Doble V, allá por el 2006, traían mil millones de maneras de morir y solo una de vivir. Aunque yo creo que hay tantas maneras de vivir como gente campando por el planeta.
Algunos de esos habitantes, estén donde estén y como yo, puede que guarden en algún lugar privado de la memoria ese lugar o persona que deja en ti una huella indeleble.
En mi caso fue uno de esos antros que la gente de corrección política señala con el dedo. Esa clase de garito que abre por la tarde y baja la persiana a altas horas de la noche, cuya clientela, para votantes concienciados y gentes de bien, son lo peor de cada casa.
Más que un bar, centro de reunión y foro cultural, aquel sitio fue nuestro segundo hogar, en el que bebíamos mientras la música, esa que te haría vomitar, a tus hijos pequeños llorar y a tus abuelos matar de un infarto, atronaba.
Nos sentíamos integrados y que formábamos parte de algo. O mejor dicho, parte de algo que nos llenaba de alguna forma. Porque el mundo que nos había tocado vivir, ese de allí afuera que más o menos es igual para todos —para todos los que tenemos algún sitio donde caer muertos—, nos resultaba una puta broma, la más de las veces decepcionante.
Sensación que aún dura y con toda probabilidad jamás podré quitarme de encima. Pero ni falta que hace: lo llevo bien.
Fueron pasando los años; aquel sitio me vio crecer y aprendí. Allí, entre la ebriedad, el humo del polen y la distorsión, se crearon las más insólitas comuniones y los lazos más insospechados, aún hoy anudados.
Pero nada permanece y el camino que toca seguir es siempre hacia delante. Aquel pequeño local fue derruido y cuando vuelve la nostalgia, solo queda sonreír por los buenos tiempos, pese a que una parte de mí que tenía muy adentro quedó ahí atrás para siempre, entre los escombros.
Somos por lo que fuimos y vamos con ello por siempre. Es una fortuna.
ResponderEliminarRecordamos lo bueno y lo malo, y que cada cual lo filtre como pueda o quiera.
EliminarEl mio se llamaba "el Santuario", habían pasado por él tres generaciones de rockeros y metaleros, (porque era el único de todo el pueblo donde sonaba esa música). Las mesas y los asientos eran tumbas con los nombres de los grandes rockeros de la historia, había una gran lámpara de araña con forma de pentagrama en el centro del techo, de la que colgaba un esqueleto bastante realista, un graffitti de Satán reclamando almas en el infierno devoraba toda la pared del fondo, y colgaban cadenas de todas partes. Era nuestro, podíamos subir a la mesa de mezclas y poner la música que quisiéramos cuando quisiéramos etc. Se respiraba humo y respeto. Tuve la suerte de estar allí el último día que abrió, de pura casualidad. Nada valioso dura en esta vida.
ResponderEliminarNada de nada. Desde luego, esos lugares no son el típico bar ni pub. Son otra cosa y acaban por convertirse en especiales.
EliminarEn aquel lugar hoy... hay un mega bazar oriental... sorpresa!!
ResponderEliminarAlguna vez que he entrado me ha sido imposible no contener la respiración. Antes era una discoteca que atraía gente de una amplia periferia. Era un embudo hacia abajo que terminaba en la pista de baile. Todo bicho viviente que entrase por las escaleras se podía ver desde cualquier lugar del habitáculo. Y dentro la gente e distribuía por sectores.
Entrar, era para mi un acto de hedonismo supremo. Casi un ritual. Dejaba la ropa de abrigo en el vestidor y al rebasar la puerta ya estabas en el principio de las escaleras. Tú no veis a nadie deslumbrada por lo focos, pero todo dios te veía. Para los inseguros era un martirio hasta llegar llegar abajo. Para mi... bueno, solo el DJ lo sabia, que el muy cabrón en cuanto me veía, cortaba la musica y ponía mi canción. Eso se terminó por convertir en un espectáculo más y yo en el amor platónico del DJ y de algunos más.
Sí que hay lugares que de algún modo nos marcan. Algunos como en mi caso, incluso son el punto donde surge el nacimiento de esa mujer fatal. En fin... hasta aquí puedo contar, que luego se hace el comentario tan largo como el del amigo Andrés y nadie lo entiende ;)
Esos lugares, en sí mismos, encierran cientos de historias y complicidades. Seguro que Andrés también tiene un lugar especial.
EliminarTuve un lugar parecido que acabó de forma parecida, re calificaciones, delincuencia, cualquier excusa les sirve... Ahora me resguardo en un blog, para mi es algo parecido.
ResponderEliminarY además el blog durará las ganas que tenga el que lo gestiona.
EliminarHace unos días pasé por Crazy Horse, lo que antes se conocía como discoteca, fue el sitio que acogió a tantísimos jóvenes que en su tiempo solo querían divertirse, sin ir a más, o es lo que recuerdo, pasé noches de sábado agradables allí, varias y el ver como el paso del tiempo lo ha vencido me puso nostálgica, por ahí encontré guardada una membresía de una noche que no fui y fue la última, al final lograron clausurarlo por ''ruidoso''
ResponderEliminarParece que son más los lugares que las personas lo que deja huella.:)
EliminarYo creo que todos hemos tenido en nuestra juventud un lugar así. Distintos tipos de música, de decoración y de clientela, pero la misma sensación de estar más en casa que en la propia.
ResponderEliminarBesos.
Sí, parece que es un denominador común.
EliminarDe una forma u otra los recuerdos más dolorosos no son de los de aquello que pudo haber sido, sino de lo que fue y ya no es.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Sí, aunque no son dolorosos. Más bien reconfortantes por lo vivido.
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