Ya han finalizado los tres rituales masivos del año, y con ellos las vacaciones. Por lo tanto, de nuevo regresaré al trabajo que volverá a anularme. Uno que seguro muchos querrían, y el mismo que me ha permitido comprar, de sobra, todo lo material que he deseado o creído necesitar. Eso no evita que deteste en abundancia y profundidad todo el mundo laboral en general.
Nunca me han gustado las jerarquías de ningún tipo ni recibir órdenes. Y cuando las he tenido que dar, menos. También me asquean esas putas evaluaciones de perdonavidas sobre la capacidad individual del esclavo, ya sea subcontratado o de la empresa. No dejan de ser cribas de ganado en las que se escogen los ejemplares más dotados para la causa. Vale, hasta ahí puedo entenderlo. Pero las piezas que se desechan merecen el mismo respeto, y de puertas para adentro no es tal.
O esas reuniones trimestrales de mierda —porque la alta dirección es así de avanzada y estupenda— en las que se supone que la pieza más insignificante de la maquinaria puede expresar, con total libertad y sin temor a represalias, las carencias a solucionar que la empresa tiene y que nunca deben llegar al dueño de la misma porque se contraponen con los intereses intocables de la producción.
Como es de esperar, son muchas las que se exponen, y más las que se desoyen. Y luego está ese par de pandillas endiosadas, que no son más que las grandes putas del amo: Recursos Humanos y Comité de Seguridad e Higiene. ¿Os suena?
Total, que durante todo el año, el calendario laboral me indicará qué días son de libertad y cuáles de esclavitud. Y en función del turno dispuesto en aras de la productividad, también me dictará a qué hora tengo que almorzar, comer, cenar, dormir, despertarme y, en definitiva, vivir. No como quiero, sino como debo. Como quiere cualquier empresa a la que vendes tu tiempo, y tiene a bien el comprarlo si superas el proceso de selección.
De todas formas, qué afortunado soy si esto es lo máximo a lo que puedo aspirar como queja. Y porque algún día, más pronto que tarde, ese puto calendario será el último que rija mi vida.
El último.
Tenemos trabajos que odiamos para pagarnos mierdas que no necesitamos, ¿te suena? pues a eso se resume el capitalismo.
ResponderEliminarTenemos que mantener la cordura y tratar de experimentar la jubilación. Como sea.
Eliminargracias https://shorturl.at/CNrhS
ResponderEliminarDe nada. Tienes una bitácora muy musical.:)
EliminarMucho ánimo con la vuelta a la rutina. Parece que se queja uno "de vicio", pero como dice ese vídeo de Antonio Gala que circula tanto últimamente por redes, vivimos una vida impuesta, una vida que no es la nuestra, y así es. Una vida regida por la productividad y la competitividad en el mundo laboral. Regida por horarios impuestos que quizá tampoco sean los nuestros, y valores y objetivos que muchas veces no van con nosotros. Se me viene a la mente una frase que utiliza mucho mi madre: paciencia y a barajar.
ResponderEliminarHola, La Chica del Té. No queda otra que claudicar con la frase que utiliza tu padre. La cosa está en adaptarse guste o no, o ser un inadaptado. Ninguna de las dos es fácil, aunque la última trae peores consecuencias. O no. Quién sabe...:)
EliminarNo te creas que la vida bohemia es mucho mejor... también tiene sus mierdas, te lo aseguro.
ResponderEliminarYo quiero experimentarla; me lo he ganado. Ya no quiero ser productivo; quiero dejar de pertenecerles.
EliminarTodos estamos sometidos.. anímate, aun nos queda el fin de semana para volver a ser un poco libres libres .. hasta el lunes, al menos.
ResponderEliminarY algunos someten sin estarlo.:)
Eliminarva el mundo, creo que somos afortunados los que lo tenemos.
ResponderEliminarPor eso cuando me muera solo querré hornear pasteles pintar y cuidar perritos
Si llegamos a la jubilación lo seremos más aún. :)
EliminarOh, nunca me había identificado taaaanto con un escrito como con este :(
ResponderEliminarNo hay ninguna zona del mundo que escape a ese estado de ánimo.:)
EliminarEsta es fácil; déjalo.
ResponderEliminarSi te refieres a mi trabajo, para lo poco que me queda, llego hasta al final.
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