Está claro que el confinamiento nos ha quitado cosas en favor de otras. Por ejemplo: echo de menos los conciertos y nada el trabajo. Casi tenía superado lo primero —si es que tal cosa se puede superar—, cuando me entero de que el único programa que sigo de toda la mierda televisiva —si no me duermo antes— deja de emitirse por tiempo indefinido.
De inmediato me vine abajo, contuve el llanto, y de pronto salí al balcón puños en alto para escupir toda mi desdicha exclamando un «¡nooooooooooooo, hijos de putaaaaaaa!», tan intenso y prolongado que seguro perdurará en el tiempo. A todo esto, eran las ocho de la tarde y los vecinos estaban aplaudiendo al unísono como si no hubiera mañana. Los más cercanos me miraron como diciendo: «¡Hijo de puta tú, cabronazo! ¡Ten un poco de empatía!».
Por otro lado, ya no estoy sometido —de momento— a los cambios de turno que se dan en mi trabajo. Ahora empiezo el día taconeando en el aire sin luxación; como con la voracidad de un jabalí con piñata nueva; duermo como un bebé sedado y ya no tengo episodios de insomnio jodón. Eso se traduce en unos biorritmos que funcionan con precisión clínica: cago con la consistencia adecuada; mis eructos hacen temblar los mofletes de la vecina, y cuando me cuesco la sonoridad es idéntica a la de una sábana desgarrada con energía.
Es verdad que esta situación anómala nos está privando de muchas cosas. Pero también nos brinda la oportunidad de vivir al ralentí —que falta nos hacía—, cambiar la perspectiva y valorar lo que de verdad importa. O sea: quizás no es importante que ya no se realicen nuevos programas de Cuarto Milenio, pero por poco pelo que tenga empiezo a necesitar con urgencia a un peluquero.
No hay mal que cien años dure...
ResponderEliminar¡Menos mal!
EliminarNo hay mal que por bien no venga. Saludos.
ResponderEliminarEso dicen... Veremos si es verdad, un día u otro.
EliminarLo bueno de esta pandemia que por fin higienizan las cosas jajajaja, y gente adulta al fin aprendió a lavarse las manos e,é
ResponderEliminarUn beso desde Plegarias en la Noche.
Bueno, que higienizan sí. Pero el que era guarro antes de la pandemia, lo sigue siendo ahora.
EliminarYo fui muy feliz en el confinamiento.
ResponderEliminarYo no cabía en mí mismo de gozo cuando me dijeron que me tenía que tirar, como mínimo, dos semanas sin aparecer por el trabajo.
EliminarPues yo no he notado nada de eso porque no he dejado de trabajar, todo lo contrario, he trabajado en condiciones estresantes durante el confinamiento. Encima nos quieren convencer que es porque somos esenciales, hay que joderse, que forma de hacernos trabajar por obligación!
ResponderEliminarNo dejar de trabajar, con tanta pandemia, tantas horas acumuladas de mascarilla y gel, y tanta crispación en todos sitios...va haciendo mella. La verdad que me hace falta un buen lugar perdido en la montaña y hacerme ermitaña, el problema es que sólo me dejan trabajar pero no me dejan viajar. Más que esenciales somos g(j)ilipollas.
Sí, la empresa de la cual soy esclavo también se ha subido al carro, y desde hace meses, de que somos de primera necesidad. Y lo que dices, desde luego, con y sin pandemia.
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