Una vez leí un escrito de trazo grotesco inmortalizado en un muro medio derruido del arrabal. Decía que las mujeres son como los reverberos, que calientan pero no cocinan.
Y empecé a divagar.
Según lo que yo he leído sobre las primeras guerras que han ido forjando la historia de la Humanidad, eso no es cierto. En aquellas contiendas en las que, a caballo o a pie, las espadas restallaban contra los escudos, llovían flechas ensombreciendo el sol, las puntas de lanza refulgían y la sangre manaba del músculo desgarrado, las mujeres, junto con los niños, cocinaban, lavaban y trataban de curar las terribles heridas.
Así que cocinar han cocinado y cocinan, y por supuesto, han calentado y calientan. Y desde hace unos años incluso se alistan en el ejército.
Cuando calientan, y con ello endurecen el falo y revolucionan la libido sin posterior alivio para el desdichado, se dice que es por una deportiva muestra de poder. Quizá por eso el patriarcado, quién sabe si con tanto despecho como cariño, las bautizó como calientapollas. Todo un cumplido por grosero que suene, puesto que algunas, como algunos, son potentes antiafrodisíacos.
El patriarcado empieza a entender que cualquier relación que se precie entre hombre y mujer, si la mujer lo desea, siempre hay sexo salvo cuando no quiere. De la misma forma que «no es no», también es «no» cuando la mujer dice: puede, quizás, a lo mejor, depende, tú mismo, ya veremos, según, no sé, luego, más tarde, etc. Por eso el hombre es un pajillero hasta el fin de sus días (pajero si tiene estudios), y acaba despertando a ese putero que a menudo pugna por salir y mantiene aletargado.
Las putas son mucho más respetables que aquellas mujeres que siéndolo más que ninguna, se empeñan en demostrar en sociedad que no lo son. Y como los putos, es incuestionable su profesionalidad por el mero hecho de que se implican solo en el plano físico y no en el emocional. Por lo que después de correrte, no tienes que aguantarlas, ni profesarles mentiras que corresponden a los enamorados y al jodido Día de San Valentín.
De un tiempo a esta parte, muchas mujeres se reúnen para sesiones de tuppersex. Entre risitas veladas y cierto alardeo, se exhiben todo un curioso catálogo de utensilios concebidos para el placer sexual más primario, tales como dildos, vibradores, consoladores y bolas chinas. La velada se anima y empiezan a beber chupitos, convirtiendo las risitas en carcajadas. Y si de puertas para fuera aseguran que les importa más en un hombre el tamaño de su inteligencia que otra cosa, en ese momento de intimidad, comparan con admiración, regocijo y crueldad, el tamaño descomunal de esas venosas y coloridas pollas artificiales con la de sus parejas, que a su vez, están cascándosela con ahínco o follándose a una puta como nunca se las han follado a ellas.
El alcohol consumido con imprudencia desinhibe más allá de lo concebible, y lo que empezó siendo una reunión sazonada con una pizca de picante, deriva en una correosa orgía lésbica de insatisfechas malfolladas orquestada por el diablo. Y así, la lascivia despliega sus alas, aleteando a sus anchas como ángel del pecado, por cada centímetro de piel de una gimoteante masa de carne enredada que se convulsiona en un húmedo festín de fluidos y lengüetazos. Entre miradas vidriosas, jadeos y sudor, se intercambian sus instrumentos para darse placer recíproco por todos los dilatados orificios de su cuerpo, que pese a la torrencial lubricación de estos, sufren enrojecimiento debido al desbocado frenesí de tanta fricción.
Una vez han finalizado, se van a la ducha por turnos y quedan para otro día y así poder repetir tan gratificante experiencia. No sin haber fregado antes a conciencia, para no dejar pistas, suelo y muebles que están bañados de viscosas salpicaduras vaginales.
Cuando las mujeres llegan a sus casas, cuentan a sus parejas masculinas, después de haberlos besado y sin pestañear, que el club de lectura al que dicen asistir, hoy ha sido de un interés especial ya que tocaba comentar Trópico de cáncer (1934). Los maridos, por su parte, muestran falso interés y dicen que han estado con los amigotes de siempre jugando una timba de póker, cuando se recrean para sus adentros con el exótico sabor de ese coño asiático de veinte años del que han disfrutado y pensando en repetir.
Es decir, y aunque a bote pronto quizá haya quien no vea la conexión, cuando las mujeres calientan, también cocinan.
Te aplaudo, me ha encantado.
ResponderEliminarUna duda me ha quedado... ¿Los hombres no hacéis sesiones de tuppersex? ¿O como viene de tupper y eso tiene que ver con la cocina es exclusivo para las mujeres? Aunque una cosa te voy a decir, solo he ido una vez en toda mi vida a una de esas sesiones, y allí hubo de todo menos tuppers.
Besos.
Celebro que te haya gustado. Que yo sepa no hay sesiones de tuppersex hetero- masculinas. Y las podría haber, hostia. Coños artificiales de texturas adictivas. Mujeres artificiales de gran realismo humano que nunca se niegan a nada. Somos tan poco creativos y tan elementales que solo rendimos culto a la adoración del cetro. Bueno, y a la pornografía.
EliminarSi el amor romántico es un cuento chino -o de cualquier otra nacionalidad- hay que refugiarse en lo prosaico: «vamos al grano nena»...y ya se sabe, no queda otro remedio que mentir. Nadie va a reconocer sus instintos más básicos.
ResponderEliminarSiglos de religión han conseguido esa auto-represión y han provocado un daño, puede que irreparable.
EliminarMuy bueno, super explícito, cierto y triste. Me parece triste porque es cierto. No me creo "anticuada" ni "cerrada", pero en una de esas bien podría sentirme un espécimen raro porque creo en el amor, en los sentimiento y en las entregas apasionadas pero....con sentimientos. Y bueno, ya la sexualidad como "deporte" o "cosa común" nada debiera extrañarme, pero sucede. Hasta hace poco una chica joven me hablaba de la "relación abierta" que sostenía con su pareja. Y bueno, respeto pero no comprendo.
ResponderEliminarCon tanta "apertura" le cerraron a ella la puerta de su casa para meter a otra. En fin, la vida y sus cosas!
En cuanto a las relaciones y compartir, todo lo que sea de mutuo acuerdo y consensuado entre las partes, tantas como haya, para mí está bien. Puede no gustarnos, pero importarnos, muchos menos. Lo triste es cuando muchos y muchas se privan de ciertas conductas amatorias o sexuales del todo legítimas, porque saben que serán señalados por la Iglesia, la masa social, el estándar familiar, el costumbrismo, etc.
EliminarAl fin y al cabo, es la historia de siempre, en todos los ámbitos.:)
Qué cierto eso de lo que menos debe es importarnos. Y también lo de que las putas son más respetables que las que fingen ser "damas de sociedad".
EliminarY por lo demás, no puedo evitar que aún lo consensuado me da mucha tristeza.
Muy cierto, pero si no existiesen esas sesiones de lectura o tuppersex, ni esas mujeres que venden placer, todo sería muy aburrido.
ResponderEliminarSí. Y encima, algunos humanos matan el aburrimiento condenando las acciones personales e inofensivas de los demás.
EliminarLa lección que dejas es que cuando la frigidez es de ambas partes, ya sea por falta de imaginación, aburrimiento, queda el prostíbulo para superar el hartazgo sexual. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminar¡Hola! Sí, al menos en los hombres. Las mujeres son mucho más creativas.;)
EliminarHombre, demasiado bien tiene que darse la cosa para que las salpicaduras vaginales lleguen hasta los muebles, ¿no? A lo mejor muebles bajitos, pero a las estanterías no sé yo... Te has puesto a echarle imaginación y te has emocionado jajajaja
ResponderEliminarMadre mía, Speedy, qué poca pornografía has visto, jajajaja
EliminarLa verdadera filosofía es la que te hace pensar, y normalmente se encuentra escrita en las paredes de los arrabales...
ResponderEliminarEran Twitter antes de que existiera Twitter.
La cultura urbana, a menudo clandestina, va un paso por delante.:)
EliminarUn texto estupendamente cocinado. Mucho mejor que el ignorante texto en la pared. Loable que con tan poco te salga tanto. Pero volviendo al texto no puedo dejar de pensar que al final, lo que nos separa a los hombres y a las mujeres es el mismo motivo, el tedio, los muchos años junto a la misma persona, el hastío. Así que se trata de salir de "fiesta" y similares o morir en el bostezo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Añadiría incluso que estamos muy intoxicados de una falsa moral alimentada por siglos de represión eclesiástica.
EliminarOiga, de algo me estoy perdiendo. Fui a varias reuniones de Tupperware, pero solo compré algún tupper para almacenar comida.
ResponderEliminarSe ve que en las sesiones de tuppersex, también se come... de todo. :)
EliminarLa mujer es superior al hombre en casi todos los aspectos. El hombre solo la supera en dos cualidades: es más fuerte físicamente y puede hacer pis de pie, con solo sacársela. La mujer algún día descubrirá la partenogénesis y el hombre quedará reducido entonces a no ser más que una boñiga con patas.
ResponderEliminarAdemás, la economía, a nivel mundial, necesita su recambio generacional de esclavos. Así ha sido y será, y las mujeres cada vez tienen menos hijos o no tienen porque ya no quieren. Ellas siempre han sido el futuro; ellas tienen el poder.
EliminarHay muchas cosas que se me vinieron a la mente y me hubiese gustado comentarte, Cabrónidas, pero, ni es el lugar, ni es el momento para invadirte, solo puedo decirte y sin intención de ofender, que los hombres están a años luz de alcanzarnos
ResponderEliminarNunca considero un comentario, sea cual sea, una invasión. Por otro lado, y aunque suene pedante, no hay nadie en la blogosfera capaz de ofenderme.:)
EliminarNunca con intención, ni a ti, ni a nadie, a veces, el castellano tiene lagunas que dan pie a distintas interpretaciones :)
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