Estos tiempos decembrinos son los más contradictorios del año. Por un lado, las afortunadas personas que nunca han tenido que trabajar dicen que tal actividad dignifica. Pero son muchos los esclavos que alguna vez o cada diciembre, han comprado o compran al calvo repartidor de felicidad el consabido papelito esperanzador.
Quizá es preferible no sentirse tan dignificado y que trabajen otros.
Otros privilegiados que en su vida nunca han tenido que hacer cuentas para lo que sea, aseguran que el dinero no da lo que nos vende el calvo. Pero las imágenes televisadas de esclavos humildes descorchando botellas de cava y abrazándose sonrientes muestran todo lo contrario.
Puede que puestos a llorar de infelicidad, mejor hacerlo montado en un BMW M5 CS de tu propiedad que entre cartones.
Con todo, los que tienen que seguir siendo esclavos, y encima hacer malabarismos con su sueldo, siempre recurren al consuelo de que lo más importante es ese tesoro caduco de valor incalculable llamado salud. Y no seré yo quien lo discuta, amén de que la mafia de la industria farmacéutica nos desea una larga vida, pero de enfermedad, en la que tengamos que recurrir, quienes puedan, a sus caros fármacos con receta.
Todo está en el matiz y el contexto, joder.
El matiz y el contexto.