Era noche cerrada y yo caminaba hacia ninguna parte por el puro placer de hacerlo, hasta que di con una densa cortina de niebla. Tras ella había un apestoso callejón adoquinado del que supuraba, como una infección, la humedad concentrada de varios siglos. Y al final del mismo un bar atemporal del que pendía un oscilante cartel que anunciaba: La Virgen Decapitada.
Al primer paso que di para acercarme, me estremecí por unos maullidos que provenían de la oscuridad que había entre dos contenedores desbordados de basura. Creí que aquellos felinos malhumorados me estaban dando la bienvenida, pero luego sentí en la piel la malignidad de sus pupilas y pensé que quizás me estaban advirtiendo.
En el pasado no habría entrado en un antro de semejante ubicación, pero estas últimas semanas arrastraba un desarraigo que aumentaba junto con la sensación de no pertenecer a ningún sitio. Es decir: el lugar en cuestión me importaba tres cojones. Así que entré, y me engulló una penumbra en la que pululaban unos inquietantes personajes que parecían haberse escapado de un hospital, no sé si psiquiátrico, pero sí general.
Tras la barra, una treintañera grasienta, embutida en ropajes demasiado ajustados para su sobrepeso mórbido, mascaba chicle con apatía mortuoria, al tiempo que secaba unos vasos de opacidad perenne con un trapo tan sucio como el delantal de un matarife. Giró su ojeroso rostro hacia mí, y me obsequió una mirada hepática desde la vacuidad amarillenta de sus ojos inexpresivos.
Un tanto estremecido, yo hice lo propio hacia un claroscuro del fondo del bar, donde reverberaba la tos imposible de un viejo ataviado con ropa rural, que amenazaba con partirse en dos por el esfuerzo. Cuando aquella momia viviente dejaba de bañar con sus esputos la zona de la barra en la que estaba acodado, pese a sus temblorosas manos aún atinaba a deglutir su transparente brebaje abrasivo.
Aquel tugurio poseía cierta aura extravagante, y yo empezaba a debatirme entre el acierto de largarme de allí o la osadía de consumir algún líquido.
A continuación, sobre una chirriante silla de ruedas, surgió del lavabo un cincuentón verrugoso, calvo y desnudo, con un inhalador colgado del cuello. Su desnudez me podría haber resultado turbadora de no ser porque aquel pobre tipo carecía de la mitad de su cuerpo. Un tanto morboso, elucubré sobre cómo haría esa media persona para hacer lo que hacemos todos cuando estamos en el gran trono blanco.
Para borrar las demenciales imágenes de mi cabeza al respecto, me centré en una nonagenaria esquelética de altura extraordinaria, vestida con ropa deportiva, que fumaba apoyada en la máquina del hielo. Cada vez que daba una calada, su delgadez de ultratumba parecía acentuarse, y al reparar en mi presencia desde el fondo de sus cuencas, me dedicó una sonrisa cadavérica con los ojos muy abiertos.
De pronto empezó a sonar una música que era una mezcla entre algún incomprensible éxito de Fangoria, y los alaridos rituales en protolengua de los antiguos indoeuropeos devoradores de almas. Me resistí a huir, pero me sentí desfallecer, así que me pedí una cerveza para soportar aquel despropósito. Y la treintañera grasienta, con la excusa de que no tenía copas, como en la peor de las pesadillas de Luis Tosar, me sirvió la cerveza en un vaso sin los debidos pasos.
Aquella aberración estética servida sin profesionalidad alguna acabó por derrotarme y decidí escapar de allí. Afuera, los gatos maullaron de nuevo como si esta vez me estuvieran compadeciendo, y con presura traspasé la misteriosa bruma de aquella extraña noche sin mirar atrás, a aquel garito esperpéntico, La Virgen Decapitada.
No sé qué me pasa que estos relatos de tugurios tienen un encanto especial para mí. Será porque narrados no emiten olores los mesas cercanas al sitio de trono blanco, será que retratan cosas que en otros sitios no se ven... No sé.
ResponderEliminarDe noche, hay ciertas cosas que tiene otra realidad.;)
EliminarDe estar ahí y ser valiente, más que valiente, hubiera bebido la cerveza directamente de la botella; y aún así, estaría con el temor de haber ingerido también algún bicho extraño que en breve daría problemas a mi cuerpo. Te he visto en la escena, vestías de negro en esa extraña noche.
ResponderEliminarEs que eso de beber a morro de una cerveza... me he vuelto, desde hace años, muy sibarita al respecto. Y servida en vaso, además; imperdonable.
Eliminar¡Que barbaridad!, es una deshonra para la cerveza, ¿dónde quedaron aquellos tiempos donde el tarro era protagonista? (En este espacio te colocaría un enlace divertido, resultó tan largo que preferí no hacerlo).
EliminarHabía una película de la transición que hizo la cerveza, de botella a tarro, de tarro a vaso, de vaso a copa.
Por eso mencioné a Luis Tosar. La barwoman no se habría atrevido con él.;)
EliminarLuis Tosar es arrollador, para mí, de los mejores actores; y se las trae, es un chico malo al que todo se le permite.
EliminarPor lo que leo, veo que ha hecho mella
ResponderEliminaresta SS con esa Virgen decapitada... anduviste por esos lares? El garito me recordó al de Air Bag. Me faltaron un par de chinos en el callejón dándose un par de mamporros.
Anduve por un extraño bar de un barrio antiguo. Quizás vuelva, pero a la luz del día.:)
EliminarMi parece a mí que a no ser que concretemos primero el lugar, tú y yo no coincidiremos nunca.
ResponderEliminarBesos.
Ese tipo de lugares, más que buscarlos, parece que te encuentran.:)
EliminarY aquí estás como vaticiné, más Cabrónidas que nunca. Me encanta ese ambientazo a lo Frank Miller cuando era un buen guionista, con ese esas partes infames de nuestras ya de por sí desagradables urbes. Y luego tu feria de monstruos. Una maravilla. Y sí, como le dices a nuestra amiga Devoradora de libros, esos lugares te encuentran. Yo debo ser fácil de localizar porque he aparecido en varios sin enterarme. Saludos todavía lúcidos
ResponderEliminarHola, Sergio. Quizá a ese tipo de bares es mejor ir acompañado. Tomamos nota por si hay próxima vez.;)
EliminarDe todo lo hiperbólico del relato donde resalta «la delgadez de ultratumba de una nonagenaria», «el cincuentón verrugoso» y el párrafo sin desperdicio de la camarera grasienta...yo diría que lo que en realidad visitaste fue una franquicia del infierno de Dante...(no sé, no me hagas caso que yo de esto entiendo poco)...
ResponderEliminarQuizás Dante se no se hubiera ido. Pero tampoco sabemos cómo le gusta la cerveza a Dante. Diría que es más de vino.;)
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ResponderEliminarCasi debería decirte ¡prueba superada! Me has convencido, veo que tienes bien atados a tus miedos ; ) Hay que echarle muchas narices para entrar en un lugar así y mucho más beber allí de un baso jaja yo hubiera bebido a morro por la botella después de frotarla hasta sacarle brillo con mi camisa jaja eso, de haber sido capaz de pasar dentro, que lo dudo muchísimo. Genial tu recreación ambiental, eres un verdadero artista en esto, tus descripciones son tan meticulosas e hiperbólicas como dice CONSUELO arriba, q uno lo visualiza todo como si de verdad nos hubieras llevado. Gracias por hacerlo solo en letras ; ) Un abrazo!
Bueno, es que no llegué a beber porque la cerveza no estaba depositada en su recipiente adecuado, ni servida como es debido. Creo que la camarera lo hizo expresamente para que me fuera,cuando vio la cara que puse ante la música que sonaba. Gracias a ti.:)
EliminarJajajaaj, madre mia. Lo del verrugoso en silla de ruedas que le falta la mitad del cuerpo.... el trono blanco ¿es lo que yo me imagino ?
ResponderEliminarSí, justo eso. Por eso, ahora que lo pienso, es más alarmante su condición de incompleto que su desnudez.:D
EliminarJajaja ese garito lo pilla Tarantino y tenemos peliculón... :)
ResponderEliminarEstoy convencido de ello. Lástima que dice que se retira, pero seguro que lo hace a lo grande.;)
EliminarHay hallazgos que justifican cualquier desmadre, y sin duda "La Virgen Decapitada" es uno!
ResponderEliminarSin duda. Aunque si se va, es un lugar al que hay que ir acompañado.;)
Eliminar¿Qué aventuras estrambóticas hubieran ocurrido si hubiera aceptado esa cerveza, y quizás otras más? Seguro se despierta en un mundo como los salidos de la imaginación de Oswaldo Mejía.
ResponderEliminarEs posible que lo sepamos. Quizá en un futuro vuelva a entrar, si es que lo encuentro. Aunque lo haré de día.:)
Eliminar¡Qué facilidad tienes para construir imágenes! El trapo sucio como el delantal de un matarife; la mirada hepática, delgadez de ultratumba... añaden al relato el ambiente que precisa en cada instante, en este caso un tono turbio escatológico macilento y corrompido muy bien logrado. Las escenas se vuelven del todo cinematográficas, una talentosa habilidad en la narrativa que me encanta leerte.
ResponderEliminarOye, solo por curiosidad. ¿Cuándo a una persona le falta la mitad del cuerpo puede vivir? Se me antoja del todo imposible... pero ¡qué coño! para eso está la ficción.
Me ha encantado tu texto...
Muchas gracias, Matilde, celebro que te haya gustado. En cuanto a la pregunta, no sé cómo puede vivir, pero vive. Verás, el videoclip que ilustra la entrada es de un grupo que se llama Avatar. La primera vez que los vi (2018) traían de teloneros a https://hellzapoppin.com/. Una especie de divertido circo del horror en el que se clavan espadas, se las tragan, se taladran el lagrimal,la nariz, y en el que sale un tipo que solo es medio tipo. No va en silla de ruedas: utiliza los brazos como si fueran sus piernas; tan poco le que da otra. Lo que hacían era real y explicarlo como merece supone otra entrada. Digo real, porque lo vi, y a pocos metros. Aparte te dejaban examinar el material afilado y cortante que luego utilizan contra su carne. :)
EliminarPues no sé si me dejas más tranquila o lista para no dormir. 😃 Gracias por la explicación
EliminarTus maravillosos relatos siempre me evocan cosas, como si ya hubiese vivido cada cosa que describes, leerte es para mí como una experiencia extracorpórea jajaja
ResponderEliminarEn esta ocasión me recordaste este videoclip 🤣 https://youtu.be/Kxtoc2fKHeg siento ser la pesada que siempre te enchufa links en los comentarios.
Eh, no conocía el grupo ni la canción, que como puedes imaginar, me ha gustado. Hubiera servido también para ilustrar la entrada. Tú no pares de descubrirme enlaces, que también me gusta mirar mis entradas desde el punto de la mirada ajena.;)
EliminarCierto tugurios decididamente no son para cualquiera...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Desde luego que no. Se necesita una más que sólida predisposición.
EliminarJoer, Cabro, vaya antro la Virgen Decapitada, como para pedirte la dirección... Me quedo con el Bar de Sito, con su Demetria y Metralla.
ResponderEliminar(Por cierto, ¿pagaste la birra antes de salir de allí escopetado?) :))
Sí, yo también me quedo con el bar de Sito. No se puede pagar una cerveza servida de semejante manera. Al igual se la bebió el viejo de los esputos.:))
EliminarHola,
ResponderEliminarcreo que no había estado nunca en tu blog, gracias por pasarte por el mio.
Felicitarte porque mientras te leía solo tenía ganas de salir a toda velocidad de ese tugurio, se visualizaba perfectamente y te aseguro que daba escalofrios.
Saludos
Hola, gracias a ti por hacer lo propio. Cada bar tiene su peculiar clientela; no hay dos iguales.:)
EliminarMira que he estado en antros... pero en uno así, creo que daría media vuelta y chao.
ResponderEliminarBesos.
Hola. Más que por el antro, por la clientela en sí, pero qué es un antro sino su clientela.:)
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