20/5/24

343. La chispa

    Hurgando en el fondo del cajón de los cacharros olvidados, además de mi colección inacabada de esporas, moho y hongos, encontré unos audífonos inalámbricos que no sabía que tenía. De modo que me los coloqué, salí de mi colmena móvil en ristre, y empecé a caminar por la calle gris bajo la bruma celeste de contaminación. 

    La canción de Callejón comenzó a sonar y se adueñó de mí desde el primer segundo, y me deje llevar como Gene Kelly en 1952, aunque sin lluvia pero multiplicado por seis. De modo que siempre hacia adelante, bien de frente, de lado o girando sobre mí mismo, durante cuatro minutos y once segundos hice mío el mobiliario urbano, mientras me prodigaba en una serie de aspavientos variados y desconcertantes, propios de un poseso.

    La canción así lo requería, pues ya se sabe que la música, según se mire, saca lo mejor y peor de cada uno. Así que si tenía que gritar, gritaba. Si tenía que patalear o revolcarme por la acera, lo mismo; y si para compartir la energía que la canción me producía tenía que zarandear a cualquiera que se me cruzara al paso, también. Y todo eso, claro está, con la mueca grotesca correspondiente. 

    Incluso en el minuto 2,54 fue de rigor que rapeara con la gesticulación adecuada.

    La canción finalizó como pasa con todo un día u otro, y con ella el histriónico espectáculo que brindé a los viandantes cercanos, los cuales no eran más que un conjunto de caras oscilantes entre el pasmo, el horror y el divertimiento. A pesar de ser hora punta, ninguno de ellos se contagió de mi entusiasmo, ni cedió a su locura interior por inofensiva que fuera; apenas parecían estar vivos más allá de sus auras moribundas. 

    No pude más que pensar que el enemigo había conseguido arrebatarles la chispa y adormecerlos por completo. 



16/5/24

342. Tentaciones

    Seguro que a Oscar Wilde no le pasó, pero yo ando reñido con mis tentaciones desde que tengo uso de razón. Solo con sucumbir a una de ellas —muchas y diferentes— bastaría para arruinar mi vida entera y la de otras personas. Más que nada porque incurriría en algún delito grave y es algo que no me puedo permitir.

    Tampoco es cuestión de enumerarlas, puesto que no quiero alarmar a nadie. Aunque hoy en día ya nadie se alarma por nada, a no ser que el móvil se quede sin batería o falle en casa la conexión a internet. Con todo, ayer tuve que hacer un gran esfuerzo para no ceder al impulso. Supongo que me falta atrevimiento, o que, de momento, no estoy lo bastante loco.

    De momento.



13/5/24

341. Ahora que ya no estás

    La magnitud de tu ausencia ha sido una bendición.

    Y ahora que ya no estás se respira mejor y el sol brilla con una intensidad que no hiere. Los días que antes eran plomizos se han vuelto una mágica sucesión de momentos bellos y coloridos. Y las pesadillas y la vigilia son ahora viajes oníricos a remansos de sosiego. 

    Ahora que ya no estás, he recobrado la energía necesaria para finalizar todos mis proyectos a medio hacer. Incluso reconozco el sonido de mi risa y mis erecciones vuelven a ser rudas y viriles. La música ya no suena a estridencia, y el silencio de tu ausencia es bálsamo para la paz de espíritu.

    Ahora que ya no estás también caducarán los medicamentos del botiquín del lavabo y envejeceré con alegría. Porque he vuelto a recobrar el apetito por la vida, y las migrañas, los retortijones y reflujos estomacales han desaparecido.

    Ahora que ya no estás todo fluye y nada se marchita alrededor, y yo me he dado cuenta de lo mucho que dabas por culo, hostia y joder.



10/5/24

340. Jornada de re-flexión

    Pasado mañana, domingo, hay elecciones en Cataluña, de modo que voy a re-flexionar. Voy a re-flexionar tanto que ni Amadeo Lladós podrá seguirme. Voy a realizar unos fucking burpees para un voto útil y responsable.



8/5/24

339. Las tardes con AR

    Más o menos éramos unas ciento cincuenta personas, sanas y de inquietudes similares, las que quedamos mediante internet para la celebración de la fiesta. El evento se dio por todo lo alto en una vivienda que lleva cinco años deshabitada. 

    No es la primera vez que nos juntamos, desde luego. De hecho, llevamos haciéndolo durante año y medio dos veces al mes por lo menos, a no ser que queramos cortarnos las venas o rebanarle el cuello a alguien. 

    ¿Que qué es lo que hacemos exactamente? Pues lo que se hace siempre en todas las fiestas, ¿no? Despelotarnos, meternos un dedo por el culo e invocar a Satán y a toda su legión de putas, claro.

    ¡¿Pues qué vamos a hacer, cojones?! Llegamos con nuestra música y nuestras bebidas, liberamos toda la presión acumulada por las putadas cotidianas y laborales, recogemos los desperdicios y nos vamos. 

    Aunque esta vez admito que se nos ha ido de las manos. Si no nos habríais descubierto. Y tampoco voy a poner como excusa el ímpetu de la juventud, que una cosa es que seamos jóvenes y otra unos descerebrados. 

    Pero es que arrastramos mucho desengaño y frustración. Supongo que darnos cuenta a hostias de que el mundo que nos vendieron desde preescolar no existe, nos ha encabronado hasta el punto de que hemos perdido la perspectiva.

    Así que pedimos perdón por haber destrozado la vivienda de fondo buitre donde se hizo la quedada. De todas formas, a vosotros os va muy bien toda esta carnaza para vuestro programa amarillista. Y de paso podéis aprovechar para demostrar que no sois tan gilipollas como con lo de la supuesta orgía en el Viña Rock.




6/5/24

338. Cuerpo a cuerpo

    Si bien yo soy cabrónido y no ciervo, llevo un tiempo prolongado en estado de berrea y cualquier cosa que ocurra a mi alrededor lo asocio al acto copulativo. Como con las tormentas de la semana pasada, por ejemplo, presenciadas tras el cristal de la ventana birra en mano.

   Es increíble el poder absoluto de la Naturaleza cuando dos frentes nubosos chocan y se desata la maravilla. Como si el cielo y la tierra se acariciaran, y el calor acumulado del sol ardiente deseara con locura el contacto tímido al principio, salvaje después, de esas nubes densas y crecientes como algunos besos; como algunas pieles sensibles y acaloradas que todavía no han olvidado cómo entregarse y recibirse.

    Lo mismo me ocurre cuando dos vehículos colisionan uno contra el otro a gran velocidad. Como un apareamiento brutal de anatomías suicidas que no pueden evitarse, y se follan con la intensidad de las erupciones volcánicas más allá de todo raciocinio hasta la carencia total de ser. 

    Con todo, aún no he visto algo a lo que asociar a una gran orgía, ahora que las tormentas han cesado y quizá todos queríamos un poco más.



2/5/24

337. Concierto para ellos

    Un día desafinado en el que muchas cosas no podían ir a peor, decidimos enfrentar a nuestros enemigos. Llegaron a creerse intocables, pero habíamos enloquecido y nos dimos cuenta de ello cuando cambiamos nuestros instrumentos musicales por ametralladoras. 

    Nos habíamos cansado de protestar tocando. 

    Las canciones devinieron en himnos de guerra, y al compás de las balas la melodía se tornó muerte. Disparamos contra ellos cientos y cientos de proyectiles en octava y en clave de do. Parecía que íbamos a ser los perdedores de aquella sinfonía belicosa, pues eran numerosos y estaban muy bien organizados. Pero a nuestro concierto de destrucción también se unieron dueños de bares, gimnasios, peluquerías, discotecas, salas de juegos, comercios varios... y conseguimos vencer.

   Ahora, la totalidad de la música está libre de derechos y se puede reproducir en cualquier lugar sin coste alguno. Habíamos acabado con el dedo índice dolorido, sí, pero también con la SGAE.



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