Parsimonia es una villa singular cuya existencia no consta en la intrincada geografía terrestre. De hecho, si la buscas en Google Maps, no encontrarás más que una zona pixelada, de modo que la vida allí transcurre en paz y armonía, sin que esos lujos se vean alterados por la toxicidad superlativa del resto del supuesto mundo civilizado. Ni siquiera cuando sus trescientos habitantes, sencillos y hospitalarios, recibieron hace años a su Insigne y Honorable Majestad Rey de Reyes, Taymullah Samamé IV, tercera reencarnación de El Mahdi, Mesías de los Rastafaris, emperador de Mesopotamia y capitán general de los ejércitos de África del Norte y el sur de Asia.
Cuentan los anales de Parsimonia que, para tan magno evento, se consensuó por votación popular un programa de actos. El primer punto del día fue la visita al lugar más emblemático del pueblo, que no es otro que la única plaza del mismo, en cuyo centro se yergue con imponencia un olivo del pleistoceno. La segunda actividad consistió en degustar un banquete de lujo cuyas exquisiteces son macedonia de hortalizas, potaje campestre con patatas del día y agua del pozo como elixir a beber. Como acto final de aquel programa de Estado, se hicieron fotografías y se firmaron, ante notario y por ambas partes, los documentos oficiales a fin de inmortalizar, documentar y dar fe del acontecimiento.
Aquel día lejano, un sol rotundo brilló en el azul imperial del cielo. El Insigne y Honorable Majestad Rey de Reyes, Taymullah Samamé IV, tercera reencarnación de El Mahdi, Mesías de los Rastafaris, emperador de Mesopotamia y capitán general de los ejércitos de África del Norte y el sur de Asia, inició su itinerario cultural. Estaba acompañado por el alcalde de Parsimonia, el señor Floripondio Algaseca, y la concejala de Cultura, Zarzaleana Yerbaespumosa.
Como todo en la apacible comunidad de Parsimonia, el programa de actos transcurrió sin sobresaltos y el tiempo pasó lento como un banco de nubes. Tanto fue así que el insigne y honorable majestad rey de reyes, Taymullah Samamé IV, tercera reencarnación de El Mahdi, mesías de los rastafaris, emperador de Mesopotamia y capitán general de los ejércitos de África del Norte y el sur de Asia, mostró su más sincera gratitud por el diligente trato recibido. Como quedó concertado en protocolo, debía personarse de inmediato el notario para las firmas pertinentes. Así podía partir el visitante con su numerosa cohorte a sus lejanos dominios.
Pero el fedatario de Parsimonia, el venerable don Protuberiano Matabaja, apareció una hora y media tarde. Por la parte que corresponde, Floripondio Algaseca y Zarzaleana Yerbaespumosa, sin atisbo alguno de nerviosismo, explicaron a su visitante, el Insigne y Honorable Majestad Rey de Reyes, Taymullah Samamé IV, tercera reencarnación de El Mahdi, Mesías de los Rastafaris, emperador de Mesopotamia y capitán general de los ejércitos de África del Norte y el sur de Asia que, pese a la imperdonable tardanza, el notario de Parsimonia era un funcionario ejemplar, disciplinado y riguroso en sus quehaceres oficiales.
Y fue así como el Insigne y Honorable Majestad Rey de Reyes, Taymullah Samamé IV, tercera reencarnación de El Mahdi, Mesías de los Rastafaris, emperador de Mesopotamia y capitán general de los ejércitos de África del Norte y el sur de Asia, aprendió que el distinguido notario don Protuberiano Matabaja, natural de la humilde villa de Parsimonia, en sus noventa y cuatro años de vida, jamás bajo ninguna circunstancia perdonaba su hora y media de siesta.
Ni siquiera por el puto sursuncorda de los cojones.