4/11/25

484. Sarita y su transportín rosa

    El día que Sarita cumplió los diez años de edad, salió a jugar a la calle con un transportín rosa. Era la primera vez que sacaba a relucir aquel habitáculo. Pese a que era de metal, estaba provisto de cuatro ruedas directrices y un asa ajustable de la que tirar para su fácil desplazamiento. Hasta ahí todo normal, salvo por el enorme candado de combinación de seis dígitos que aseguraba el encierro de lo que hubiera dentro.

    Aquel día, como es lógico, las amistades vecinales de Sarita estaban muy expectantes. Sin miedo alguno, niños y niñas acercaban sus caritas a las rejas de ventilación del transportín, con la intención de adivinar qué animal contenía. Pero el enrejado era tan estrecho que imposibilitaba saberlo. Lo único que percibían era una respiración lenta y profunda. Así que, con desbordante exaltación, pedían a Sarita que, por favor, les saciara su curiosidad. 

    Sarita, sin embargo, no hacía más que bromear. Tan pronto les decía que llevaba una rata gigante capaz de arrancarles la pierna de un mordisco, como que era el mismísimo Stripe descansando de sus tropelías nocturnas. Pero de momento, por orden expresa de sus padres, tenía prohibido desvelar la clase de animal que había dentro. Lo único que les podía confesar era que tenía que pasearlo durante una hora diaria y llevarlo de vuelta a casa.

   Así pues, en los días que siguieron, Sarita tiraba de su enigmático transportín en compañía de todos sus amigos y amigas por aquella modesta urbanización del extrarradio. Los adultos salían a regar el césped, a lavar el coche o a sentarse bajo el soportal, sin escatimar en saludos a ese animado grupo de niños y niñas que cantaban mientras iban montados en bicicleta, en patinete o a pie, con Sarita a la cabeza. No en vano empezaron a llamarlos La pandilla del transportín rosa.

   Puede que a causa de aquellas inocentes melodías, en algunos momentos del trayecto, lo que fuera que paseara Sarita emitía extraños gruñidos de complacencia. Entonces la pandilla reía y varios de sus integrantes saltaban de puro disfrute. Cuando llegaba la hora de regresar, se despedían de Sarita y de la misteriosa criatura, la cual producía inquietantes gemidos animalescos —quién sabe si de afecto—, que llegaban hasta ellos a través del enrejado baboseado del transportín.

    Una vez en casa, Sarita contaba a sus padres todo lo acontecido en aquellos alegres paseos. Estos se miraban ilusionados por lo relatado, y opinaban que los progresos obtenidos eran más que significativos: ¡Estaba aceptando a los amigos de Sarita! Ya pronto la pequeña podría sacarlo del transportín y explicarles que tenía un hermanito deforme con tendencias homicidas llamado Pedrito, al que separaron de su espalda a los tres años de edad, en una complicada cirugía de separación de siameses que duró trece horas.



17 comentarios:

  1. Muy bueno..

    Ya sabemos como acaba esa historia, ¿verdad?

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    1. Bueno, me está rondando una segunda parte en la que... Pero ninguno de esos niños muere. :)

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    2. Ah, un Stephen King entonces, lo siento por los padres :)

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  2. Hola, Cabrónidas, vaya historia, y yo que pensaba que era algo de Sara Montiel...
    Un abrazo. :)

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    1. Ja, ja, ja, todo es posible en la narrativa esquizofrénica. :)

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  3. Jajajaja, buenísimo! Realmente me sorprendiste con el final.
    Abrazo.

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  4. Qué buen gótico. El lector nunca esperaba que fuera un mostruito humano. Aseguraba que era un animal. Un abrazo. Carlos

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    1. Buenas, Carlos. Siendo así me doy por satisfecho con el resultado. :)

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  5. Ya sospechaba yo que había un hermanito dentro. ¡Qué bueno! La de tropelías que causará una vez que esté fuera del transportin. Espero por la segunda parte ( ojalá que continúe) . Saludos.

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    1. Hola, LPDE. Quizás aparece una continuación en los próximos días, que nunca se sabe. En cualquier caso, genial que te haya molado. :)

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  6. Qué bueno el relato, Cabrónidas, me sacaste sonrisas jajaja, por cierto... ¿vas a continuarlo?

    Gracias por visitar mi blog.

    Que pases una feliz tarde.

    Un saludo.

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    1. Hola, María, gracias a ti en todo caso por tu presencia en la narrativa esquizofrénica. Estupendo que te haya gustado. Quizá sí lo continue, pero no creo que sea a corto plazo. De momento tengo ideas un poco sueltas al respecto que van a su libre albedrío. :)

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  7. Tienes mente prodigiosa, sin contar tu súper memoria ; ) No sé quién asustaría más , si el hermanito de Sara, o sus padres. Seguro q si haces una segunda parte puedes darles protagonismo y así los vemos a través de tus ojos , Estupendo relato, mil gracias !

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    1. Hola, María. La verdad que para una segunda parte hay varias opciones atractivas. Ya veremos cuál me resuena más. Gracias a ti que has disfrutado con la lectura. :)

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  8. Tu cuento es es un terror inocente con candado: convierte el cumple de Sarita en paseo macabro donde el hermanito siamés gruñe baboso y homicida detrás de rejas. Lo que mola: El transportín rosa como jaula de Barbie: ruedas, candado de 6 dígitos, respiración profunda que huele a secreto.
    La pandilla cantando: niños en bici vs. gruñidos de complacencia — felicidad + horror en bucle.
    El giro final: Pedrito separado a los 3, aceptando amigos... pronto saldrá a jugar.
    En resumen: un cuento de terror infantil que dice: la curiosidad mata al gato... y al hermanito siamés.

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    1. Qué tal, Marcos. La verdad que los niños siempre dan mucho juego para cualquier relato macabro. Y si entre ellos hay hermanos, ya ni te digo, ja, ja.

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