Como cada mañana, Cañardo, inquieto de naturaleza y de apretones estomacales centrifugados, espera ansioso su paseo crepuscular. Su mirada, aunque canina, deja entrever una inexplicable humanidad y la nada. Y por consiguiente la misma opacidad que percibo en el noventa por ciento de mi entorno social y en el cien por cien de la casta política.
Por otra parte, tan singular sabueso carece de gustos sofisticados: le basta con comer a deshora y dislocar el hombro de Eufrasio, su dueño, cuando arranca de su posición para olfatear los esfínteres de otros canes. En los momentos de sosiego, Cañardo orina en lugares inaccesibles para el humano, se lame el escroto con fruición y ladra a los vehículos con rotativos luminosos y a los pizzeros motorizados.
Esta mañana, Eufrasio y yo nos miramos y ratificamos que Cañardo, que también nos mira intuyendo nuestra debilidad, va a utilizar todo su repertorio. De modo que nos pertrechamos con todo el equipo de supervivencia, consistente en un látigo, un collar asfixiante, un puño americano y una bolsa de plástico ignífugo XXL, puesto que el chucho no sólo depone en lugares indebidos, sino que sus heces son del tamaño de la rueda de un tractor.
También ropa cómoda y adecuada para la lucha de especies: un gorro de invierno cuya palabra estampada no es otra que la amigable y universal motherfucker; una gastada sudadera en la que apenas se aprecia la portada de un disco de Anthrax del 83; una chupa de cuero parcheada con logotipos de grupos de metal que mire por donde se mire parece el cartel del Hellfest; unos tejanos con más kilómetros de rodaje en la lavadora que el nardo de tito Siffredi en el porno, y unas botas de recio cuero por si hay que patearle el costillar o la huevada.
Así pues, vamos los tres transitando la calle bajo un desapacible cielo invernal, cuando de súbito, los noventa y tres kilos de Cañardo esprintan hacia una farola cuya base está bautizada con meadas añejas y recientes. En tan enérgica acción derriba a Eufrasio que a su vez me derriba a mí, y ambos aterrizamos en una acera moteada de chicles y escoria diversa. Mientras recobramos la compostura y Cañardo olisquea, haciendo footing aparece nuestra vecina Preciliana, una hippie recauchutada de cincuenta y siete años de edad reconvertida a profesora de yoga.
—No. Estamos paseando al perro y nos ha tirado —contestamos al unísono mientras nos ponemos de pie.
—¡Mira que bien! Y yo que me pensaba que era un Tiranosaurio Rex —bromea Preciliana desde una distancia prudente y corriendo sin moverse, sabedora de la destructiva efusividad de Cañardo.
—Cuidado con lo que dices, Preciliana, no vaya a ser que Cañardo te quiera dar un lametón y te joda los chacras —contesta Eufrasio sonriendo mientras sujeta las riendas que Cañardo tironea con ahínco.
—¡Ni se os ocurra tirarme esa cosa encima, mamones! —exclama Preciliana reanudando su carrera matinal.
Al tiempo que Preciliana se aleja, Cañardo contrae los cuartos traseros, deja caer la lengua a un lado y un hedor denso como el ectoplasma obtura nuestras fosas nasales. Eufrasio y yo miramos escalofriados, pues la ciclópea cagada de nuestro querido cánido presenta la consistencia del hormigón armado y los vapores mefíticos del más rusiente Averno. En un gesto de acostumbrada resignación recogemos la titánica deposición, sabedores de que el hedor que desprende persistirá largo tiempo en nuestros ropajes.
Acabado nuestro acto de civismo en pro de la higiene pública, continuamos el paseo por la parte céntrica de la ciudad, que a esas horas de la mañana ya respira a todo pulmón ofreciendo una bullente actividad. Al cabo de varios metros nos encontramos con el antagonista de Eufrasio y Cañardo: un anciano de rasgos similares a los de Saruman, que pasea algo parecido a una barrica peluda. Dicha criatura, en consonancia con el caminar de su dueño, que se mueve a la velocidad de lo inanimado, avanza por instinto un nanosegundo por encima de la velocidad de su amo, sacándole así tres metros de ventaja merced a la correa extensible y al paso de los años.
Cada vez que nos cruzamos con el abuelo y su barrica peluda, los tres metros de nailon suponen un arma de destrucción masiva. Eufrasio y yo ignoramos el atractivo animal que despierta en Cañardo la presencia del ponzoñoso ser que pasea el anciano. El caso es que Cañardo, cegado por sus feromonas o por una ambigua homosexualidad gerontofílica, arremete vigoroso contra esas dos formas de vida que se mueven en ultralentitud, y se enreda de nuevo en los tres metros fatídicos de nailon.
El viejo y su criatura peluda permanecen inmóviles como si estuvieran atrapados en un fotograma congelado de Matrix (1999). Eufrasio abre con cautela los dedos del viejo y yo cojo la correa y la libero. El anciano parece disecado y no parpadea. Comienzo a desenredar las correas de los canes con el pulso firme. No así como mis orbiculares que vibran incontrolados. Entretanto Preciliana vuelve a aparecer con su deportivo trote y sin detenerse nos obsequia su dedo medio y una sonrisa dentífrica. A su vez Cañardo aúlla y Eufrasio y yo nos miramos horrorizados: ese sonido es la señal previa a la monta. Cañardo se dispone a solazarse con el pobre bicho, que al igual que su amo se encuentra en estado vegetativo.
Mi amigo y yo nunca hemos sido partidarios de la necrofilia con el propio sexo, por lo que nos apresuramos en el desenredado del correaje para liberar a Cañardo, y de paso salvar la retaguardia de la barrica peluda. Después continuamos nuestro camino y dejamos atrás las siluetas inanimadas del viejo y su cuadrúpedo, mientras que Cañardo, sabedor de que ha vuelto a ganar, nos mira sonriente y satisfecho.
P.S.: Cabe aclarar que la expresión «patearle el costillar o la huevada» es la única parte del relato que corresponde a la ficción, así como la tenencia y uso de utensilios denominados puño americano, látigo y collar asfixiante.
Jajajajajajajajajajaja.
ResponderEliminarNunca he tenido un perro tan grande y leido lo leido creo no lo tendré nunca :))
Los perros dan mucho trabajo sean del tamaño que sean, pero con uno tan grande sería él el que me sacase a mi a pasear, y no al revés, y no estoy por la labor, por mucho que adore a los canes, de dejarme los piños en la acera ;)
Alguna vez he visto a un perro montando a otro perro -homosexualidad canina- y siempre he recordado las palabras de algunos, otrora homofóbicos, diciendo que es cosa de degenerados y antinatura...en fin.
Tus PS me han encantado, como toda tu entrada :)
Yo tampoco tengo perro, pero salir con Eufrasio a pasear a Cañardo es toda una aventura. Al final le coges mucho cariño a Cañardo, jajaja. Celebro que te gustara, gracias.:)
EliminarY el nombre del perrito muy apropiado jajaajajja
EliminarEn chino el nombre pierde o gana bastante: 卡纳多 como para tatuarselo jajajajaja
:))) No me ha quedado claro si Cañardo quería calzarse a la barrica peluda o al abuelo.
ResponderEliminarJajajajajajaja
EliminarAl principio cuando pasa nunca lo tienes del todo claro, pero al final Cañardo siempre se decanta por los de su especie.:)
EliminarAh, fíjate, yo pensé que lanzaba a por el abuelo. Menos mal que no. :S
EliminarComo siempre en esta línea tuya que tan magistralmente dominas, a caballo entre lo histriónico, hiperbólico y sensibilidad renegada tirando a escatológica, pero sensibilidad la fin.. a ver, eres un exagerado, siempre he tenido ( ahora mismo no) mastín leoneses, hasta cinco he llegado a tener, que son muy muy semejantes al español y nunca he tenido que ir pertrechada como cuentas.. eso sí, como cojan carrerilla te llevan a arrastras, siempre estaba llena de moratones jaja pero, me gustaría verte teniendo patos, que eso sí que producen de una forma incontenible jajajaja y además se tiran como poseídos de un espíritu maligno sobre las pobres patas, despachurrándolas contra el suelo a lo bruto, que dan ganas de denunciarlos jajaja.. en fin.. no me enrollo más.. me he reído mucho, con los nombrajos estos que tanto te gustan y todo lo demás, esa es otra característica tuya, hasta de lo más siniestro y sórdido, eres capaz de sacar una sonrisa.. mil gracias artiSta!! ; )
ResponderEliminarBueno, lo de pertrecharse con un equipo de supervivencia ya aclaro en el post scriptum que corresponde a la ficción. Pero por lo demás... Gracias a ti, cómo no.:)
EliminarQué bueno el encuentro con la hippie recauchutada ji,ji, la caída no tanto, con ese peso el perro es casi un arma letal. Y pobres muertos vivientes, la escena es tremenda, y es que le das tanto realismo a lo que escribes que casi lo podemos ver jajajajajaja.
ResponderEliminarNo está mal el vídeo, breve y de curiosa letra, Cañardo seguro que lo ha entendido todo a la primera.
P.S. los animales no están a nuestro servicio, yo creo que bastante tienen con aguantarnos.
Así es, Ana. Los integrantes perrunos de Caninus cantan eso mismo de tu post scriptum. Celebro que te haya gustado.:)
EliminarBueno, tu oscuro sentido del humor a veces me hace mucha gracia ji,ji. Y mira por dónde me aclaras lo de P.S. que conocía postdata pero no esta abreviatura.
EliminarBuen finde :)
Gracias e igualmente, Ana.:)
EliminarLo tuyo es animalismo y lo demás son tonterías. Me río de esos que defienden a los animales y luego les quitan la mayor diversión de sus vidas perrunas y te los castran. Porque a este intuyo que lo dejareis entero y operativo.
ResponderEliminarP.D. Maravillosa escena la del perro en pleno ataque gerontófilo. Te superas.
Sin sus atributos y los impulsos que se derivan de tenerlos, Cañardo ya no sería Cañardo. Eufrasio desea que tenga descendencia; el origen de un gran linaje de mastines salidos, jajajaja. Celebro que te gustara, gracias.
EliminarLos perros que he tenido han sido recogidos, y no me han dado esa épicas situaciones que, motivan tan nuenos humor y relatos de colección. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarHola, Carlos. Otro para ti. Debemos dejar que sean los perros quienes dominen el mundo.:D
EliminarJajaja dios mío, qué ha hecho la sociedad actual con nosotros?! Ha matado la comedia, obligándola a venir con avisos para que nadie se ofenda ni ponga el grito en el cielo... Hasta ahí ha permeado el miedo, por culpa de ofendidos que no conectan dos neuronas, maldita sea.
ResponderEliminarTremendo relato, eres un mago capaz de hacer de la cotidianidad más rancia, una jodida obra de arte.
Es verdad eso que dices. La comedia, como mínimo, está en cuidados intensivos. Si matas a un perro en la ficción, ya eres un mataperros en tu vida real desde que naciste hasta el día de hoy. Seguro que a Cañardo le caerías bien.;)
EliminarQuisiera presenciar esa escena. XD
ResponderEliminarLos perros de mis vecinos son tan modosos que siempre que paseo a los de mis padres me siento mal porque son medio salvajes (los perros, quizás mis padres también). Está bien leer sobre animalitos que se comportan como los nuestros. XD
Dadas las características del perro en cuestión, no podía tener otro nombre. A ver si Eufrasio consigue que la estirpe "cañarda" se extienda.:)
EliminarNada más leerte, intuía que era un mastín. Los que he conocido son unos bichos imponentes hasta que te acercas a ellos y te aceptan, entonces son la cosa más tonta y buena del mundo... Otra cosa es que no te acepten, ahí ya puedes correr :)
ResponderEliminarEl trabajo que dan y lo mucho que se les quiere y recuerda cuando se nos van, ¿verdad?
Sí, Cañardo es joven y aún así lo sobreviviremos si no se altera el orden natural de retirada.
EliminarFíjate que me sonaba a gran danés o a mastín. La mía es mastina con galgo, entiendo esos arranques pero me libra del peso su otra mitad. Aun así peligro de hombros fuera, siempre que huele algo que la llama la atención.
ResponderEliminarLos jodios dan épicas escenas pero en el caso de la mía a la que tengo castrada porque no tengo donde meter nueve cachorros de su tamaño, lo mas bizarro fue el dia que intentó montarle un yorkshire y se la subió por el rabo, quedándose enganchado con los dientes al pelo del mismo y la pobre mía sin saber que tenia enganchado a la cola empezó a dar vueltas sobre si misma para quitárselo y el otro ahí colgando girando intentando montar a la mía. El dueño no sabia donde meterse y yo me descojoné en su cara prácticamente al ver la cara de mi perra que expresaba un "¿pero este donde va? ¿no era un moñigo?". Aun me acuerdo y me descojono. Debe ser que es atractiva mi Lilo.
Un besazo Cabronidas!
Hola, Morella. Lo que cuentas y lo que cuenta la entrada es lo más cerca del desastre que estarán todos aquellos que tienen perro; más las risas. Otro para ti.:)
EliminarPara evitarme problemas no tengo mascotas ni hablo con mis vecinos más que los socialmente necesarios "Hola", "buenos días", "Qué calor", "Hasta luego", y similares. Hasta el momento viene resultándome bien.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hola, J. Yo estoy igual que tú, solo que si tuviera perro sólo hablaría con él y con ningún humano.
EliminarLas conversaciones entre dueños mientras pasean al perro. Da para un libro.
ResponderEliminarSí, eso daría para una entrada aparte.:)
EliminarUn aplauso para ti y otro para Eufrasio por hacer algo tan civilizado como es recoger lo que su perro va dejando por ahí.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Devoradora. Tenemos grandes defectos Eufrasio y yo, pero no somos esos hijos de puta que dejan la mierda de su cánido en la calle.:)
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