5/12/22

193. Ya llega... ya está...

    El 6 de octubre de 1984, de la mano de Lolo Rico y por beneplácito de TVE, se nos ofrecía un producto novedoso y transgresor, enfocado para cualquier franja de edad —dependiendo de las cuatro secciones que lo formaban— que presentó Olvido Gara, sin los Pegamoides ni Dinarama.

    Unas locuaces marionetas, más entrañables que muchas personas muertas y con más personalidad que muchas aún vivas, aparecían rodeadas de un variado conglomerado de cableado eléctrico y aparatos de audio/vídeo, y nos deleitaban con frases proféticas, tales como: «¡Viva el mal, viva el capital!», la no menos certera: «Si no quieres ser como estos, lee». O cuando, sin venir a cuento, la pantalla se pixelaba y una voz decía: «Tienes quince segundos para imaginar» y transcurrido ese tiempo la imagen se hacía nítida y la voz finalizaba: «Si no se te ha ocurrido nada, quizá deberías ver menos la tele». 

    A veces la genialidad es así de sencilla. Y de ese modo el programa ya nos prevenía de ciertos cánceres sociales emergentes, hoy en día arraigados y más vigentes que nunca. 

    Disfruté mucho con el humor punzante e improvisado de Pablo Carbonell, Pedro Reyes y el no menos histriónico Javier Gurruchaga. Y no se me olvidan las actuaciones de los sucios Eskorbuto, Los Nikis, con su descojonante canción Maldito Cumpleaños, Los Toreros Muertos...

    Pero entonces llegó 1987, y con él la jodida Pilar Miró como la nueva directora de RTVE, y con el poder que le fue conferido —¿casualidad?— empezó a coartar la libertad de la que gozaba el programa desde sus inicios, para tratar y hablar desde la crítica, sobre cualquier tema político y social de la época. 

    Porque no podía ser, claro está, que el programa, tuviéramos siete, diez o dieciocho años, nos hiciera pensar demasiado y cuestionar, por ejemplo, la impositiva educación escolar. Y conviene a los de siempre que las blancas ovejas del rebaño no cambien el color de su pelaje por el negro.

    Puede que la niñez magnifique los recuerdos, sobre todo cuando vienen de un programa tan mítico como irrepetible, que cautivó a toda una generación de pequeños que nos trató de tú a tú. Y es posible que tiempos pasados no fueran mejores, pero desde luego, los actuales tampoco.


1/12/22

192. La noche era lo que nosotros

    «A veces me conmueve toda esa basura erótica de tu blog», le susurré al oído mientras el frío nocturno de diciembre, al otro lado de la ventana empañada, congelaba los cuerpos inertes de varios indigentes. «Pues tu blog parece el de un puto amargado», dijo ella con sus piernas anudadas en mi cintura, al tiempo que las capas de hielo, asesinas silenciosas, cubrían las carreteras provocando accidentes mortales.

    Era nuestra particular forma de sincerarnos cuando follábamos.     

    «Que sepas que te dejé porque no me comías el coño con la frecuencia debida, cabrón de mierda», me dijo entre jadeos y contorsiones. Salí de ella acatando aquel desafío que disfrazó de reproche, y en pocos minutos, abandonada al capricho de mi lengua sedienta, el diluvio universal cobró dimensiones obscenas en su zona radiactiva. Tan entregada, tan receptiva, tan ella.

    Afuera, unos disparos distantes rompieron la quietud de la ciudad, seguidos de gritos que auguraban desgracias irreparables.

    «Dejé que te fueras, jodida zorra, porque las más de las veces fingías no saber qué hacer cuando te plantaba la polla delante de las narices», le repliqué con su sabor a mil tormentas veraniegas excitando aún mi paladar. Y ella, que nunca era menos, me tuvo a su merced entre el celo abrasivo de sus dedos y el infierno húmedo de su boca, hasta licuarme por entero en ella, sobre ella. Tan lleno, tan solícito, tan vacío.

     Unas sirenas lastimeras aullaron como respuesta, al tiempo que una luz azul barrió la habitación, bañando la serena tibieza de nuestros cuerpos desnudos.

    Era nuestro singular modo de precipitarnos al abismo de nuestras posibilidades, mientras la noche no paraba de hablarnos en su idioma salvaje.



28/11/22

191. Habilidades innatas

    Años ha, una púber de hipnóticos ojos rasgados me dijo con una sonrisa no menos hipnótica, que veía en la MTV un programa titulado Ahora o nunca, en el cual un grupo de jóvenes escribían una lista donde enumeraban situaciones a experimentar antes de morir. 

    Uno apuntó que deseaba lanzarse a la piscina desde los trampolines olímpicos de Montjuïc. Otro apostó por meterle un gol a Casillas desde el punto de penalti. Un tercero sugirió correr desnudo por una barriada pija.

     Seamos francos: muy ingeniosos no fueron, aunque tampoco se trataba de eso. De hecho, yo he perdido la cuenta de las veces que he corrido con las vergüenzas al aire como un polichinela histriónico, por barrios caros y de la medianía. Incluso una vez hice un calvo en los Campos Elíseos y bailé pogo dentro de la fuente que hay en el patio de los leones de la Alhambra. 

    Creo que los chavales del programa pensaban solo en gilipolleces. Aunque como habéis leído, en lugar de pensarlas, yo las hacía, puesto que es un acto contra natura reprimir los dones innatos. Y es que hasta para ejercer una buena gilipollez creativa, no basta con el entrenamiento y el conocimiento adquirido.


24/11/22

190. Viñeta, acoso y pedrusco

     A veces, durante el recreo, leía cómics sentado en la tierra, recostado en una de las paredes del patio de la escuela. Al no existir soportes digitales, era muy habitual entre los aficionados de mi generación tener uno físico entre las manos y realizar intercambios.

    Las primeras adicciones a la viñeta llegaron de la mano de los maestros Juan López y Francisco Ibáñez, con las hilarantes aventuras de Superlópez y Mortadelo y Filemón, que siendo un reflejo trágico de aquella época casposa, me hicieron reír hasta el paroxismo. Poco después descubrí las publicaciones americanas de la DC Cómics y de la Marvel Cómics Group. En esta última me sumergí de lleno hasta el día de hoy.

    Leía La Masa, Thor el Poderoso, La Patrulla X, Conan El Bárbaro, Los 4 Fantásticos... También me gustaba mucho Spiderman, que vacilaba a los villanos haciendo del peligro una broma. Otros de mis predilectos era Iron Man, siempre en la vanguardia de la tecnología y añadiendo sofisticadas mejoras a su armadura. Del Capitán América, del cual me gustaba mucho su diplomacia, también era seguidor, aunque me desagradaba su patriotismo. 

    Un día de los ochenta leía a Los Vengadores, que estaban enzarzados en una fiera lucha contra su archienemigo, el avanzado robot Ultrón-5. De súbito, el cómic salió despedido de mis manos con violencia, giró sobre sí mismo en el aire y cayó en el polvo como un pájaro muerto. Alcé la vista sobresaltado y delante de mí, como una torre puntiaguda, estaba Pablo. Un matón precoz de mi clase, cuya anatomía era de una delgadez tan aguda que parecía estar al borde de la desaparición. 

    Aquella criatura insolente, después de propinar una patada a mi preciada lectura, se llevó la mano a la entrepierna y sentenció con regocijo: «Los que leéis esas mierdas sois unas mariconas». Luego se rio, dio media vuelta, y empezó a caminar sin mirar atrás. Al tiempo que se alejaba, una ira como nunca he vuelto a experimentar se apoderó de mí de tal modo, que me levanté pedrusco en mano y se lo lancé con intención asesina.

    Entre el trino musical de los pájaros, el rocoso proyectil describió una bella parábola que colisionó, con exquisita poesía, en el occipucio de aquel bastardo. Un cloc rotundo paralizó mi respiración y Pablo, a unos diez metros, se encorvó por el impacto cuan largo era y se dio la vuelta hasta encontrar mi mirada. Nunca vi en la cara de alguien una expresión de tan profundo desconcierto. Se tocó, con lentitud, la parte dañada de la cabeza. Luego se puso la mano ensangrentada delante de sus ojos llorosos, y de seguido retrocedió dos pasos y cayó de culo.

    Aquel día me llovió una reprimenda por parte de mis padres, que luego tuvieron que vérselas con los de aquel retrasado. La profesora se mantuvo en un discreto tercer plano. 

    Por aquel entonces tenía unos trece o catorce años. Pasé miedo y durante mucho tiempo me estuve preguntando cuál habría sido mi reacción de ir Pablo acompañado. Qué habría ocurrido si Pablo hubiera decidido contratacar. Qué habrían hecho el resto de críos que presenciaron el espectáculo. Hasta dónde habríamos llegado.

    Nunca he sufrido acoso escolar. Y estoy convencido de que algo tuvo que ver el hecho de que le abriera la cabeza a aquel subnormal. Con esto, no quiero decir que haya que educar a los críos para que sean agresores a las primeras de cambio. Todo lo contrario. Pero tampoco para que sean unos putos sacos de boxeo. Y claro, muchos diréis que la violencia no es el camino, cuando no es violencia, sino autodefensa. Que por lo visto, no utilizarla tampoco conduce a nada. 

    Porque cuando los que pueden hacer algo giran la cara, los cómplices callan, y la razón y las palabras son inútiles, como a cualquier clase de tiranía, al acoso hay que combatirlo con la fuerza, ya que los que lo practican, sean de la edad que sean, carentes de educación y sensibilidad, son cobardes y no entienden otro modo.

    Basta ya de buenismo mal empleado. Basta ya de inacción y de permitir que una vida escolar sea un infierno. Basta ya, hijos de puta, de tener que lamentar el hecho espantoso de que alguien, con quince años sino antes, se sienta una persona tan desvalida y acorralada que su única opción sea acabar con su vida.

    ¡Basta!

    

21/11/22

189. Lenguas

    Las lenguas son muy importantes. Dolores, que en mis años discentes fue mi profesora de lengua, a la que aún hoy guardo gran estima, me obligó a leer a Quevedo y a Góngora para que aprendiera, entre otras cosas, que nuestra lengua es muy rica en sinónimos y antónimos. 

    Si bien nunca me he comido la lengua de un ser humano, sí es verdad que cada libro tiene un sabor diferente y ninguno sabe igual que otro. No obstante, madre y abuela, estando yo en plena edad de crecimiento mental y físico, cuando se veían aturdidas por mi verborrea infatigable y a menudo incomprensible, aseguraban que había comido lengua. 

    Y las veces que permanecía callado durante largos periodos de tiempo, decían que mi lengua se la había comido el gato. Quizá por esa razón prefiero a los perros pero no a los hijos de perra. Otras tantas, para enfurecer a mis mayores, desobedecía sus imposiciones poniendo los ojos en blanco, alzando mi mano cornuta y sacando la lengua. 

    Luego, a cierta edad, descubres que la lengua es un órgano muscular, multidireccional y polivalente. Lo mismo se enrosca en otras lenguas, que, según preferencias, dibuja el contorno de los pezones, explora esfínteres, lame escrotos y ensaliva pollas y coños. También me llaman deslenguado y supongo que no es porque me gusta el lenguado a la plancha.

    Al margen del idioma que hables, la lengua es universal. La lengua también es de los Rolling Stones, y no hay más lengua que la de Gene Simmons de Kiss.


17/11/22

188. Como tú y como yo

    Me pregunto qué sucede con las cuentas de correo de los que se han muerto. Qué ocurre con los perfiles de las redes sociales de los que ya no están. Imagino esos miles de rostros vitales, ahora cadavéricos, desvaneciéndose como ecos reverberando en callejones sin salida.

    Esas personas, que ya no son gente sino residuo molecular listo para su descomposición, fueron un día como tú y como yo.

    Como tú, ellos también fueron intérpretes en los enigmas de la vida, e hicieron partícipes de ello a muchos otros que, a su vez, respondieron. Como yo, un día abrieron la bandeja de entrada de su correo, de sus perfiles, y sentenciaron que la existencia es terrible, preciosa, calamitosa, corta, increíble, larga, apabullante, indescriptible, desastrosa... Y todas esas revelaciones que sufrimos y disfrutamos desde la frivolidad y la grandilocuencia, cobran diferente significado según hayamos follado o no; según tengamos el estómago vacío o lleno; según llegamos a final de mes o no.

    Nada hay más inconstante que la vida. Como tú y como yo. 

     Me pregunto quién echará cerrojo a sus cuentas. A quién le será concedida la condena, o el privilegio, de poder asomarse a todas esas historias vividas que hay detrás de cada «cuídate, te quiero, nos vemos mañana, pienso en ti, buena suerte, te lo juro...», que ahora son como puñetazos en el aire; como gritos en la nada, engullidos por el olvido como si jamás hubieran existido.


14/11/22

187. Alto respeto.

    Una guitarra merece el mismo respeto que cualquier forma de vida orgánica. De modo que cualquier persona mayor de edad que con total intención rompe una guitarra ajena o de su propiedad, ya sea acústica, española o eléctrica, se hace merecedora de que le rompan el espinazo y la cabeza con una guitarra nueva. Aunque en el proceso la persona castigada muera y dicha guitarra nueva también se rompa a causa de los impactos. Solo y bajo esta circunstancia, como medida disciplinaria, una guitarra podrá romperse de modo expreso.


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