Esta historia que hoy te cuento me fue narrada con toda profusión de detalles por tres de sus cuatro protagonistas, mientras que uno de ellos permanecía en un estoico silencio. Como por aquel entonces los cuatro amigos —que nada tienen que ver con los que figuran en las entradas 202 y 203— eran muy jóvenes y atrevidos, iban por la vida bastante escasos de cerebro pero muy sobrados de energía.
Una noche en la que trasegaban en una de sus recurrentes y desmesuradas sesiones etílicas, quedaron en ir a practicar puentismo el fin de semana que les fuera propicio. Por aquellos tiempos convulsos la gente se tiraba desde un puente por voluntad propia sin que supusiera un suicidio. Parecíamos todos menos idiotas que ahora, ya que no existían las redes sociales y las autofotos arriesgadas todavía estaban por llegar.
Así pues, repletos de resolución y pertrechados con suficientes cervezas como para aplacar la sed de todo un regimiento, mis cuatro jóvenes amigos, cuyos nombres reales omitiré como es costumbre en esta bitácora, se dirigieron al conocido puente catalán en el que, por vez primera, experimentarían las extremas sensaciones de tan adrenalínico deporte.
Inolfo fue el primero en colocarse el casco y embutirse en el arnés de seguridad. El día era soleado y la temperatura agradable. Entre todos los presentes dispuestos a dar el gran salto se respiraba una tácita camaradería. Inolfo atendió a las instrucciones de los monitores y tan pronto le dieron el ok se lanzó sin más. Pitasio y Eustaquio no fueron menos y cumplieron de igual modo. No así como Uldarico, que se bloqueó en cuanto se careó con el abismo.
Los monitores dijeron que era algo frecuente. A la hora de la verdad cada persona necesita su tiempo de asimilación para algo así, por lo que Uldarico cedió su turno a otros saltadores. Cuando volvió a ofrecerse de nuevo al sobrecogedor espacio abierto, en el puente ya había un grueso considerable de espectadores que coreaban la consabida cuenta atrás hasta llegar a cero. Pero entonces se hacía el silencio, Uldarico sonreía como el Joker y acababa negando con la cabeza.
Los instructores, bregados en ese tipo de situaciones, volvieron a dejar a Uldarico a solas con sus demonios, mientras que Inolfo resolvió tirarse de nuevo, esta vez con los brazos en cruz, directo al vacío como un anticristo suicida. Pitasio hizo lo propio como si fuera una lanza, con los brazos estirados hasta unir las palmas. Y Eustaquio lo hizo con los brazos pegados a los costados, estremeciendo todo su cuerpo como un salmón a contracorriente.
Entre los saltos de unos y de otros la mañana fue cediendo paso al mediodía, entretanto que Uldarico llegó a negar hasta cinco y seis veces, incapaz de desbloquear su cerebro pese a los ánimos de aficionados y profesionales. Y aun así, sin pretenderlo, se había convertido en la máxima estrella del evento, con lo cual se le concedió otra nueva y última oportunidad.
De modo que ahí estaba Uldarico por séptima vez, con casco y arnés en ristre, asumiendo su traumática situación ante la inmensidad terrenal. Lidiando contra sus dispares emociones en una pequeña plataforma de espaldas a un puente, en el que cerca de seiscientas bocas enajenadas y salivantes, en lugar de bramar la cuenta atrás, exclamaban incansables y al unísono: «¡Que se tire!, ¡que se tire!, ¡que se tire!».
Y en efecto, la abrumadora presión social obró el milagro, y Uldarico se lanzó al vacío con la cara blanquecina y desprovista de toda emoción. Aunque si hay que hacer honor a la verdad, más que lanzarse, se dejó caer de pies sin gracia alguna, como un triste muñeco de trapo que alguien deja de sostener por la cabeza desde un balcón a gran altura. Pese a lo grotesco del salto, la numerosa concurrencia prorrumpió en una sentida oleada de aplausos y vítores. Y de igual modo lo recibieron tan pronto su semblante desencajado apareció por la baranda del puente.
En los días que siguieron, me enteré de que los medios informativos de la localidad a la que pertenece el puente, dieron cobertura a aquel acontecimiento de envergadura inusitada, todavía hoy recordado por mis cuatro amigos, Inolfo, Pitasio, Eustaquio y Uldarico.
Aunque este último nunca quiera hablar de ello.
Demasiado riesgo, pobrecito el que se tiró muy en contra de su voluntad, de seguro una experiencia que querría olvidar el inocente.
ResponderEliminarSaludos.
Sí. No sé si se podría decir que venció su miedo. Creo que no.:))
EliminarMe ha hecho gracia una cosa que mencionas casi de pasada, eran tiempos tan extraños que hacíamos el imbécil sin necesidad de inmortalizarlo con doscientas fotos, cuatro vídeos y cinco estados ....
ResponderEliminarjajaja. Así es, Beauséant. Un detalle de gran relevancia.
EliminarVenció el miedo a tirarse pero no el miedo a la presión social. A mí ya me pueden decir todos que me tire que me da más miedo la altura del puente que la gente.
ResponderEliminarEse es el punto , Sergio, ese. La presión social es poderosa y el enemigo bien lo sabe y consigue que trabaje para él.
EliminarNo me lanzo yo desde un puente así digan de mi lo que digan. De hecho, jamás me he montado en ninguna atracción; ni montaña rusa, ni el dragón, ni ninguna, solo en los autos de choque jajaajaj. Y mis amigos siempre me decían: venga tia que es la hostia, y yo siempre lo mismo, la hostia es estar abajo con una cerveza viendo la cara gilis que ponéis, y los gritos que dáis jajajaajajaja
ResponderEliminarQue para soltar adrenalina yo no necesito jugarme la vida, con soltar cuatro kabenzotz, cinco a tomar por saco y alguna cosilla más, toda mi adrenalina sale sola jajaja
Cierto que esos momentazos no tenían tantos flashes como ahora, pero ya en su época había quién inmortalizaba el momento con una cámara de vídeo.
Beso ;)
Entonces ya somos dos. Con lo fácil que es llevarse bien con la gravedad terrestre.:)
EliminarEntiendo perfectamente a Uldarico, con el vértigo que tengo no salto por más que me jaleen los coros celestiales.
ResponderEliminarChafardero
El acabó saltando, no obstante. Quizá pensó que si no saltaba lo que vendría después sería peor... y más duradero.:)
EliminarNo sé si saltaría bajo presión pero si me apeteciese, sí. Lo de los selfies eso sí que me pone más de los nervios. Y el balconing, otra diversión más, pero ésta sí que no la pillo. La de muertes y delirios que ha habido por querer probarle a los demás que se es lo que no se es, no es algo nuevo. Lo peor es que con las redes el ciberacoso que conlleva después este lastre queda grabado, antes sólo lo recordaban, mientras la cicatriz permanece indeleble, sólo ha cambiado la forma, el fondo sigue siendo el mismo.
ResponderEliminarSí, es cierto. El humano es el mismo pasen mil años y mil escenarios diferentes.
EliminarNo todos somos valientes, con el miedo que me da el río, lo sigo mirando de lejos. Pero tus amigos eran jovenes y no conocían el miedo, son travesuras de la edad. Bonito recuerdo.
ResponderEliminarmariarosa.
Hola, Mariarosa. El caso es que si Uldarico tenía miedo es algo comprensible y no pasa nada por ello. Él creyó que sí pasaba, y supongo que ahí estaba el problema.:)
EliminarSin ninguna duda, impone mucho más la presión social, que el miedo al abismo, por eso tienen tanto tirón las redes, mucho más que el tirón de la cuerda al rebotar cuando llegas abajo, que te descoyunta. Yo fui una Uldarica, sin quererlo. Acompañé a una amiga y casi me lanzan arrastras, como peso poco me cogieron entre dos y menos mal que se apiadaron al final, casi lloro jaja si me llegan a lanzar, muero en el vuelo.. Te hubieras librado de mi ; )
ResponderEliminarYo ni siquiera estaba allí y eso que me dijeron de ir. Lástima, porque me perdí una buena y no he querido hacer mucho escarnio.:)
EliminarBien por Uldarico, que al final venció su miedo y su complejo de cobardica. Pero yo creo que lo hubiera pasado mejor si, en vez de hacer puenting, se hubiera ido con otros colegas a trasegar cañas por los bares del pueblo :) Eso sí, se hubiera perdido la foto que sin duda le hicieron, no hay quien no se haga una foto cuando hace esas cosas :)
ResponderEliminarMe aseguraron de que hay fotos que salen el periódico local de la época. El momento de Uldarico fue inmortalizado. Lo que no sé si el periódico sigue vivo en la actualidad.:)
EliminarNo había nombres más sencillos???? jajaja Pues yo no tengo vértigo, pero no salto de un puente ni por 1 millón de euros... o bueno, por esa cantidad... quizá sí.🙃
ResponderEliminarBesos.
Jajajaja. Ahí esta el quid.;)
EliminarHola, Inolfo y Uldarico, madre mía... Y seguro que son nombres de Reyes antiguos o algo así, pero vaya nombrecitos... (Hoy en este blog siento que voy aprendiendo vocabulario ;-).
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Son nombres en desuso, hasta que llego yo y los descubro.:)
Eliminar