El experimentado conductor del camión cisterna frenó con brusquedad para no atropellar a la atrevida anciana que cruzaba la calle con el semáforo de peatones en rojo. Eso quería decir que estaba en verde para él, y que tenía derecho a convertirla en pulpa. Pero como predica el Señor, decidió perdonarla y así ahorrarse el tedio de la burocracia.
Las diez ruedas de caucho se bloquearon, la energía cinética generada se liberó, y aquellas treinta toneladas de metal, más las veinticinco de propileno licuado que transportaba, se convirtieron en una mole incontrolable de potencial destrucción. En línea recta, el camión se precipitó hacia la fachada de un colegio del Opus Dei, justo cuando los pubescentes adoctrinados salían de sus aulas evangelizadoras, al encuentro de los vehículos de sus jodidos padres que esperaban aparcados en doble fila sin importarles el colapso del tráfico.
Cosas de vivir en la gran ciudad. Conducta de creerse por encima del resto por vete a saber qué puta razón.
La fachada del edificio cedió y la masa mortífera siguió su imparable recorrido, junto con los coches arrollados y algunos pocos cadáveres, hasta frenarse en el aún concurrido patio del recreo. Durante el calamitoso trayecto se perforó la cisterna de acero y la peligrosa carga se unió a las chispas anaranjadas generadas por la fricción, provocando la combustión inmediata y el cese abrupto de los alaridos.
El de arriba desatendió los rezos y la onda expansiva ocasionó daños urbanos hasta los ochocientos metros cuadrados, mientras que la explosión devastó todo a su paso en un radio de doscientos. Y la infernal deflagración del líquido hizo que aquella sucursal de la prelatura personal de la Iglesia Católica, el conductor y unos trescientos creyentes conocieran la inapelable virtud de la desintegración.
Un pesado manto de silencio se asentó en el cráter que dejó el descomunal estallido. Un vacío de sinsentido engulló el eco de los lamentos que no llegaron a producirse. La anciana sonrió con perversidad tras la esquina que le salvó la vida de milagro, y puño tembloroso en alto, exclamó:
«¡Ya os dije que algún día me las pagaríais, panda de salidos!».
Mi ídola.
ResponderEliminarY sin pegar un tiro ni emplear la violencia.
EliminarTenía todo calculado la vieja.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Una gran mente pensante.
EliminarUy, tremenda y maquiavélica mujer...
ResponderEliminarCrearon a un monstruo y eso trae consecuencias.:)
EliminarEs curioso que el único milagro de la historia le suceda a la protagonista blasfema. El de salvarse. Es como si su Dios Cabrónidas le tuviera más cariño a ella que a esos evangelizados.
ResponderEliminarQué hermosa historia de justicia. De justicia impaciente además, de esa que no se espera a la divina por eso de que tal vez no exista.
Así es. Será verdad que los caminos del Señor son de veras inescrutables.:)
EliminarLa que lió la doñita. Pero no hay gran problema en el fondo, van a ir todos al cielo, es así no?
ResponderEliminar(me hiciste recordar lo del camping de los Alfaques, que por ese entonces estaba con mi familia por Cataluña de caravana...igual eras tú muy niño si es que eras jaja)
Recuerdo esa catástrofe. Es verdad que era muy niño pero luego leí documentación posterior al respecto. Y ahora que lo mencionas hay varias similitudes entre mi ficción y aquella realidad.
EliminarA la ancianita me la llevaba de concierto jajaja
ResponderEliminarSería una buena acompañante. La creo capaz, incluso, de meterse en un mosh pit.:))
EliminarExcelente. Lograr semejante golpe de escena en un relato tan corto es practicamente admirable. Aplausos.
ResponderEliminarVaya, gracias. Cojonudo que te haya gustado.
Eliminarjajajajajaa eres tremendo... de verdad. Creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero estos post son un buen inicio para guión de película (de las buenas)
ResponderEliminar:)
Creo que ningún productor se interesaría. Habría que recurrir a la autofinanciación.:)
EliminarNo quiero de enemiga a la venerable, acabaría hasta con mis generaciones futuras.
ResponderEliminarAhora que ya consumó su venganza, no tienes nada que temer.
EliminarPeroooo ... si yo te habñia dejado un comentario ...
ResponderEliminarCreo que ha sido la ancianita que tb lo volatilizó y eso que no tengo nada que ver con el OPUS... buffff ... en fin, justo decía ( ha debido ser por eso) que ..¡cuidadín con ella! : )
Tb te decía que has recreado de maravilla todo el proceso... como si lo viéramos todo a cámara lenta. Eso no es nada fácil, además has sido considerado... los probres opusianos no se han enterado de nada, una muerte de lo más considerada ; )
Ahora que lo dices, es verdad: no he permitido que ninguno de ellos sufriera. Será que me estoy ablandando.:)
EliminarDebe ser eso y está muy bien, eres demasiado duro... a veces ; )
EliminarAhora la gente seguirá el ejemplo de la vieja para vengarse de otros in ser realmente su culpa, o al menos no debió incriminarse de ese modo.
ResponderEliminarSí, yo lo siento por el camionero, que me dijeron que era ateo y agnóstico. Pero vete tú a saber. En cualquier caso: pobre hombre. Será verdad que los caminos del de arriba son inescrutables.:)
EliminarYa sabía yo que las ancianas que se saltan los semáforos no eran trigo limpio...
ResponderEliminarBesos.
Esa seguridad al cruzar, como si no les importara las consecuencias derivadas de ello, es casi siniestra.
EliminarMe ha encantado el relato desde la primera linea hasta el final. Tremenda escena de acción, además de la intriga, el mensaje y ese giro sensacional. Uffff...! adenalítico, amigo. Gracias.
ResponderEliminarHola. A ti por tu presencia aquí.
EliminarPues yo te diría que el único culpable es el camionero, por circular por una ciudad con líquidos inflamables, situación que prohíbe el código de circulación en su artículo nosecuantos, segundo párrafo a la izquierda. Y menos si hay por ahí viejecillas cabroncetas provocando y cruzando en rojo. Ahí lo dejo :))
ResponderEliminarSí, en España se prohibió a raíz del suceso del que habla Lopillas más arriba. En el resto de Europa ya estaba prohibido desde, creo, 1959. Le fue bien a la anciana que en España todo va tarde además de mal.:D
EliminarTe acompaño en el sentimiento, pero molaría que ta singular tragedia se produjese en la cercanía de un Colegio Mayor universitario donde la dosis letal de veneno sectario alcanza límites insospechados. Lo sé de buena obra aunque dudo que sea de Dios.
ResponderEliminarEste es tipo de textos que me hacen más llevadero el día.
Salud
Buenas, Doctor. Bien pensado, o quizá no tanto, creo que molaría incluso más.
EliminarLa venganza es un plato que se sirve frío...o caliente en este caso.
ResponderEliminarSí, funciona bien la venganza a varias temperaturas, jaja.
EliminarPreferencia por peso...Si no se matan más a los ancianos que que no coincide. Ella, tan viejita y frágil, ha llevado su venenoso rencor al extremos. Y los extremos, siempre se tocan. Saludos. (Uff, tus textos son muy transgresores. No dejan a uno indiferente).
ResponderEliminarGracias por el cumplido. Espero poder respaldarlo en futuras entradas.
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