22/2/21

7. Contagio escolar

    Ahora que vivimos en una pandemia —la primera de nuestra vida, ¡qué emoción!— los churumbeles no tienen que ir al colegio. Este hecho inusual me ha recordado cuando el colegial era yo. Ahora no sé, pero en mis tiempos de instituto, el alumnado de mi clase tenía un común diferenciador: los vagos y los aplicados. Obvio y para no darme importancia, yo estaba en una respetable posición intermedia.

    El profesor, confiando en lo honroso de su profesión, colocaba al alumno vago al lado del alumno aplicado, con la noble intención de que el alumno vago se contagiara de la actitud del alumno aplicado. Pero ocurría el efecto contrario: el alumno aplicado terminaba contagiándose de la actitud indolente de su compañero de pupitre. Con lo cual, el profesor ya no tenía un alumno vago, tenía dos. Es más, como el profesor no estuviera al loro, en pocos días corría el riesgo de tener a toda la puta clase infectada de holgazanería extrema.

    Total, que aquella mierda se pegaba.

    Cuando eso ocurría, el profesor identificaba el foco de infección —solía ser un grupo de cuatro o cinco portadores—, y lo aislaba del resto de estudiantes asintomáticos colocándolo en la esquina más alejada del aula. De hecho, me consta que parte del profesorado hacía lo propio, a fin de evitar que la pereza se propagara y derivara en una jodida pandemia de los cojones y afectara a todo el centro.

    En fin, que cuando los churumbeles tengan que volver al colegio, pobrecillos, alucinarán más que cuando yo veía a Mazinger Z emerger del agua. Más que nada porque a lo mejor ya se han contagiado entre ellos sin saberlo, mucho antes de que empezara toda esta movida vírica. Aunque en mi caso, ni contagio, ni infección, ni pollas en vinagre: mis padres siempre me han asegurado que desde la primera vez a la última que entré en un recinto de enseñanza, la vagancia me venía de serie.




8 comentarios:

  1. En según qué casos el virus de la indolencia era transmitido por los mandos. Poco podíamos hacer los “soldaditos” sino saltar al ritmo de “voy a pasármelo bien”… ¡Qué selectivos son algunos virus!

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  2. Algunos mandos se merecen mas de una entrada. Hay muchos vagos pero algunos son muy buenos. Cuantos recuerdos tengo de esa época y me sorprende que la mayoría son divertidos.

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    1. Recuerdo especialmente los motes de algunos: el cara de pera, el "repeinao", la grafo, el fifo...

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  3. Jajajajaja me ha hecho reír esta entrada tuya, así como traerme recuerdos muy buenos, hasta la expresión pollas en vinagre, hacía tiempo no la oía y que no la uso.

    Un saludo

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    1. Siempre va bien la risa. Y en los tiempos que corren, sobre todo.

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  4. Lo relatas tal cual. También es verdad que, por entonces (por lo de Mazinger Z me ubico temporalmente), las clases no eran de ratio 20/25 como ahora, sino de 30/45, y no existía el orientador ni el psicólogo, ni todo ese equipo que auxilia al profesor en la actualidad. Me ha gustado tu reflexión porque me ha traslado a mi época estudiantil, en la que yo era la número 32, número que junto al apellido era la identificación, el profesor sólo te conocía por el apellido, no teníamos nombre.

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    1. Muy cierto, aunque en nuestra escuela, durante lo que antes se llamaba la E.G.B., sí nos llamaban por el nombre. Por el apellido fue más adelante, fuera F.P. o B.U.P.

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