De pequeño me gustaban los trenes; los de juguete y los de verdad. Sobre todo las maquetas de tren en las que dos de ellos partían desde puntos distintos en el mismo momento exacto y se desplazaban uno en dirección al otro. Justo cuando parecía que iban a colisionar, uno de los dos cambiaba de carril y ambos seguían su camino. Era algo así como una segunda oportunidad; como un acto suicida abortado en el último segundo.
En el tren de mi vida me ha tocado ejercer de máquina, de vagón de pasajeros, de vagón de carga, de vagón de cola y las menos, si dejabas pasar alguna oportunidad, de tirado en el andén. Alguno de esos trenes que encontramos o nos encuentran, los cuales dejamos pasar o se nos escapan, en el mismo instante en que se alejan también tienen esa mirada extraviada de quienes se quedan en el andén. Y a medida que los perdemos de vista, confiamos en lo certero de nuestra decisión, o nos lamentamos de nuestro retraso, quién sabe si propiciado por indecisión o cobardía.
Por otra parte, quién no ha sentido alguna vez esa pulsión, clara y rotunda, que te dice que ahora es el momento de apearte de tu tren particular, ese de toda una vida y el único que conoces, porque se aproxima ese otro que crees, o incluso sabes, que es el que necesitas. Cada uno en sus circunstancias, a su manera y hasta donde puede, es receptivo a los avisos y las señales, y encuentra el momento en el que decide subirse a un tren diferente y cambiar el rumbo de su destino.
Recuerdo el tren del que me bajé hace ya bastantes años. Iba a demasiada velocidad, bramando allí por donde pasaba y las ruedas chispeando a cada curva que trazaba, dirección hacia ningún sitio salvo al descarrilamiento. Hasta que un día activé el freno de emergencia, y me bajé en un punto intermedio de un camino que no tengo intención alguna de volver a transitar.
Me he bajado de al menos un tren en el que casi me quedo. Loquísimo, muy lanzado, que me hubiese cambiado la vida y me hubiese llevado a un lugar totalmente diferente y ajeno a mi experiencia. O a descarrilar casi seguro. No me atreví a seguir con aquel tren de alta velocidad y escasa estabilidad. Me quedé con la línea que suelo coger. Estoy bien pero a veces sueño con el tren del que me bajé. Veo en tu párrafo final que sabes algo de esto.
ResponderEliminarEse tren del que nos bajamos quizá no se nos olvida, pero la mayoría de veces tampoco se añora, si acertamos en la decisión.
EliminarSuena a que era un tren emocionante pero peligroso. Me alegro de que activaras el freno y puedas compartir esa reflexión aquí hoy por hoy.
ResponderEliminarAl principio siempre lo es, pero luego ya no. Algunos ahí se han quedado, en el mejor de los casos, en las vías de su vida, sin ni siquiera posibilidad de transbordo. Gracias.:)
EliminarBuen trabajo, siempre tan bien. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Keren. Gracias.;)
EliminarLa metáfora muy bien escogida para el accionar de la vida. Vivir es viajar en tren, y no tiene sus descarrilamientos y sus fortunas de viaje. Cierto. Hay que saber escoger el tren para no echar la vida en el desperdicio. O como bien lo precisas, para bajarse del tren que no nos lleva a ninguna parte y sí a la ruina de la vida. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarNi más ni menos, Carlos. Espero que tu tren actual te ofrezca un buen viaje, y que sea el único que necesites.;)
EliminarEl tren de la vida... no hay mejor metáfora. Supongo que todos nos montamos alguna vez en la vida en trenes que gran porcentaje de posibilidades de descarrilar, la habilidad de apearse en el momento adecuado y la estación correcta ya no se si depende de haber viajado mucho o de la suerte que uno tenga...
ResponderEliminarAl final, o al menos yo, te sientas en una estación ves pasar los trenes y listo... sin más complicación.
Un post que me ha hecho pensar (y mucho!) :)
Nunca hay que dejar de pensar, y si estás cómoda en tu tren, es que vas en la dirección correcta para ti.;)
EliminarLo malo de bajarse del tren antes de tiempo, o intentar cambiar de último momento, es que puedes terminar perdido en medio de la nada y sin más opción que seguir caminando por la misma vía del tren que dejaste, sólo que ahora tardarás mucho más en llegar, o a lo mejor prefieras esperar el empujoncito del nuevo tren.
ResponderEliminarNada hay seguro en la vida salvo la muerte. Bueno, y Hacienda.:D
EliminarYo creo que pasan trenes muy a menudo pero no les prestamos mucha atención, y si lo hacemos, apearse y cambiar de línea no es nada sencillo. Ahí ya entra en juego el carácter de cada uno y su forma de gestionar un posible fracaso, o todo un acierto, bueno, lo segundo se nos da bien siempre.
ResponderEliminarYo soy un tanto arriesgada y no me gusta quedar con la duda de lo que pudo ser y no fue, así que tengo callos varios de meteduras de pata que arreglé como pude, pero a veces tienes que saber las diversas maneras de hacerlo mal para acertar al fin, si tienes paciencia ji,ji.
Bueno, no todos los problemas o dudas sobre algo requieren apearse de un tren en favor de otro. Yo me refiero a un profundo cambio de rumbo. Al final, todos vamos a parar al mismo sitio, pero el cómo y el cuándo es trascendental.:)
EliminarEs muy difícil saber cual es el tren correcto mirando desde el andén... A veces no queda más que subirse y ver que pasa.
ResponderEliminarSí lo és. Nunca dejará de existir el factor riesgo-fracaso.
EliminarNunca he jusgado con trenes, pero hubo una época cuando tenía 16 años que todos los sábados tomaba uno a las 7 de la mañana para regresar por la tarde o noche, dependiendo de si lo pillaba a tiempo o lo perdía , se pasa mal cuando llegas corriendo como una loca y se pone en marcha delante de tus narices, pero después te das cuenta que siempre hay otro y ese sí que no lo pierdes, ese es el tuyo, el que te lleva de vuelta a casa... a veces es bueno perder trenes, no son los nuestros y luego da una alegría inmensa ver aparecer el tuyo ; ) Me legro que activaras el freno de emergencia en ese enloquecido en el que ibas, no es nada fácil hacer eso. Enhorabuena! por eso y por esto ; )
ResponderEliminarGracias, pero no he hecho nada. O nada que no haga cualquiera que tenga un blog.:)
EliminarVaya , que
ResponderEliminarcasualidad,
otro de los
grupos
(extinto
lamentablemente)
de mi vida, aunque
en mi caso, hace
unas dos semanas,
estuve revisando
el disco "Si yo
fuera dios" en
concreto , la
canción "Noche",
temazo .
Ley de vida que nada permanezca, salvo el legado musical, en este caso. Aunque creo que el grupo, en lo que refiere a su talento, podría haber dado más de sí. Pero bueno, han dejado grandes discos con grandes temas.
EliminarSí, iba tan lento que podía bajarme sin apenas movimiento, pero cuando lo hice, aceleró tanto que me llevó de coleta y por muchos años no me quiso soltar, no lo añoro y menos quisiera volver a subirme.
ResponderEliminarSi lo hiciste es que lo tenías que hacer. Entiendo entonces que fue lo acertado; me alegro.:)
EliminarSiempre hay un tren a la espera de pasajero arriesgado que intenta explorar nuevos lugares. La metáfora del tren es posiblemente de las más bonitas.
ResponderEliminarSí, opino lo mismo. Si utilizas otro medio de transporte parece que ya no es la misma metáfora.
EliminarQuizá en los musical y el cine es el vehículo más vendido, aunque no sé si por encima del coche.;)
ResponderEliminarMe has hecho pensar en que todos cambian de tren durante su vida, al menos una vez. Y que no sé qué tiene más mérito (si es que lo tiene), cambiar muchas veces de tren o solo una.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, si no tienes que cambiar nunca casi mejor. Eso significa que estás teniendo la vida que más o menos quieres.
EliminarMe encanta el inicio del texto y cómo después éste se convierte en una alegoría. Como si bajaras de un tren y subieras a otro, pero sin que ninguno se detenga. Hay que tener mucha habilidad para eso.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, Ángeles, me alegra que te guste. Diría que más que habilidad, que también, una especie de necesidad de escapar de algo que sabes que te perjudica.
EliminarMe refería a tu habilidad para cambiar el registro literario, para pasar del primer tren (el primer párrafo) al segundo (el texto alegórico que sigue), con fluidez y sin que se note el salto.
EliminarVamos, que yo también quise ponerme metafórica pero no me salió bien :D
Ah, culpa mía; no entendí. Gracias, me lees con buenos ojos.
EliminarCambiar de tren es muy difícil, seguir toda la vida en el mismo, más difícil aún.
ResponderEliminarSAludos.
Sí, quién dijo que vivir era fácil.
EliminarNo está mal accionar el freno de emergencia para bajarte de un tren que sabes que no te lleva donde tú quieres ir (o te lleva donde no quieres ir) Pero hay que subirse inmediatamente a otro a probar suerte. Y si este tampoco, frenazo y al siguiente. Y sucesivamente. Lo peor es quedarse parao en el arcén sin hacer más ná.
ResponderEliminarNo hay porqué cambiar un equipo ganador, pero cuando ves que estás perdiendo... hay que cambiarlo.
EliminarMe gusta viajar en tren, siempre me gustó y me sigue gustando.
ResponderEliminarY sí, lo has explicado tan bien en tu entrada que poco más se puede añadir, pero como soy una osada lo cual me hace ser una atrevida irredenta te diré, que la vida es eso, un constante tránsito de trenes, de andenes, de vacas mirando cómo pasa el tren. Hay personas que se suben en un tren y todo su recorrido lo pasa en ese mismo tren y así son felices, y luego estamos otro tipo de personas que necesitamos subirnos en diferentes trenes, que en cada época de nuestra vida tomamos un diferente tipo de tren, a veces cogemos el tren bala, ese en el que erróneamente creemos que disfrutamos la vida a tope, y lo único que conseguimos es que la vida pase por delante nuestro sin que la apreciemos y la vivamos de verdad, pero un día decides dejar ese tren y coges otro más tranquilo, uno que te permite disfrutar del paisaje, y aunque sabes que jamás cogerás el tren bala, a veces, solo a veces, durante una milésima de segunda añoras algo de ese tren que te provocaba vértigo.
Y aprendes con los años que no se pueden coger todos los trenes, que perderás muchos, pero que otro pasará, siempre pasa otro.
En fin...soy muy osada, sí
Yo elegí el tren tranquilo. Nunca se sabe, pero creo que no voy a necesitar otro.
EliminarYo desde hace unos años, también, de hecho cada vez me gusta más esa tranquilidad.
EliminarSin olvidar los problemas de móviles de matemáticas, en los que un tren salía a una hora de un sitio y otro salía a otra de un lugar distinto, teniendo en cuanta sus velocidades, que el maquinista llevara o no gorra y la marca de los cascos que reparten las azafatas, había que adivinar a qué hora se iban a encontrar y donde. Qué tortura esos problemas, ¿eh? ;P
ResponderEliminarEste texto tb me ha gustado mucho, como el de los vampiros. Te noto como bucólico, ¿no? Lo digo para bien, este estilo te sale guay.
Speedy
Toda una tortura las matemáticas; mejor se las dejamos a Diego del blog El pino de la sima. En cuanto al estilo, ya sabes, me ciño a lo que dije en la entrada número 1. Genial que te haya gustado.:)
EliminarQué buen rollo con la palabra y sus connotaciones, o la que uno les da, las que tú le das: tren.
ResponderEliminarYa van varias entradas en la que se hace palpable ese romanticismo que a veces creo que no notas.
Bueno, notarlo o no, si viene, hay que soltarlo.:9
EliminarFrases hechas como perderás el tren o se te va a pasar el arroz siempre me sacaron de quicio. Ahora, soy asidua al AVE, a mis 44... ya ves y al bocadillo de jamón que venden en él... jajajaja ¡Mi ruina!
ResponderEliminarBesos.
Sí, son frases un tanto odiosas, como si no hubiera más alternativas en la vida.:9
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