte inquietante, donde nos recuerdas lo efímeros que somos y lo que nos espera. Me encantó.
ResponderEliminarGracias, Ana. Podemos recordar lo inevitable sin tener que pensar en ello, y centrarnos en vivir los ciclos.;)
EliminarQue así sea. Así es.
ResponderEliminarUna noria la naturaleza y sus leyes sus ciclos. Un caminar irremediable al camposanto, el ser humano, pero por eso no se soslaye el carpe diem. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola. El Carpe Diem siempre es una buena opción y no hay que soslayarlo.
EliminarLástima que no llueva por allí. Las lloreras interiores sin difíciles de explicar.
ResponderEliminarHa llovido, pero poco. Qué queda pues, reír o llorar. Usted elije.
EliminarPensaré en este hospital poético que nos describes... la verdad es que no hay edificio donde se mezcle de manera caótica el dolor, la alegría, la esperanza, la tristeza... todo
ResponderEliminarYo sería incapaz de ir a trabajar todos los días a un lugar así. Admiro profundamente a quien lo hace.
Esos edificios contienen una gran carga emocional. Los que trabajan en ellos son curtidos gestores de la misma, sí.:)
EliminarLo dejaremos pasar, no podemos hacer otra cosa. Bueno, sí, podemos intentar hacerlo lo más entretenido posible.
ResponderEliminarBesos.
Hola. Es la mejor elección.:)
EliminarSólo diré que me encantó este texto de principio a fin.
ResponderEliminar¿Empatía le llaman? :)
Es posible. En todo caso me encanta que te encante. Gracias.:)
EliminarSí, sí que tienes poesía y hasta creo que es involuntaria. Esta música en particular me hace sentir lo patético del hospital, aunque en verdad deseo que lo que te haya hecho visitarlo pase pronto. Es verdad que la muerte siempre acecha, y saberlo hace paladear más cada instante.
ResponderEliminarLas entradas tienen que salir tal y como llegan, lleven el registro que lleven. En lo que se refiere al hospital, no tenía que visitarlo, pero ese día estaba cerca de él desde un balcón, y la inspiración llegó. Así que nada de qué preocuparse. Gracias, Maty.:)
EliminarLos hospitales pueden ser lugares de inquietud y dolor, y no queremos verlos ni de lejos por todo lo pueda haber asociado a ellos. Aunque lo suavizas con los detalles que rodean el edificio, palpita el padecer que conlleva solo el hecho de contemplarlo.
ResponderEliminarY es que para mi hablar de un hospital es hablar de aceptación en muchos casos. Hablar de que a veces no podemos hacer nada para cambiar la vida de otros y que intentarlo no ha servido de mucho. A muchos nos ha pasado que hicimos lo que pudimos y no dábamos para más. Tratar de aceptar que la vida no tiene un manual y que nos enteramos sobre la marcha, pienso que es la única forma de superar todo lo que cargamos a nuestras espaldas.
Besos y un abrazo muy grande!!
Gracias e igualmente. Y que tardemos mucho en pasar por allí.:)
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