12/5/22

134. Oh, primavera

    Los ciclos estacionales, hostia.

    Todo es cíclico porque pasó el otoño del que ya hablé. Porque pasó el frío invierno, duro como una erección matutina y largo cual polla senegalesa. Y llegó la primavera, sí. Llegó con las jodidas pelusas de los plataneros híbridos inundando los paseos de la ciudad. Con su impredecible equilibrio entre frío y calor, y sus irritantes pólenes alergénicos jodiéndonos el lagrimal y la mucosa respiratoria.

    Llegó la puta primavera como la hermana bastarda de la aceptación y la tendencia, porque ahora toca anticiparse al verano y rendirse al estímulo constante, subliminal y siempre excesivo, que dice te vendas al estereotipo y seas otro cuerpo que prostituye su autoestima en el gimnasio, para que desaparezcan esas grasas mal metabolizadas y así mirarte en el espejo hasta dar con el envoltorio propagandístico.

    Llegó la puta primavera como ese espejismo de preludio y posibilidad, donde parece que todo puede ocurrir y nada ocurre. Llegó como la estación predilecta de las vidas rotas que dará cobijo, una vez más, a todos los suicidas en su tramo final. Llegó la puta primavera como la época engañosa de las fragancias que, nada más nacer, morirán asfixiadas por la goma quemada de los neumáticos. Llegó como esa fuente de luz y color de la que brotan promesas de amor eterno, que serán rupturas prematuras acuchilladas por despecho.

    La puta primavera llegó, a fin de cuentas, con sus dulces encantamientos de naftalina y mierda seca.


9/5/22

133. Críticos

    ¿Por qué no tendrían que pulular críticos de blogs por la red? ¿Acaso no existen las hemorroides y las pústulas? ¿Acaso no nos acompaña la halitosis en la mayoría de nuestros despertares? ¿Es menos cierto que a menudo desatendemos el sexo blindado? ¿Verdad que las mujeres no ven porno ni se masturban? ¿Acaso alguien duda de que Gollum se reencarnó en Benedicto XVI?

    Los críticos de blogs existieron cuando la blogosfera era joven. En lugar de perder el tiempo en exhibir sus propias alegrías y miserias como hacemos la mayoría, haciendo honor a su etiqueta, empleaban su pluma y su tiempo en desplegar su criterio sobre las ajenas. Se erigían sabios e instructores, decidían por ti qué blogs debías leer y cuáles relegar al ostracismo, y dictaminaban si el tuyo merecía la pena o no valía ni para envolver grasientos bocatas. Les encantaba retorcer con saña cualquier mínimo detalle que consideraran digno de mención y explotable. 

    Eran divertidos, y pese a que su innegable corrección en la escritura era manantial de dioses en la blogosfera, acabaron convirtiéndose en una burda parodia de sí mismos y de todo aquello que criticaban. 

    Apenas se necesita una justificación para escribir nada, salvo el simple placer de hacerlo. 

    Que todo está sujeto a crítica es de una verdad aplastante. Que no hay mejor crítica que la nacida de uno mismo y de su propia exigencia, también. Así que si eres un puritano recalcitrante, un hombre de fe, un censor de la incorrección política, un opuesto a lo irreverente, un inquisidor de doble moral, y te asqueas con cualquier tipo de secreción vaginal, anal o verbal, y no soportas el escrutinio con intención crítica —constructiva o destructiva— de lo que escribes, quizás no deberías tener un blog

    Quizás algún día pueden volver.


5/5/22

132. Testimonio irrevocable

    Me siento satisfecho del olvido. Orgulloso, si cabe, de ser incapaz de recordar a todo aquel que no quisiera ser recordado, si es que alguna vez hubo alguien que carente de afán de protagonismo e impregnado de verdadera pureza, no quisiera vivir en la mente de otros, una vez exhalado el último suspiro. La solidaridad de la carne con la carne tenía un nombre que le confería sentido. El origen del progreso de la especie se extravió en la luz de alguna estrella opaca; en algún paraje remoto todavía sin profanar, o en la oratoria de algún erudito griego que nadie escuchó porque en realidad nunca existió. 

    Tan solo me serena saber, miserable de mí, que vosotras y vosotros, que devoráis la vida en lugar de saborearla cacho a cacho, y perseveráis por ser imperecederos en la mente de vuestros hijos, algunos aún por concebir, moriréis un día u otro. Y seréis como aquel griego sabio cuyo mensaje llegó a ninguna parte. Como esa estrella cuya presencia en el firmamento nadie percibe porque su brillo permanece velado.

    Olvido e indiferencia, la peor de las penitencias.

    Por eso tú también quieres reproducirte y multiplicarte. Y que tus hijos e hijas sepan la verdad y vean algún día que nunca olvidarán el asco que damos. Para que custodien nuestra mísera soberbia y la propaguen, y para que vomiten hasta en los más inalcanzables confines la falsedad que hemos mantenido sin advertirlo. O acaso para que nos olviden puesto que yo no he sabido hacerlo. 

    Tan solo por pretender esto, por la eventualidad de continuar jodiéndonos todos los días de esta vida efímera que ya no es nuestra, crees en el milagro de alumbrar una cabeza pequeña y redonda de alguna vagina y darnos cuenta de lo esencial. Y jodernos y morir y llorar y gritar. Y continuar respirando, perpetuando una vez más el ciclo, que nacer, es el único acto de veras testimonial que una mujer y un hombre podrán realizar jamás.

   Por eso pienso en ti. Y en ti. También en ti. Incluso en ti.

   En ti no.


2/5/22

131. Efemérides

    Jeff Hanneman, natural de Oakland y criado en Long Beach, murió tal día como hoy a la edad de 49 años. Tan desafortunada noticia dejó descuadrado y falto de reflejos a más de uno, entre los que me cuento.  

    Jeff no era un virtuoso con su instrumento, pero sí era un grandísimo guitarrista, compositor y miembro cofundador de Slayer, uno de los combos más letales e hirientes de cuantos se conocen en toda la historia del thrash metal, estilo que contribuyeron a crear de manera brillante desde 1983. Atrás dejó para la posteridad una discografía bañada en oro de una magnitud colosal; un hueco insustituible y treinta años de giras preñadas de directos demoledores. 

    Jeff se fue demasiado pronto; aún tenía mucho que decir con una guitarra sobre un escenario, y muchos somos los que le echamos de menos pese a su talentoso sustituto. Sabiendo cómo se las gastaba con su instrumento, a buen seguro Jeff estará en el infierno burlándose de nosotros, estúpidos mortales.


28/4/22

130. Crisis de fe

    Una vez más, el Padre Esperancejo salió en mi busca habiéndose bebido antes todo el vino de la sacristía. Me encontró en el bar de siempre a solas con mis demonios. Desde el umbral, con ira embriagada, reclamaba a viva voz mi atención, pues sabía que solo yo me atrevía a debatir profundos temas existenciales con él cuando se encontraba en ese estado. Creo que, en el fondo, aquel era otro intento más de convertirme en uno de sus adeptos. Pero por más que intercambiáramos argumentos de intenso calado teológico entre trago y trago hasta agotar la noche, la mañana siempre nos encontraba con nuestra inamovible verdad, y con una borrachera de padre y señor mío.

    En aquella ocasión le confesé que no podía aceptar que todos los habitantes del mundo fuéramos hermanos por mucho que lo promulgara la Iglesia. Creced y multiplicaos, sí. Le dije que podía entender la necesidad de apareamiento para perpetuar la especie. Que podía entender la pureza del ADN de Adán y Eva y los hijos e hijas que concibieron. Pero no lo que vino después, que de hecho, explicaría la alta contaminación de la sangre humana y su carencia de calidad. Así como la primera aparición de humanos aquejados de discapacidades mentales y malformaciones anatómicas, extendidas hasta el día de hoy.

    Pero a fin de cuentas, que todas aquellas mujeres de mi vida, algunas inalcanzables con las que había fantaseado tórridas escenas de lujuria, y otras con las que sí había tenido sexo gonzo y oral, fueran mis hermanas, me parecía enfermizo. Y el hecho de que el planeta, desde el principio de todo se haya estado poblando a base de incestos y que así seguirá en su futuro incierto, me resultaba insoportable.

    Por su parte, el Padre Esperancejo me miró furibundo hasta el punto de hacerme creer que me daría una hostia, y no justo la consagrada, sino de aquellas que llamo de impacto. 


25/4/22

129. Parecidos

    Un día, un cerdo perteneciente al cuerpo de la policía NAZIonal llamó osito a Oriol Jonqueras. Siguiendo con los parecidos razonables, Antonio García Ferreras me parece un grizzly y Alicia Sánchez-Camacho tiene cara caballuna. Huelga decir que no me inspiran simpatía los humanos mencionados en esta entrada. Pero sí los caballos, los cerdos y los ositos. Sobre todo estos últimos si son de peluche.


21/4/22

128. De leer

    Es irritante el menosprecio de algunos lectores hacia otros lectores, que como tienen una vida lectora abundante y dilatada, adoptan una postura superior respecto de quien lee menos. Algunos incluso se atreven a juzgar tu capacidad de intelecto en función de tus preferencias literarias. 

    Yo, recién aprendí a limpiarme los mocos hasta hoy, he leído las escorias más insulsas que parió madre y las obras más aclamadas. Y seguiré haciéndolo porque, entre otras cosas, encuentro la felicidad en ello, aun a riesgo de acabar confundiendo molinos de viento con gigantes. 

    Porque leer despierta la mente, la atiborra de ideas, de extrañezas y certezas. Te muestra caminos que creías inexistentes y responde a preguntas que te llevarán a otras preguntas. Y todo eso tan florido. Pero no se puede negar que existe cierto tipo de lector elitista muy gilipollas, que se reirá de ti según el libro que tengas en las manos. 

    Cuando yo veo a un adolescente o a un crío abstraído en un libro antes que en un móvil, pienso que es motivo de alegría y que no todo está perdido. Y me da igual si está leyendo a Lena Valentí, la trilogía de Cincuenta sombras de Grey o la saga Crepúsculo

    Al menos lee.


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