14/3/22

117. Hay que decirlo más

    Para quien no lo conozca, presento un clásico lleno de sabiduría que en su día ofreció Marlo Brando a las masas y que en estos tiempos duros y aciagos, no solo te ayudará como medio catártico para soltar presión, sino que te animará a luchar con renovado vigor contra la adversidad e injusticia. Sea cuando sea, utiliza con vehemencia y perfecta dicción, el insulto por antonomasia contra todo aquello que te irrita y vulnera. Siempre hay un indeseable en la vida de alguien. Siempre hay un hijo de puta. Por eso, por tu felicidad, por tu bienestar, por el equilibrio de tu mente y espíritu, escupe, eructa, vomita el gran mensaje de Marlo y que no caiga en el olvido. 

    Derrota a tu enemigo. 

    Haz el bien.


10/3/22

116. Días de jodida locura 4

    Ya me parece verte otra vez alejándote calle abajo llevando el infierno contigo. Bajo una tormenta que llora tu nombre te he vuelto a maldecir más veces de las que serías capaz de soportar. A estas alturas te has ido ya miles de veces. No sé si te conozco o te olvidé en el fondo de las botellas que vacié en cien madrugadas. Y aun así, miras con ese mismo ademán que la veo a ella en cada uno de mis latidos, con un estremecimiento que me atormenta y me hace dudar sobre quién llegó primero; sobre quién se fue después. 

    Te quiero porque la deseo a ella, porque la amé tantas veces que no tengo ahora dónde guardar el eco de todo el amor que le grité. Quizá pensando en ti aunque aún no hubieras llegado; quizá pensando en ella como el centro de un cuadro, bello como el firmamento, que ahora se pudre cara a la pared en uno de los rincones más oscuros de mi existencia. 

    Empiezan a hastiarme los celos que volcarás en mí, pero lo compenso con los amaneceres que ya me has dado, aunque por más que me empeñe no encuentre motivo alguno para hacerlo. Quiero que sepas que el daño que aún no te he hecho lo hice sin querer. Que todas aquellas cosas horribles que te escupí fueron porque me dejé llevar y porque solo tú sabes cómo arañar mi alma. 

    Quiero que hasta el fin de tus días seas consciente de que jamás te perdonaré todo el dolor que todavía no me has provocado. Por ello hoy soy cobarde y dejo manifiesto impreso de ello. A pesar de todo, te ofrezco mi vida en un beso que nunca será tuyo porque lo mandé antes de que llegaras. 

    Te adoré tanto que no puedo dejar de releer las cartas que aún no me has escrito, ahora que todavía no me has dado la espalda y me has dejado tan solo que me siento la estrella más remota del universo, mirando mi propia sombra encogida de hombros. La misma que mañana temprano, el sol proyectará en el paso de cebra que una vez pisamos, mientras buceaba uno en la mirada del otro como si no existiera nada a nuestro alrededor. 

    Te quiero como jamás nunca podré volver a hacerlo, pero una vez más fuiste demasiado puntual, demasiado exacta. Y en tu ausencia de retraso e inexactitud, no he encontrado el momento en el que poder decirte que ya no puedo quererte porque me resulta imposible.

    Y con esta forma de anticiparme reúno el valor para confesarte que nunca te merecí porque nunca fui tuyo. Ni de nadie. Tan solo del tiempo que, como una pesadilla,  me traiga el recuerdo de quien fuiste para clavarte una y otra vez en todas mis heridas.


7/3/22

115. Mundo púrpura.

    No descubro nada si te digo que el ser humano es un ser hostil por naturaleza que siembra su tierra con los cadáveres de sus iguales. No descubro nada si te digo que la guerra es la carta de presentación de nuestra raza desde que el mundo es mundo. No descubro nada si te digo que nunca dejarán de discurrir los ríos de sangre. No descubro nada si te digo que todavía no ha conocido el mundo un periodo de paz absoluta

    Y así seguirá mientras la maldad anide en el corazón de la especie.


3/3/22

114. Días de jodida locura 3

    Por qué, por qué, por qué. Vienes a joderme en el preciso momento que escojo yo para joderte a ti. Por no caer me siento y todo son demonios y sombras. Te vistes con las caras de otras, viertes en mí tus embrujos y me requiebras alrededor. Para qué, para qué, para qué. Qué coño haces aquí si siempre hay algo que hago mal. Deseo que te mueras; sí, tú. Que por no lastimarte te voy a dar la espalda y dar un salto al vacío. El suelo parece que supura ginebra, desangrándose como mis brazos. Apenas quedan cristales rotos en la ventana. Con las manos embutidas en los bolsillos, me alejo pensando en ti aun queriendo que desaparezcas, y en mi crispación los he llenado de agujeros.

    Tengo los sentidos embotados de ese sabor ácido a impacto y a sangre. El vino acabado, bilis en la garganta y la ventana hecha añicos. Quise gritarte todo mi odio, pero se me iban a quebrar los dientes de tanto apretarlos. Habría podido matarte a puñetazos, pero decidí hacerlo con la habitación. Y luego arrancarme el pecho, arañarme los ojos y abrazarme a mí mismo hasta morir de amargura. Pero me asomé a la ventana, y de nuevo la brisa trajo aquella canción paseándose entre las aristas. Tus caras se difuminaban y ya no quise volver a entrar. Salté como en aquella ocasión, pero sin cristal alguno que pudiera herirme. Un suelo esponjoso como una nube acarició mis pies. Extendí los brazos con las palmas abiertas, ofreciéndome a la calidez de un sol recién nacido. Su luz bañó mi cara como un bálsamo, y dejé que de mis ojos cerrados fluyera la ira mejillas abajo. Tan solo estaba sonriendo. Y llorando. Llorando de amor.

    El que ya nunca te daré, jodida puta.


28/2/22

113. Abrazos

    El otro día estuve leyendo sobre el poder sanador de los abrazos. Ese acto amigable y bondadoso que te infunde cariño y calor. Que te reconforta y te hace sentir que importas. El efecto que causa sobre tu cuerpo, mente y espíritu, se produce tanto si lo das como si lo recibes. Incluso algunos animales como el mono, el koala y el perezoso, abrazan. Eso sin mencionar los animales de toda la vida como el perro y el gato. Y los animales que por su naturaleza anatómica no pueden, si se acercan a ti y posan la cabeza sobre tu regazo u hombro, lo hacen esperando tan reclamada acción.

    Creo que existe una especie de hilo mental, primigenio, que conecta a todos los seres vivos a nivel subliminal. El abrazo es un gesto que trasciende lo humano y es extensible a toda criatura viviente. Pero tiene sus riesgos y hemos olvidado cómo utilizar ese hilo mental. 

    Por eso no es de extrañar que Melusina, una niña de seis años natural de Galápagos (Guadalajara), en un ardiente arrebato de cariño, abrazara a su boa constrictor y esta, en amorosa correspondencia, le devolviera el abrazo hasta dejarla como una bolsa de té usada.


24/2/22

112. Días de jodida locura 2

    Ella era esa clase de mujer que creía ser la primera de todas las mujeres en vestir un traje de gala cuyos pliegues, a cada uno de sus movimientos, deslumbraban como rayos de un sol de verano. Siempre escudriñaba de perfil con la fijeza despiadada de unos ojos que apuñalan todo lo que miran. Lo hacía con pose oblicua y eterna, con el mentón alzado y el pelo desordenado, solemne como un busto de la antigua Grecia. 

    Abordaba las aceras con un paso alargado que era un pequeño salto, y entonces teorizaba sobre el nombre de la calle en la que nos encontrábamos, de las papeleras abolladas, de los chiclés aplastados y la basura que se desbordaba de los contenedores, y siempre que la contradecía me miraba como la niña del exorcista.

    A menudo se enamoraba de tipos cuyos nombres sonaban a Héctor, Pátric o Víctor, lo cual significó que nunca lo estuvo de mí. Si acaso fui como aquel mensaje nunca leído que se relega en la carpeta del correo no deseado, pero que por alguna razón que ya nunca conoceré, nunca borró de su vida hasta que yo decidí hacerlo, cuando acepté que para mí no fue más que un pastel envenenado. Muchas veces se manchaba con el postre y entonces yo me reía. Y ella se reía conmigo y se reía como si no existieran cosas horribles en el mundo, y se reía hasta de su risa. 

    En una libretita azul escribía cosas que no me daría a conocer hasta que la terminara, pero no le di tiempo. Y eso que la deslizó con disimulo una y mil veces en los baños de ruidosas discotecas; en las mesas de bibliotecas de silencio sepulcral, y hasta en bodas y funerales de protocolaria teatralidad. Vestíamos nuestro discurso con ropajes caros y dábamos una calurosa palmadita a cada palabra precipitándola como si fuera la última, buscando el reconocimiento en otras palabras de bocas ajenas que quedaban ingrávidas en la levedad de su atonía.

    Y así fue cómo aquella relación se convirtió en una trampa de bordes resbaladizos, donde se despeñaron dos pavos reales.


21/2/22

111. Nuestros queridos abuelos

    Tuve una infancia dorada, de mañanas soleadas, atardeceres anaranjados y noches de cuento. Aquellos días eran mejores en compañía de mi abuelo, que siempre compartía conmigo sus caramelos Werther's Original hasta quedarse sin ninguno. Qué caramelos tan ricos, dulces y cremosos. El tiempo ha pasado y ahora que yo soy el abuelo, ¡a mi nieto que le den por culo! ¡Todos los Werther's Original para mí!

    Caramelos Wether's Original, el sabor del cariño.


Esparce el mensaje, comparte las entradas, contamina la red.