12/7/21

47. Último destino estival

    Estamos en época estival, ya sabes. Ese periodo de tiempo de dos o tres semanas —cuatro a lo sumo— que la burguesía y el Estado acordaron para que te sientas un poco más libre; para que creas que te respetan; para que ames tu esclavitud. Es probable que lo hayan conseguido. Pero es tu momento y tienes que escapar. Tu piso cada vez se hace más pequeño y sigues sin saber a dónde ir a tocarte los huevos o el higo, que tanto da. Llamas a la recepción del hotel Overlook y una voz te informa de que no quedan habitaciones disponibles. Flipas de que haya gente tan chiflada como tú, pero entiendes que todos necesitamos evadirnos de la rutina que nos consume y merma.

    Los hoteles más cotidianos, costeros y de montaña, están al cincuenta por ciento y con restricciones. Eso te plantea dudas; bastante limitación tienes ya en la servidumbre laboral. Sabes que playas y montañas están contaminadas de meadas, mierda, compresas, plástico, envases de hojalata y preservativos llenos de vida no nata. Eso despeja tus dudas y sigues buscando. Tiene que existir algún rincón no masificado en ese gran estercolero de la Vía Láctea en el que sobrevives. Pero no encuentras nada y Shangri-La no aparece en Google Maps, a pesar de que yo te escribo desde ese idílico paraje.

    Estás al borde de la desesperación y empiezas a mirar con insistencia el pote de pastillas caducadas del lavabo, pero no te precipites. Existe una aldea de nombre risible, perteneciente a la puta España negra y profunda, que te recibirá con los brazos abiertos. Ubicada en medio de la nada extremeña, ciento tres personas conviven entre fantasmas y con el recuerdo imborrable de una matanza sanguinaria y violenta nacida de la venganza y el odio. No lo pienses más, es tu sitio: un villorrio apacible y hospitalario alejado del cemento y el ruido donde el tiempo parece detenerse. Un lugar en el que perdura el eco de una historia trágica entre dos familias enfrentadas.

    Tienes que escoger: quedarte en tu casa o ir a ese lugar. 

    Tienes que escoger... 


14 comentarios:

  1. Yo me quedo en casa.aqui ya se donde esta nevera ducha cama sofá,

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    1. Es verdad, y Puerto Hurraco siempre es zona de incertidumbre. Sabes cuándo entras pero no cuándo sales.

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  2. Me quedo. La aventura del vivir de otros tiempos no quiero analizarlo, creo que ya no la tengo . Me ha encantado tu bello texto

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    1. Yo sigo en Shangri-La. Quizá Puerto Hurraco para el verano que viene.

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  3. Es cierto faltó el bloqueador solar sideral para esas buenas vibraciones y ocurrencias tuyas.
    Salud-os

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    1. Por una piel saludable libre de quemaduras. Protección SPF 50.

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  4. Pues fíjate que yo he estado en unos de esos pueblos con menos de 100 habitantes, sin internet, con la señal del teléfono solo en algunos puntos y descubrí lo largo que es el tiempo cuando ya te conoces todas las batallitas. No volvería pero fue una experiencia inolvidable.

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    1. No lo dudo. Por más que pase el tiempo, lo de Puerto Hurraco ahí queda.

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  5. Me he reido con el relato...creo que se dan las dos cosas...por un lado la desesperacion de la gente por veranear( aqui es invierno).. y las cuestiones politicas que aqui y alla nos tienen agarrados de todos lados...y siii...hay que decidir...por aqui tenemos algunos pueblos que se asemejan bastante al de tu historia...yo mejor me quedo en casa jajaja Saludos

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  6. Fantasmas y matanzas sanguinarias? Donde hay que firmar?

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    1. Puerto Hurraco, en Extremadura. Siniestro lugar.

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