31/10/25

483. Cuando anochece

    Durante estos días, si me buscas, me encontrarás callejeando con paso apresurado justo cuando anochece. No sé andar de otra manera por más que viva sin prisa. Te será sencillo identificarme entre toda esa turba animada de vampiros, zombis, brujas, esqueletos y fantasmas de postín porque nunca me disfrazo.

    Más tarde estaré en algún bar, apoyado en la barra en lugar de sentado en una mesa. Si es ahí donde das conmigo, me reconocerás de inmediato porque seré el único que no estará abstraído en el móvil, sino en algún periódico tendencioso de izquierdas o sectario de derechas, que tanto da: carezco de ideología.

    A mi izquierda, porque soy zurdo, tendré una cerveza con alcohol. No esperaré que el camarero me la sirva con los cinco pasos, pero sí con profesionalidad. Verás que la degusto con lentitud porque para eso tampoco hay apremio. Puede que me beba una segunda, pero nunca más de dos. Voy a menos en todo con el paso de los años. 

    Durante todo ese ritual de consumo observarás que en ningún momento dirijo la mirada al televisor, si lo hay. Lo que sí puede ser es que de improviso saque el móvil del bolsillo como si quemara y me ponga a teclear. Por si te lo preguntas, siempre es alguna idea de esas que llegan de improviso y con un poco de dedicación terminan aquí, para mí y para ti.

    Sobre todo para ti.

    Cuando salga del bar, si ya me has encontrado y decides seguirme, continuaré mi camino, indiferente a los escaparates, cuyas luces ambarinas iluminan disfraces de ultratumba y calabazas sobrevoladas por murciélagos estáticos que parecen sacados de alguna antigua película en blanco y negro de la Hammer. Tienen su encanto, eso sí.

    Como que ya no puede ser de otra manera, supongo que también me cruzaré con algún reducido grupo de chiquillos que van disfrazados y picando a las puertas de su vecindario para el truco o trato. Y sonreiré sin poder evitarlo. Los niños siempre consiguen que sonría y me olvide de que existen cosas feas en el mundo.

    Y así llegaré a mi destino. A uno de esos puestos todavía mágicos que parecen vestigios de otro tiempo, donde compraré una papelina de castañas asadas.



23 comentarios:

  1. Gracias, ves? esto es una absoluta preciosidad , todo, además ! Me ha gustado mucho, pero ...¿ papelina? ¿no será un cucurucho? ; )

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, María, sabes bien que mis comentarios no son malintencionados. No te enfades con este incomprendido bloguero. Y muchas gracias. Celebro que te guste. :)

      Eliminar
    2. jaja Vaaaale, te perdono, sé de sobra que en el fondo eres un trocito de pan : )

      Eliminar
  2. Muy bonita entrada Cabrónidas, te he seguido en ese camino que has sabido expresar tan bien con las palabras, nos haces sentire el ambiente de estas fiestas que, en lo personal, no me atraen nada, sobre todo si son hallowinescas, ya si es algo más local, como el detalle de las catañas asadas, eso me encanta. Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ana. Genial que hayas disfrutado la lectura. Parece que Halloween triunfa cada vez más entre los más pequeños y los jóvenes. Los adultos y los viejos ya solo tragamos con la castañada. Otro para ti.

      Eliminar
  3. Hola, Cabrónidas, y en ese puesto de castañas te encontrarás conmigo, jeje. Muy buen recorrido por tu vida y tus costumbres, te quedó hasta "poético", entre comillas, claro...
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
  4. Te deseo lo mejor en tu empeño, pero ya sabes lo que decía Kafka, "en la lucha que opone el individuo al mundo, apuesta siempre por el mundo."

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Soy una hormiga contra un gigante. Nadie apostará por mí. :)

      Eliminar
    2. la fuerza de una hormiga siempre reside en el hormiguero, eso es algo que hemos olvidado, una hormiga, en solitario, perecerá bajo el primer zapato, un hormiguero, en cambio, puede devorar a un tigre...

      Eliminar
    3. Ja, ja, por más que me gire no veo a nadie que se una...

      Eliminar
  5. Me gusta la gente de paso rápido, tampoco yo sé pasear como un mortal de a pie. Este año aún no las he comido en un puesto callejeros, pero si... deben servirlas el papelinas porque cada vez los capiruchos son más pequeños 🥴😉

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En hojas de periódico. Lo que no sé de qué ideología, ja, ja.

      Eliminar
  6. Todos los datos aportados apuntaban en la misma dirección: otro consumidor compulsivo de castañas, más peligrosos que hordas de zombis deshidratados

    ResponderEliminar
  7. Ciertas costumbres nunca cambian, solo se acentúan con el paso del tiempo.

    Saludos,
    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, J. No lo llamaría costumbre. Incluso ha habido años en los que me he olvidado de ellas, las castañas.

      Eliminar
  8. Espero que no te contamine todo ese "material" que encuentras en tu paseo. Y que nunca falte la castañera y sus papelinas :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por el momento, voy de castañada en castañada sin infectarme. :)

      Eliminar
  9. Esta reflexión es un paseo melancólico sin disfraz: convierte el anochecer de disfraces en ritual personal donde el único monstruo real es el tiempo que va a menos. Muy destacable:
    El "sin prisa pero apresurado": contradicción vital que define la madurez.
    La barra como refugio: cerveza lenta, periódico sectario, móvil solo para ideas — anti-digital selectivo.
    Las castañas como destino: papelina mágica que cierra el círculo con aroma a infancia.
    Es un himno a la rutina encantada que dice: **en la noche de muertos, el vivo camina solo... y sonríe a los niños.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente, Marcos. Una entrada del todo verídica en la que quizá, con pocos cambios en ella, muchas personas se pueden ver reflejadas por lo cotidiana que es. :)

      Eliminar
  10. Cabrónidas, me he venido a esta entrada anterior, quería leerte algo más. Y aquí me he quedado. En este paseo callejeando que describes. Veo que no te fijas en los escaparates, te resultan indiferentes, yo en cambio, me gusta mirar todo lo que me encuentro a mi paso, aunque no me detenga. Y qué rica esa cerveza con alcohol. Me gusta que hayas sonreído al ver a los niños, porque veo que eres tierno. Y esas castañas qué ricas están ¿verdad? yo las aso en mi casa.

    He disfrutado de tu paseo, un placer acompañarte en él.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, María. Pues agradezco tu regreso y que hayas disfrutado. El placer es mío. Nos vemos entre líneas. :)

      Eliminar

RAJA LO QUE QUIERAS

Esparce el mensaje, comparte las entradas, contamina la red.