5/7/21

45. Hotel Overlook

    Se acrecienta más y más mi atracción por los pasillos. Largos y solemnes como una oración. De silencios crispantes y angustiosos. De penumbras diáfanas proyectadas en impar. Pasillos iluminados y pulcros recorridos en un triciclo a pedales. Las gemelas al fondo cogidas de la mano. ¿Y qué hay tras las puertas cerradas? Colchas verdes de camas sin hacer donde en cada pliegue hay una mueca de dolor. El olor de las naranjas. La máquina de coser de Lautreamont. Muertos en bañeras salpicadas de sangre. Detrás de las puertas del pasillo, a uno y otro lado, hay dormitorios, cocinas y lavabos ausentes de vida. Y gente de otro tiempo que devuelve tu saludo de un modo cinematográfico mientras una voz los presenta en off. Pasillos mudos en los que pedalea un niño en un travelling inquietante. Pasillos cubiertos con el púrpura de la muerte. Redrum... redrum... redrum... Y aunque es hijo único, exclama aterrado: ¡Yo no he sido!



1/7/21

44. Exclusiva en Sálvame marrón

    Ante nuestro total estupor, ha llegado a nuestro plató la noticia de que el desconocido bloguero Cabrónidas, bebedor irredento, coleccionista obsesivo de esporas, moho y hongos; azote de monarcas, Papas, reguetoneros y demás subespecies, sobre las 15 horas del pasado miércoles 30 de junio, se le ha podido ver asomado al balcón de su residencia luciendo un aspecto deplorable. 

    Desnudo por completo y desaliñado, con la guitarra del Guitar Hero colgada del cuello y empuñando una botella de Jack Daniels, profería en un avanzado estado de embriaguez, sucias obscenidades a toda mujer cuya edad estuviera comprendida entre los trece y ochenta años.

    Así como entendemos que es un claro atentado contra la dignidad y el decoro, una agrupación de trescientos jubilados encolerizados, se han apiñado bajo el balcón del sinvergüenza, increpándole con los gallaos en alto promesas de tortura y muerte. Ante las amenazas, Cabrónidas, como cabe esperar de un ser perturbado y sin conciencia, ha apurado la botella de Jack Daniels, la ha golpeado contra la baranda haciéndola añicos y, empuñándola del cuello a modo de machete, con total enajenación, se ha lanzado al vacío contra la airada masa de jubilados exclamando un desgarrado: «¡A la mierda, panda de hijoputas!».

    Según nos va llegando información de nuestros dispositivos de investigación, sabemos que la vivienda del cuerpoescombro, ha quedado destrozada como si se hubiera celebrado una fiesta de death metal y, en contra de lo que cabría esperar, ha salvado la vida de milagro. Recluido en un prestigioso sanatorio donde se tratan diversos grados de demencia profunda, y pese a la fuerte sedación que se le ha administrado, Cabrónidas no cesa de cabecear con el ímpetu de un miura contra las paredes acolchadas de la habitación en la que ha sido aislado.

    Fuentes cercanas a la inquietante vida del bloguero, tales como los espíritus de Bakunin, Ed Gein, Charles Manson y Chuck Schuldiner. Así como sus seres terrenales más allegados entre los que se encuentran Anastasia Mayo, Gigi Love, Ron Jeremy e Iker Jiménez, aseguran que su comportamiento obedece a que estaba preparando la mente y el espíritu para desaparecer del 1 al 21 de julio a un lugar que, según él, se le aparecía en sudorosos estados febriles. En la madrugada del 1 de julio, un numeroso dispositivo de loqueros y estudiosos de la psique humana, han irrumpido en la habitación del enfermo, con la intención de sonsacarle información a base de electroshocks y técnicas rumanas de interrogatorio.

    Con gran asombro, han encontrado el cuerpo del desquiciado bloguero tumbado en el suelo, rígido como un témpano en una guisa grotesca y desconcertante: la mano izquierda se cerraba sobre su escroto, la derecha estaba levantada mostrando el dedo medio, y una amplia sonrisa que haría palidecer a la del mismísimo Joker inundaba su rostro. No sabemos cómo y habrá que esclarecerlo, en su pecho descansaba esta nota:

    «En los próximos quince días mi yo incorpóreo está de vacaciones en Shangri-La. Jodeos, mamones».


28/6/21

43. Poema hecho canción

    El poeta barcelonés José Agustín Goytisolo amaba a su madre por encima de todo. Se llamaba Julia y perdió la vida durante un bombardeo sobre la ciudad de Barcelona en 1938. Cuando José Agustín tuvo a su hija no dudó en ponerle el mismo nombre, a la que dedicó el que sería uno de sus poemas más destacados: Palabras para Julia. Unas palabras sinceras y dolorosas que intentan alentar en su hija las ganas de vivir que él no tenía, suicidándose en 1999. La familia aseguró que José Agustín Goytisolo, pese a sus profundas depresiones, se precipitó al vacío desde la ventana de su casa en un intento de arreglar la persiana atascada.

    PALABRAS PARA JULIA, de José Agustín Goytisolo.

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


24/6/21

42. Muerte, olvido y fiesta

    Un mamarracho acuchilló a una chica en un parking exterior de una zona residencial. Toda la comunidad de vecinos, agrupada como una sola voz y una sola persona, se escandalizaron, pues el que más y el que menos conocía al homicida y a la víctima. Pese a que todos somos cobardes y nos ocupamos de nuestros propios problemas, y los ajenos los miramos de refilón y con fingido interés, gracias a la increíble valentía de un vecino se detuvo al malnacido. Como es normal y cabe esperar, la vecindad expresó su repulsa en airadas exclamaciones: «¡Hijo de puta! ¡Asesino! ¡Por Dios, si es que se veía venir!».

    La chica murió y como ya se sabe, las palabras no resucitan a los muertos y muertos se quedan. Como manda un protocolo no escrito, toda la barriada se solidarizó de buena fe en un acto mezquino y morboso, pero no por ello malintencionado. En silencio y cabizbajos, adoptaron rasgos de pesadumbre y tragedia. Se depositaron flores en el lugar del acuchillamiento y se encendieron velas sobre la sangre seca. Entre sollozos y expresiones de dolor se prometió por siempre mantener vivo su recuerdo.

    Sí. Ya. Claro.

    Se acercan las fiestas del barrio y el aparcamiento exterior donde ocurrió el asesinato es el lugar donde montan la verbena. Ya nadie llora y la amargura se ha esfumado dando paso a la predisposición al festejo. Ya nadie sustituye las flores que marchitas desde hace días y días se las ha llevado el viento. Ya nadie enciende las velas para mantener viva la llama del recuerdo de aquella chica. Total, ¿para qué? Los que todavía quedan olvidan pronto y hay que seguir viviendo. 

    Donde el cuchillo se ensañó con la carne de una inocente, reirán los vivos y bailarán los borrachos.


21/6/21

41. ¡No me hagas bajar!

    En el lugar donde trabajo, también lo hacen extranjeros tales como polacos, rumanos, cubanos, etc. Todas estas personas llegaron a Cataluña para realizar trabajos de infraestructura subterránea como personal subcontratado en la empresa de la cual formo parte. Tal día como hoy, hace ya unos doce años, en el que empezaba el turno de mañana, estaba vistiéndome con la equipación correspondiente, cuando fui casual oyente del diálogo que se dio lugar en las proximidades de mi taquilla, entre el polaco subcontratado Ulfulfio (así lo menciono para preservar su identidad) y su mando inmediato.

    Transcribo con exactitud el insólito, escueto e inolvidable intercambio de palabras:

    —¡Por favor, no me hagas bajar! ¡Hoy no me hagas bajar!
    —A ver, Ulfulfio. Qué pasa hoy que no puedes bajar, a ver...
    —¡Hoy no puedo bajar! ¡Tú entender! ¡He tomado alcohol, pastillas, todo!
    —¡Joder, y si estás mal «pa qué» coño vienes! ¡«Pa qué»! ¡Hostia puta!
    —¡Aaaaaaaaaaaaah, cago en puta de oro! ¡Curvaaaaaa! ¡Yo doy cara! ¡Yo doy cara!

    En los días que siguieron, ya no volví a ver a Ulfulfio por ninguna de las inmediaciones de la empresa, ya fueran de fondo o superficie.


17/6/21

40. Generación 3.0

    Subnormal 3.0 es un niñato veinteañero que se despierta un sábado de verano pasadas las tres de la tarde. Lo primero que hace como un hábito ya recurrente, es amorrarse al móvil a ver cuántos likes y muestras de pleitesía le obsequian en las redes sociales. En la oscuridad de su habitación, la luz de la pantalla ilumina su cara desecha de complacencia, como la de un toxicómano nutriéndose con su veneno. Podría pasarse así hasta la noche si no fuera porque tiene que ir al lavabo a echar la primera meada del nuevo día.

    Una vez duchado y vestido, Subnormal 3.0 se encamina a la nevera esperando encontrar algo de papeo preparado, pero solo encuentra una nota tras un imán donde pone que sus padres se han ido a la playa. Maldice, y como son ya las cuatro de la tarde y tiene cosas más importantes que hacer que arreglar su habitación, vuelve a dejarla hecha una pocilga. El niñato saca algo humeante del microondas y lo engulle mientras se sumerge de nuevo en el entramado laberíntico de las redes. Cuando acaba con aquella mierda precocinada sobresaturada de potenciadores de sabor, llega uno de los mejores momentos del día: conducir su coche por la zona más concurrida de la apestosa ciudad. Una oda rodante al tuneo ilegal, que complementa con un desmesurado sistema de audio con el que vacilar de contaminación acústica. Una prolongación insolente de su ego con la que dar por culo a la aborregada ciudadanía.

    Al tiempo que se achicharra los tímpanos sin saberlo, se la suda sobremanera la gente que espera en los pasos de cebra, poniéndose cachondo con sus miradas de odio y sorpresa, propiciadas a su paso entre aceleraciones, reducidas, frenadas y chillar de neumáticos. La exhibición temeraria de Subnormal 3.0 finaliza alrededor de los treinta minutos, ya que llega la hora de ir al gimnasio, que como es sabido, es un lugar sudoroso al que todos y todas acuden en pro de una vida saludable y huidiza del sedentarismo —¿a que sí?—. Bueno, todos y todas menos Subnormal 3.0, que pese a que goza de una estampa envidiable, es el único humano que va al gimnasio por vanidad y narcisismo. Él conoce y acepta la sociedad en la que vive, y sus bíceps y abdominales le han brindado varios polvos e intensas mamadas en su maquinón de cuatro pares de cojones. El culto al cuerpo le ha brindado múltiples satisfacciones y así tiene que continuar. No intenta cambiar la mierda en la que vivimos: se aprovecha de ello. 

    De tal modo que se somete a la tortura de las pesas durante una hora diaria. Suficiente para mantener su cuerpo de dios joven y asegurar su ración de coño y adulación todos los fines de semana. Cuando sale del gimnasio son ya las siete de la tarde, el momento propicio para llamar al camello. Lo hace en uno de los bancos de la plaza, en un gesto nato y despreocupado de honor a su nombre, sentado en el borde del respaldo y con los pies apoyados donde se sienta la gente normal. Aunque es un currante hijo de obrero, siempre cuenta con billetes para su coca, ya sean de su sueldo miserable, de la limosna paterno-materna o del préstamo del dueño del bar de toda la vida. Porque Subnormal 3.0, aun siendo un ignorante además de moroso, sabe engañar como nadie a su círculo familiar, laboral y social.

    De nuevo se coloca la dama blanca en una zona estratégica del escroto donde nunca llegan las manos enguantadas de la pasma. Mientras la oscuridad se cierne, coge el móvil —ya van ciento ochenta y nueve veces desde que se despertó— y queda con sus amigotes en el parking de la discoteca, que a buen seguro también traerán su buena mierda. Llegado ese momento de la noche en el que el día muere, Subnormal 3.0 y sus tres coleguitas bajan del buga de cuatro pares de cojones con la primera enchufada nasal de las que están por venir. 

    Cuatro pobres de espíritu con armaduras de naftalina y mierda seca. Cuatro hombrecitos adulterados, camino al paraíso del sonido y el exceso, donde poder ser ellos mismos hasta el nuevo sol.

    Cuatro almas devaluadas en el Edén de la decadencia.


14/6/21

39. Mundo insólito

    El tiburón unidentol tiene como dentadura un único diente afiladísimo capaz de cercenar hasta el pensamiento. Se trata de un ser de fiereza inusitada que ataca sin vacilar a cualquier animal sin distinción de su tamaño. Muchos surfistas, para su desdicha, han sufrido los furiosos embates de tan formidable depredador. No hay más que observar las muescas que las salvajes dentelladas del temible escualo han grabado sobre la superficie de algunas tablas de surf, similares a las del piolet que utiliza el alpinista erosionando la roca, para sentir profundo respeto hacia este formidable animal marino.

    Hoy en día, el mundo entero conoce la existencia del tiburón unidentol, merced al extravagante uso del que hizo gala el esquimal Tesifonte Coscojuela, respecto a la innegable hostilidad del animal en cuestión. En efecto, Tesifonte el loco o el loco Coscojuela, como era conocido en el colectivo mundial de surfistas, se deslizaba sobre las aguas con la misma facilidad que una serpiente africana en las dunas, sorteando con extrema pericia los embates del tiburón unidentol, bailando claqué sobre su tabla, alternando con agilidad felina el equilibro sobre el pie izquierdo y sobre el pie derecho, de tal modo que conseguía que el tiburón unidentol le cortara, con precisión milimétrica, las uñas de los mismos.

    Así es como Tesifonte Coscojuela consiguió fama inmortal, aparte de ahorrarse pasta gansa en tijeritas curvas.


10/6/21

38. En el parque de atracciones

    Ah, el parque de atracciones, esa extensa zona multicultural donde acuden en masa sufridores y masocas, dispuestos a hacer una cola interminable bajo un sol inclemente a la espera de su ración de adrenalina. Una vez en el aire, a merced de ese engendro gigantesco y perverso, empieza el vértigo, el mareo y los alaridos, dando paso a las reacciones emocionales y orgánicas.

    En pleno looping, varios ojetes se dilatan proyectando, por orden numérico, potentes chorros de diarrea hacia arriba, como una fuente humana de coreografía escatológica. Con la monstruosidad mecánica en movimiento, la cinética y el karma obran su magia y todo ese cuantioso líquido mierdoso cae en las personas que lo originaron.

    Otras, entre súbitos ascensos y descensos —o puede que por la fugaz visión de la mierda abalanzándose—, se desata el paroxismo y en varios pasajeros florece con esplendor el castrati que llevaban dentro. Tal es la intensidad, que más de una mandíbula se desencaja, liberando litros de pota biliosa, que van a parar con gran infortunio a las jetas congestionadas de los pobres cabrones de atrás. A veces pueden ser los duchados con su propia mierda. A pesar de lo marrón del asunto, mejor eso que un vagón saliendo despedido en parábola dirección a tomar por culo con cuatro pasajeros dentro aullando.

    Cuando la tortura acaba y pisan tierra firme, algunos se ponen a andar como si dieran sus primeros pasos fuera del tacatá. Muchos sufren un cambio espiritual, se arrodillan besando el suelo y hablan al cielo en una lengua desconocida para sus familiares. Otros, más sencillos, huyen o se quedan largo rato mirando en lontananza, asimilando su nuevo renacer. Cuando no, se palpan el cuerpo con extrañeza, como si no se reconocieran en él. Los más desafortunados jamás vuelven a tener el cerebro en su sitio, y al resto les desaparece el moreno en sustitución de un color blanco mortaja y se les queda careto de Joker a perpetuidad.

    Lo más increíble es que más de la mitad repiten, con lo fácil que es llevarse bien con la gravedad terrestre.


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