La discoteca, hostia, la discoteca.
Los pertenecientes al servicio de acceso y seguridad, son antropoides de gimnasio que no llegaron a entrar en el cuerpo de policía. De ahí su frustración y sus fulminantes miradas de reojo sin mover el cuello, a no ser que seas el camello o una chica. Tienen la orden de gestionar el aforo mediante la discriminación positiva respecto a ellas: un setenta por ciento de tías y un treinta por ciento de tíos. O el sesenta-cuarenta; nunca al revés.
La sala no se hace responsable de la pérdida o deterioro de tus objetos personales, así como del abrigo que puedas dejar en el guardarropa, con previo depósito monetario, en manos de dos chicas deseables que con fingida amabilidad tratarán de que no se les note el asco en la cara.
Y las camareras, ah, las camareras. Qué casualidad que todas son jóvenes y atractivas como las del guardarropa. No esperes retozar con alguna de ellas, porque rinden fidelidad a la metanfetamina, para aguantar el desgaste de servir copas durante toda la noche a turbas de oligofrénicos sin gracia que las hacen objeto de bochornosa pleitesía.
Y las gogós, ah, las gogós. Están unos peldaños por encima de las camareras en cuanto a atractivo físico. Han cultivado el cuerpo pero han descuidado el cerebro. El vulgo masculino las devora con un brillo de deseo contenido en la mirada. Ellas, engañadas por el mismo tipo que les consiguió el trabajo, se contonean con gran carga erótica y entrega, esperando la oportunidad de algún día ser estrellas. Aunque la gran mayoría acaben siendo estrellas del porno o de nada.
Y el pinchadiscos, ah, el pinchadiscos. Es el cura de la ceremonia. El que controla a su antojo el estado anímico de la concurrencia a través del altavoz y en base a su gusto musical, que es equivalente a un vaso rebosante de zumo de lepra.
¿Y quién es ese fenómeno? Es el más fantástico bailarín que verás en tu vida. Un prodigio de la Naturaleza que parece dividirse en cuatro o cinco cada vez que desata su inservible talento por toda la pista. Siempre está pendiente de las sonrojantes novedades de las radiofórmulas, y por eso se conoce todas las putas canciones —incluso aquellas que todavía están por grabar.
Y el camello, ah, el camello. El dios indiscutible de la gran comunión discotequera. Un auténtico profesional que no duda en subir los precios de su material a medida que avanza la noche. Siempre clandestino, entre bastidores, desplazándose como una sombra entre claroscuros, receptivo al adicto. Jamás se te acerca, pero para el consumidor se muestra siempre accesible. Tu pobreza de espíritu hará el resto y él te proporcionará toda sensación que creas necesitar.
Y el baboso común, ah, el baboso común. Que bebe en exceso y va dando tumbos, marcando las lindes de la disco sin llegar a caerse. Cual zombi invidente se choca y deja resbalar sus sudorosas manos por las zonas excitables del cuerpo de las féminas, hasta que al final es reducido por los simios musculados de seguridad.
Y el dueño del local, ah, el dueño del local. Ese tipo importante al que nunca verás ni conocerás, porque está haciendo negocios turbios con el alcalde y sobornando al comisario de policía.
La discoteca, joder, la discoteca.
Y aunque algunos hayamos dejado de frecuentarlas siguen igual. Son atemporales.
ResponderEliminarBesos.
Hola. Supongo que sí. Al igual sólo cambian en la música, pero a peor.
EliminarEstoy de acuerdo con vosotros. Deben seguir siendo lo mismo pero con la música en franco deterioro. Creo no haberlas disfrutado ni en la época en que me tocaba hacerlo. Siempre me acababa preguntando qué hacía allí. Supongo que no me drogaba lo suficiente.
ResponderEliminarDe hecho son una mierda tan grande como consumida. De las pocas veces que fui, no sabría decirte el porqué. Lo que sí sé por qué las frecuentaba el camello.
EliminarA mi nunca me han gustado, me llevaban arrastras, ahora ya ni anestesiada completamente podrían. Siempre me han parecido recintos de caza y a mi ni me gusta cazar, ni que me caze nadie, además, yo bailo sola siempre .. en mi casa o en los conciertos, pero ahí no ; )
ResponderEliminarun abrazo!
Jajaja, me ha hecho gracia eso de la caza. No es desacertado, no.
EliminarSi y cada dia se abren mas y mas discotecas, un pueblo sin discoteca es un lugar muerto. En la disco se supone es el lugar para buscar pareja sexual por un ratito los viernes. Y el lunes la gente vuelve al trabajo como si no hubiera pasado nada. Esperando al siguiente fin de semana
ResponderEliminarNo lo había pensado, pero conozco lugares que tienen discoteca o pub antes que biblioteca. Son dos formas de evasión, según cómo. Aunque la biblioteca cierra temprano.:)
EliminarRelato real de un espacio hueco y letal, producto de esa relación nada ética de autoridades y monopolizadores de una felicidad m3ndaz de la noche. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola. Estoy convencido, y a veces ha quedado demostrado, que hay discotecas que son blanqueadoras de pasta. Tapaderas de asuntos un tanto ilegales...
EliminarY no olvides la ginebra de garrafón. Y si encima el DJ es Paquirrín, apaga y vámonos.
ResponderEliminarEse tipo de discotecas darían para una entrada a parte. Dan mucho más juego que las discotecas grandes.:))
EliminarTal y como lo dibujas, casi me parece preferible la mansión de Drácula, la verdad.
ResponderEliminarUna de las pocas veces en que he estado en una discoteca, fue en un lugar que se llamaba "Trocadero", y recuerdo que, tras observar el comportamiento de los usuarios, pensé que más bien debería llamarse "Tocadero" :D
Jajajaja, yo creo que también. Seguro que el conde tiene mejor gusto musical que el pinchadiscos, y a lo mejor, antes de tocarte, hasta te invita a cenar.:))
EliminarLeía hace poco que las discotecas habían caído en desgracia, que la gente tenía redes sociales, dilatadores anales por catálogo y vídeos de gatos y que con eso ya no necesitaban nada más... Pero no, creo que ahí siguen, entre la niebla de los polígonos como una especie de leyenda urbana que sólo aparece a los elegidos.
ResponderEliminarSólo he ido dos veces en mi vida a una discoteca, a los dos minutos ya sabía que ahí no encontraría nada que quisiera encontrarme
ah, la discoteca...
Saludos
Hola, Beauséant. Diría que siguen ahí y durante el verano gozan de cierto auge. Yo he ido más de dos veces, pero si las cuento me sobran dedos.
EliminarSerán como el heavy, que lleva veinte años muriéndose...
EliminarJajaja, y no acaba de caer. Eso da muestras de su propia fuerza individual.
EliminarHola. Tiene razón la buena de Sophie con la canción. Y el resto son cómplices.;)
ResponderEliminarY segumos pensando que el tener a una tia o tio bueno detras de la barra, es mejor que tener a un buen profesional. Así no adelantamos nada, pero en fin es lo que hay!! Luego pedir buen servicio, rapidez y calidad....
ResponderEliminarQué mundo más horrible este, ¿verdad? ¿No comentas nada sobre la discriminación positiva?
EliminarUfff puede ser muy muy extenso jajajaj
EliminarDa igual. Me gusta mucho leer.:)
EliminarUf las discotecas, demasiada gente, demasiado olor a humanidad, demasiado de todo, no eran lo mio y si en mi juventud no lo eran, ahora ni de coña jajaj. A mi me gustaba en mi juventud ir de bar en bar con mi cuadrilla, porque ya lo cantaba Urrutia: bares que lugares tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar.
ResponderEliminarSí, los bares tienen sabores y olores diferentes...
Eliminarjajaja a mí me gustaban, pero hace tantos años que seguro que tengo la versión distorsionada de lo que eran en mi memoria :D
ResponderEliminarEso es una pena, Sylvia, porque podrías enriquecer mucho esta mejorable entrada.;)
EliminarHemos recorrido un largo camino desde los bailes semidesnudos alrededor de un fuego para apaciguar a los espíritus de la fertilidad. El fuego ha sido domesticado y coloreado, los ritmos han sido domados para servir de guía a los que juegan al falso ritual de apareamiento.
ResponderEliminarLo de hoy es lo del pasado, solo que con mucha impostura, la toxicidad secular de las religiones y los convencionalismos sociales.
EliminarY las redadas sorpresas, ah, las redadas.
ResponderEliminarA la que entra el primer secreta, que todos reconocen al instante, el suelo se cubre de una alfombra de drogas que serían la pleitesía y nirvana de nadie, porque ah, no son de nadie jajajaja
Jajajaja, es verdad. Cómo se me ha podido pasar ese dato por alto. Una discoteca de las características descritas, si no hay redada, no es discoteca.
EliminarAlucinante, cómo condensas los personajes.
ResponderEliminarYo hace casi 40 años que no piso una disco, pero veo que algunas cosas no cambian...
Bueno, yo hace un poco menos, pero he tirado de memoria. Diría que siguen igual. Gracias por tu presencia y tiempo aquí. Bienvenido.
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