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25/4/24

335. Ella era ella

   Estuviera donde estuviera, ella era ella desde que se levantaba hasta que se acostaba. Indiferente a las miradas, a los comentarios y a las cámaras de los móviles. Es decir, ella era ella con su indisimulado bigote, su tupida uniceja y sus brazos, piernas y axilas sin depilar.

   Ella era ella y sin pretenderlo tenía el poder de influir en fenómenos naturales y en los animales. 

    Si salía a la calle en un día soleado, el sol se ocultaba en segundos. Si lo hacía de noche, la luna también desaparecía de igual modo. Si contemplaba con fijeza un cielo azul y despejado, se desataba la tormenta. Si era hielo lo que miraba, lo licuaba al instante, y si se iba a la playa, las olas la rehuían. 

   Los animales venenosos se abstenían de picarla. También la abeja, el mosquito y la avispa. El resto de animales que le salían al paso se tapaban la cara, y gimientes se escondían o se alejaban. Y allí por donde pasaba el suelo se agrietaba y la vegetación se mustiaba.

   Con todo, ella siempre era ella, pasara lo que pasase, sólida y real, en un mundo estereotipado que todavía no estaba preparado para su apariencia.



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