8/3/21

11. La extraña mutación que aconteció en el 8-M

Misándrica estaba tumbada en el sofá, atusándose con distracción su frondoso vello axilar cuando, de pronto, empezó a sentir un incómodo picor en su tupido tabernáculo. Esto, en principio, no la preocupó demasiado. Desde su primera menarquía que no higienizaba sus partes nobles, por lo que acostumbraba a hospedar a una innumerable forma de vida parasitaria en dicha zona. Sin embargo, notaba una molesta sensación de tirantez, por lo que se despojó de las bragas, se incorporó hasta quedar sentada, abrió las piernas y contempló que de ella pendía un escroto que albergaba un buen par de testículos colganderos.

Se llevó una mano a la boca para acallar un llanto floreciente, mientras que sus ojos miraban frenéticos en todas direcciones buscando alguna explicación. Lo primero que pensó fue en ir a la cocina, hacerse con el cuchillo más afilado, cercenarse el escroto y tirarlo al primer contenedor que tuviera a mano sin atender al reciclaje. Tenía huevos para hacerlo, pero desechó la idea de morir desangrada y profirió una risotada histriónica por la incomprensión de aquella situación desquiciante.
Luego se le ocurrió que podría llamar a urgencias; vendrían a por ella, la llevarían a quirófano y le extirparían aquel par de malditos cojones. Pero justo a los dos primeros pasos en dirección al teléfono, se elevó en el aire y sus pies dejaron de tocar el suelo. Su escroto, ahora redondo y compacto, había aumentado al tamaño de un gran balón de playa, y sobre él oscilaba en precario equilibrio hasta que rodó hacia delante e impactó de bruces.
Misándrica se rompió el tabique nasal y un latigazo de fuego le cruzó la cara. Aturdida, se palpó con gesto precario la zona afectada y comprobó que al menos no estaba sangrando. Y tan pronto se le aclaró la vista, vio el ancho pasillo que en poco más de siete metros acababa en la puerta de entrada de su piso de planta baja. Solo tenía que cubrir ese tramo de superficie, alcanzar el pomo de la puerta y salir a la calle. Y una vez fuera, la masa manifestante unisex del 8-M la vería y los menos cobardes acudirían en su ayuda.
Intentó ponerse en pie, pero su escroto pesaba ya demasiado, así que, resuelta a escapar de aquel delirio enfermizo, empezó a arrastrarse cual criatura de pesadilla, gruñendo, resoplando, intensificando a cada movimiento de las extremidades el dolor palpitante de su nariz destrozada. En aquel reptar tortuoso, sintió las miradas solemnes de los rostros enmarcados que flanqueaban ambos lados del pasillo. A su izquierda la miraban sus amigas Virginie Despentes, Valerie Solanas y Margarita Nelken. A su derecha y con igual impasibilidad, la contemplaban Pauline Harmange, Shulamith Firestone y su médico de cabecera, Josef Mengele. Personas a las que admiraba y consideraba referentes.
No sabía el tiempo que llevaba arrastrándose. Momentos antes, aquellos pocos metros le parecieron la distancia insalvable de una autopista, y ahora casi podía acariciar el pomo de la puerta si arqueaba la columna hacia arriba y estiraba el brazo al máximo. Casi se veía fuera, cuando sus testículos reiniciaron su crecimiento y provocaron el estallido de las ventanas, a continuación el de las paredes y más tarde el derrumbe parcial del edificio. Con todo, a Misándrica aún le quedaba aliento para unir sus gritos de impotencia a los proferidos por los manifestantes, que corrían aterrorizados en cualquier dirección que los alejara de su abominación escrotal, la cual se extendía por la ciudad como un mar de lava.
Como es natural, nadie se acordó ya del 8-M. De hecho, dejó de importar tanto como que Misándrica muriera de sed cuatro días después. Aunque para entonces sus cojones ya habían anegado el país entero y seguían creciendo, creciendo y creciendo hasta que el caos se adueñara del mundo y la locura del universo.




20 comentarios:

  1. Nunca nadie –que yo haya leído- hasta hoy, ha hecho una descripción más clara de la pantomima en que han convertido unas cuantas “Misándricas” un día que, con la matanza de ciento veinte mujeres dio lugar a reivindicaciones que han quedado perdidas en el reino de la cretinez. Mi enhorabuena por ser capaz de escribir algo que ya me gustaría fuera mío.

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    1. Gracias. Has entendido exactamente lo que quería decir.

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  2. Sin duda tienes lo que hay que tener, enhorabuena por reflejar de forma tan explicita a lo que hemos llegado.

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    1. No quiero pensar que la igualdad a todos los niveles es una utopía. Prefiero pensar que todavía queda mucho camino por recorrer.

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  3. Jajaja, me encanta! Nada como un buen relato de ficción para hablar de realidad.
    Saludos!

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    1. Con un relato de ficción no siempre llega el mensaje que uno quiere trasmitir, pero es que la ficción es jodidamente genial.

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  4. Me has dejado estupefacta. Hacía mucho que no pasaba por tu blog. Me quito el sombrero. Un buen trabajo compañero. Saludos!!

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  5. Absolutamente genial, gracias. A partir de ahora voy a robarte la expresión "tupido tabernáculo", y la voy a usar.

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    1. Jajaajaj, gracias. Utiliza a placer cualquier expresión, presente o futura. Seguro que le darás buen uso.

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  6. Interesante punto de vista, caballero.

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  7. "Si vas a decirle a la gente la verdad, hazlo con humor o te matarán" - Billy Wilder

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    1. Así es, y aun así corres el riesgo de no salir de una pieza.:))

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  8. Cabrónidas, si algo tienes es la capacidad de llevar lo grotesco al extremo y convertirlo en una metáfora brutalmente absurda pero cargada de intención. La espiral de descontrol de Misándrica es un festín de hipérboles que, entre carcajadas y descripciones que rozan lo esperpéntico, deja en evidencia el sinsentido al que a veces se llevan ciertas luchas legítimas cuando caen en manos equivocadas.

    La imagen del escroto en expansión es tan surrealista que parece sacada de una pesadilla lisérgica de Kafka después de beber absenta. Pero ahí está la clave: en lo absurdo se esconde el reflejo de una realidad donde, en lugar de honrar la memoria de aquellas que lucharon por derechos esenciales, se ha derivado hacia discursos que poco tienen que ver con la equidad real. Y ese cierre apocalíptico, con la manifestación convertida en una estampida, es una manera muy Cabrónidas de rematar la faena: con caos total y sin posibilidad de redención.

    Desde luego, hay relatos que te dejan pensando, otros que te hacen reír, y después está esto, que consigue ambas cosas al mismo tiempo mientras te preguntas en qué momento llegamos a esta distopía. Lo dicho, un desmadre narrativo en el mejor de los sentidos.

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    1. Ja, ja, te lo agradezco, Tarkion. Leer los análisis que haces de las entradas de este blog y de otros es un deleite. En mi caso, consigues que me meta en mi propia cabeza y recuerde con exactitud milimétrica justo lo que quería transmitir con la entrada cuando la escribía.:)

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  9. Hola, Cabrónidas, se puede decir más alto, pero no más claro ni con tanto humor caricaturesco... Has fabulado muy bien cierto día.
    Un abrazo. 🤗

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    1. Sí, creo que me ha salido con un humor digno de Kafka. Otro para ti.;)

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