15/9/22

170. En el bar

    Hubo un bar de insalubridad contrastada en la que se congregaban enfermos mentales con paga, alcohólicos, puteros, cocainómanos, morosos, ludópatas, especímenes de mala reputación y tipos como yo. 

    Fui cliente habitual de aquel tugurio infecto durante sus trece años de existencia, y por consiguiente, también testigo de los hechos más delirantes y entristecedores de cuantos he presenciado hasta el día de hoy.

    El bar fue regentado por un buen hombre que se llamaba Sito, cuyo parecido con Paulie Pennino era sobrenatural. Las veces que en el bar de Sito ocurría algo, siempre era algo malo o de extrema carcajada, pero nunca normal. Por ejemplo, era normal que si palmeabas la barra con cierta energía, salieran de debajo cientos de alimañas proyectadas en todas direcciones.

    Otras veces —nunca supimos si del único lavabo que había o del garaje contiguo al bar—, día sí día no, nos visitaba una rata marrón con una deformidad en la oreja derecha. Sito corría por el bar tras aquella escurridiza roedora, armado con un bate de béisbol, esquivando mesas, sillas y a clientes, que a su vez, apostaban sobre el desenlace de la persecución. Aquella rata enseguida se ganó nuestra simpatía, y como también era una superviviente, la adoptamos como parte de la clientela, bautizándola con el nombre de Demetria.

    Cuando no advertía la presencia de Demetria, Sito fumaba tras la barra con la lentitud de quien cree disponer de todo el tiempo del mundo. Nunca presencié en otra persona que un movimiento tan rápido y automático pudiera llegar a eternizarse de semejante modo. En cambio, y al mismo tiempo, con la otra mano levantaba con gesto profesional y el triple de rápido, una mancuerna cromada de ocho kilos. 

    A veces era su hijo el que estaba tras la barra. También con las manos ocupadas la mayoría de veces, solo que con una guitarra acústica o eléctrica, más el amplificador. Dependiendo del día, a veces derrochaba vitalidad imitando los movimientos de Angus Young en acordes sencillos. Cuando no, grupos de metal, hardcore y punk de la época, sonaban de la minicadena que uno de los clientes ofreció a Sito como saldo por el cúmulo de consumiciones impagadas.

    Días más tarde supimos, sin que nos sorprendiera, que la minicadena era robada.

    Sito también tenía una hija que nada tuvo que ver con el bar, salvo por sus idas y venidas a la caja registradora. Entraba por la puerta que separaba el bar de la planta baja de la casa, cogía la pasta y desaparecía por donde había entrado. Alguna que otra vez, lo hacía dirigiéndonos una fugaz e indisimulada mirada de profundo desdén, propiciada por algún desafortunado piropo fuera de contexto. 

    No así como Lúa, que aunque era la querida perra de la familia, también la sentíamos como nuestra. Hasta el último día de su vida estuvo con nosotros y fue muy feliz, demostrando tener en multitud de ocasiones, más raciocinio y menos animalidad de la que se presupone a nuestra raza.

    Y si bien Sito e hijo daban la cara tras la barra, la señora Tere, mujer de Sito, gallega de nacimiento y crianza, con fundada reputación de meiga, era la jefa indiscutible del negocio. 

   Su cabello, níveo y liso, caía como una cortina de aceite hasta la cintura, siempre peinado a la perfección con la raya en medio, y sus ojos, azules como un cielo despejado, brillaban tras los cristales inmaculados de sus gafas de pasta. Me encantaba la exquisita dicción de aquella mujer, propia de las actrices de doblaje, a la que solo oíamos y veíamos por la noche, cuando el bar hacía una hora que debía estar cerrado y Sito no encontraba manera de echarnos. 

    De súbito, la puerta que delimitaba el bar de la vivienda se abría sola, y aparecía ella como si se desplazara sobre ruedas, colocándose en el ojo del huracán. Entonces, caía un manto de silencio que enmudecía el ambiente; incluso Demetria paraba de roer y alzaba su diminuta cabecita en dirección a ella. 

    La señora Tere, en un porte de gran rectitud, cruzada de brazos y con un semblante de sobrecogedora seriedad, nos miraba de izquierda a derecha sin girar la cabeza, paralizándonos con los ojos, y pasados unos segundos en los que cabía una eternidad, nos ordenaba: «¿Es que ya habéis olvidado a qué hora se cierra aquí? Pagad y desalojad este establecimiento de inmediato, ¡u os meto un mal de ojo que no os lo quitáis de encima en un año!». 

    Acto seguido, sin parpadear, desaparecía marcha atrás de idéntico modo a como había entrado, sin tener que aparecer, nunca, una segunda vez. 

    Y nosotros y Demetria hacíamos lo propio. 

    Hasta aquí, todo lo narrado era lo más normal que ocurría en el bar de Sito, un día cualquiera en el que no ocurría nada. Pero cuando pasaba algo más allá de los billetes amontonándose en las mesas a golpe de baraja; de las mensualidades desapareciendo por las ranuras de la Cirsa; de los diferentes grados de ebriedad generalizada, y otros estados tóxicos producidos por la química ilegal... 

    Cuando pasaba algo más allá de todo aquello, era como si toda la locura del mundo conjurara contra los cuerdos.


25 comentarios:

  1. ''Hubo un bar de insalubridad contrastada en la que se congregaban enfermos mentales con paga, alcohólicos, puteros, cocainómanos, morosos, ludópatas, especímenes de mala reputación, y tipos como yo''

    ¿Y cómo eres tú?, porque se me antoja pensar/imaginar, después del recorrido de tus letras, que por cierto, he podido visualizar(Te), aunque cercano, apartado de todo, observando y disfrutando, no solo de la bebida, del ambiente familiar e íntimo que, con el tiempo se fue formando, pero sin intervenir, porque siendo parte, eras consciente que no lo fuiste, no lo sé, me estoy liando, no he podido aterrizar las imágenes que se han sucedido en mi cabeza.

    Me has recordado la taberna de Arturo, un lugar ''familiar'' de comidas rápidas y bebidas frías, oscuro y de paredes desgastadas, personas dentro y fuera y a pesar de que la cerveza era ''el plato fuerte'', el ambiente era totalmente de respeto entre todos y para todos, un sitio que pareciera insalubre y a la luz del día estaba impecable, quizás un juego cruel de la poca visibilidad.

    Algo tiene tu espacio que me hace recordar cosas que había olvidado, no lo sé, quizás son tus publicaciones como intimidad de una charla.

    Cuídate

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    1. Hola, MdN. Has acertado de pleno en tu segundo párrafo. Yo era otro más, que solo observaba y nunca juzgaba. Un testigo no del todo implicado, pero fiel. Y me reía; me reía mucho.
      Gracias.

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    2. Bien, me alegro de no estar tan errada, por cierto, la música linda, me gustó y me recordó aquel SuavecitoParaAbajo=)

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  2. ¡Qué tiempos aquellos en los que se fumaba detrás de la barra de un bar! O en la consulta del médico, o en un restaurante... No tengo muy claro si echo de menos esos tiempos o no, lo que sí sé que no echo de menos es esa nube constante de humo en la que vivíamos.
    Bares como el que describes se acaban convirtiendo en una segunda casa. Para algunos es la única casa que tienen.

    Besos.

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    1. Yo tampoco echo de menos aquella nube de humo. En cuanto a los bares, aún quedan bares así. Cada uno de ellos con su particular clientela, con sus historias, sus mecanismos.

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  3. La historia se escribe en un bar. A ser posible en uno de mala muerte...

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    1. Son un basto caldo de cultivo. Todos y cada uno de ellos. Pero aquellos de la noche, más aún.

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  4. Espero que Demetria, Sito y Tere hayan encontrado otro lugar parecido donde poder seguir trajinando. Y deseo que el bar de Sito se haya convertido en una librería (aunque me temo que hoy sea una sucursal de cualquier Banco -como cantaba Sabina- o un chino)

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    1. Bueno, Sito nos dejó hace unos tres o cuatro años. Y el bar está en la planta baja de la casa, ahí, cerrado.

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  5. Hay un lugar como ese en cada barrio de éste país, aunque cada vez quedan menos. Has descrito a la perfección la España profunda.
    Somos unos desgraciados.

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    1. Pero cómo nos reímos, Kiffi; cómo nos reímos. :)

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  6. Un bar de esa categoría siempre ofrece buenas historias, de ese tipo todavía quedan algunos. Lo siento por Sito.

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    1. Nada como un bar para conocer quiénes somos de verdad como sociedad.

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  7. Usted se mete en cada sitio...¡Madre mía!

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    1. Siempre al lado del rechazado, el desvalido, el señalado, el impopular... Siempre al lado del vulgo. Al menos, a estos los ves venir de frente.;)

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  8. Me ha encantado tu relato, es como que nos llevas de la mano asomándonos a este lugar tan peculiar. Uno se siente ahí, se genera simpatía ante esa bola de alcohólicos y adictos, hasta le toma uno cariño a Demetria y yo ya pedí una pinta de cerveza pero Sito anda parando una pelea por ahí. Muy bueno, saludos.

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    1. Gracias. Celebro que te haya gustado. Serías bienvenida a ese bar.:)

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  9. Linda historia. Me trae cierta nostalgia.

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    1. Gracias. En cierto modo, es una historia nostálgica.

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  10. ¡Vaya un lugar! ¡Vaya con la cantidad de historias que se deben haber hablado allí, qué ambiente! De no ser por las "mascotas" (excepto el perrito, por supuesto), pediría ahora mismo estar allí en calidad de espectadora. Justo iba a preguntar lo que respondiste ya, a qué grupo de los que mencionas pertenecías tú.
    Y eso de los cuerdos y los locos, habría que ver quién es quién.
    De nuevo, gracias por la música.
    Ayyy tus narraciones!

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    1. En cierto modo, todos estamos algo locos. No puede ser de otra forma en un mundo de espanto. Gracias a ti. :)

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  11. Me gusta leer sobre esos bares pero la insectofobia cucarachera me impide habitarlos. Y eso de que no existen ya... A veces, por ciertos barrios de mi Barcelona cuando no me han robado la cartera, me encuentro tomando café en alguno. De día, para no detectar bien la mugre.

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    1. Sí que existen.Son una clara muestra de supervivencia acorde con la clientela. Incluso tienen cierto atractivo indefinible.

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  12. La gran pregunta es: ¿Cómo se llevaban Demetria y Lúa? ¿Y por qué eso no nos lo cuentas, es demasiado dramático? ¿Peor que lo del mal de ojo? ¿No lo soportaríamos? ;P

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    1. Todo a su tiempo, que hay más partes. Bueno, solo hay una tercera parte, pero puede haber más. Me apunto lo de la roedora Demetria y la perra Lúa.;)

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