Nunca había visto la ciudad tan muda y fuera de lugar. Pero es que estaba apagada y no eran muchas las almas que transitaban por ella como luciérnagas extraviadas. Los electrones habían dejado de moverse cuando gozábamos de luz solar, y ahora que era noche cerrada, parecíamos tan ausentes como la energía que producen.
Las únicas pilas que tenía en casa eran las destinadas al mando a distancia del televisor y del reproductor de A/V. Cacharros a mi disposición y en perfecto estado, como otros tantos, que por muy versátiles que fueran no me servían de nada. La situación era un buen recordatorio de nuestra dependencia y vulnerabilidad, además de que nos desnudaba y nos hacía humildes.
Creo que también más cercanos, pero no menos estúpidos.
Disponía de una buena linterna en casa —eso sí— y de las pilas que la alimentan, pero preferí encender tres velas macizas circulares más grandes que una bola de billar. Y agradecí para mis adentros que el libro electrónico tuviera la suficiente carga (me reí) como para estar leyendo un buen rato hasta que me venciera el sueño. Y eso hice, más o menos como hago siempre.
Seguro que otras personas solitarias como yo —o no tanto— también encendieron sus velas y sus libros. Y a otras les dio por la meditación y trascender su propio yo (signifique lo que coño signifique eso), como que hubo parejas de toda condición que volvieron a reconocerse y a reencontrarse. Y quién sabe si hasta redescubrieron lo que era hablarse de verdad.
Mientras que otras personas, en grupo o en soledad, sintieron el impulso ritual de dibujar un pentagrama invertido en medio del comedor e iniciar una invocación. O sacar la Ouija de debajo de la cama, anudar las tijeras en mitad de un libro, o mirarse en el espejo el tiempo suficiente que requiere la presencia del otro lado para manifestarse.
A fin de cuentas, se dice que también son canales válidos de comunicación, y todo es posible a la luz titilante de las velas. Aunque no seré yo quien lo compruebe, ni siquiera para suplicar a Dickens o a Bradbury que me enseñen algunos trucos nuevos.
Vaya cabrónidas, te he sentido vulnerable!!! Sin perder tu estilo por supuesto...
ResponderEliminarMenos mal que duró poco.. Porque ya te estaba viendo poseído y con las tijeras en la mano. Por cierto. Que me acabas de dar una idea tan brillante, que es capaz de venir en la próxima factura de la luz, esa que tememos más que a un terrible apagón.
Saludos!! Profeta de la oscuridad!!
Si no llego a tener el ebook cargado me hubiera sentido algo derrotado, desde luego. O me hubiese puesto a leer a luz de la linterna. :)
EliminarCabrónidas. Típico: se corta la luz y te viene el deseo tan natural de conectarte con cosas todavía más oscuras. Y sobre las velas, se cuentan que son portales o, también, medios de comunicación para interactuar con los vivos del otro plano. No estoy inventando la rueda al decirte esto, pero recordarlo despierta una rica curiosidad y miedo atávico. Va otro saludo.
ResponderEliminarHola, Julio. Estoy seguro que de que más de uno intento contactar con el lado oscuro. Era la noche idónea. :)
EliminarUna crónica perfecta de aquel día tan inusual. Y toda esa gente intentando conectar con el más acá o con el más allá, quien sabe. Yo conecté a la onda corta de la radio, ella me iluminó (tiene linterna) me acompañó (su música llenaba ese vacío sonoro de la ciudad), me informó (en un canal de noticias) hizo su labor social tan estupendamente que desde entonces hasta le pongo un plato a la mesa junto al mío.
ResponderEliminarLa verdad es que estas radios de campo son muy útiles, llevan una placa solar y hasta una manivela detrás para recargar manualmente su batería como las dinamos. Saludos
Hola, Neuriwoman. Por lo visto se agotaron las radios a pilas y hasta las pilas. Muchos ya lo vieron venir. Si hubiera estado muy apurado quizá hubiera ido a escuchar la radio al piso de la Tere. :)
EliminarCompañero…
ResponderEliminarQué bien dibujas ese apagón con palabras que chispean más que cualquier linterna. Me ha encantado cómo partes de lo cotidiano —las pilas del mando, el libro electrónico cargado— para ir deslizándote, casi sin que se note, hacia algo mucho más hondo: esa desnudez eléctrica que nos deja sin excusas ni pantallas donde escondernos.
Yo, por mi parte, seguí escribiendo a mano con un bolígrafo, y me han salido callos. En cuanto volvió la luz, me dieron ganas de quemar ese instrumento arcaico, manual y maligno. Casi invoqué al Word como quien convoca a un espíritu protector.
Y hay algo muy certero en eso de que la oscuridad nos vuelve humildes, pero no necesariamente menos idiotas. Me he reído con eso, pero también lo he sentido muy verdadero. Porque en ese titilar de velas, como bien dices, hay quienes le rezan al silencio, quienes se reencuentran… y quienes sacan la Ouija con la misma normalidad con la que otros sacan las cartas del Uno. Cada cual invoca lo que le arde dentro.
Tu texto tiene esa mezcla tuya tan potente de lucidez, reflexión en voz alta y costumbrismo con marca registrada. Y ese remate final, con lo de no atreverse a llamar a Dickens o Bradbury, es de los que te dejan sonriendo y pensando a partes iguales (en mi caso, más bien pensando en cómo invocarlos, claro). En fin, qué más se puede pedir.
Un placer leerte siempre, con o sin electricidad.
¡Un abrazo, compañero!
Qué tal, Tarkion. Parece que a ninguno nos pilló en el metro o el ascensor. Y lo peor fue que muchas personas necesitaran de la corriente eléctrica para que funcionara su soporte vital. Pero al margen de eso, quizá a más de uno le fue bien estar desprendido unas cuantas horas de las redes, internet y tal. El sentimiento es mutuo, claro. :)
EliminarHola, Cabrónidas, me ha hecho gracia lo del e-book, a mí me pilló casi sin carga, en todos mis aparatos "imprescindibles". Tiré de un panel solar en miniatura para ganar algo de batería en mi móvil (por si de vez en cuando llegaba una llamada o mensaje de mi familia más cercana en linaje pero lejana en distancia física) y de un libro físico que rondaba mi mesa; la ropa, en el tendedero, alucinó cuando la recogí antes esta semana (hoy mismo los tendederos vacíos me preguntan que qué ha pasado esta semana) y mis cuadernos me recordaron que era hora de dejar el teclado y volver a retomar la escritura a mano... Superado el momento tercera guerra mundial, fue un buen día.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Lo de la escritura a mano... Hace un año me cambiaron de sección en lo que se refiere a mi trabajo, y ahora trabajo con un ordenador, aunque también tengo que escribir a mano. Y llevaba tanto tiempo sin hacerlo, que al escribir salía una mierda ininteligible bastante vergonzosa. He tardado medio año en reaprender a escribir a mano con fluidez, sin tener que pensar, y que sobre todo se entienda. Hay ciertos mecanismos que si no los practicamos se duermen, y si los tienes que recuperar te cuesta un tiempo. :)
EliminarHola Cabronidas, yo hice lo mismo, en cuanto oscureció me puse a leer en la tablet, que afortunadamente tenía batería hasta que me dormí.
ResponderEliminarFue raro no poder ni hacer una llamada para ver como estaban en casa, ya que yo estaba con mi madre. Una situación extraña con emociones raras.
Un abrazo!
Sí, estamos tan acostumbrados, y nos brinda tanta comodidad e inmediatez todo lo que nos ofrece la energía eléctrica, que cuando no disponemos de ella estamos descolocados, desconcertados; no sabemos estar del todo. :)
EliminarHola, Cabrónidas. Has expuesto muy bien el caos del día sin luz. A mí me pilló con la batería del teléfono a punto de despedirse, aunque tampoco tenía línea, y sin una radio de pilas a mano. Así que me quedé incomunicada hasta la mañana siguiente. Por suerte, la luz regresó sobre las siete de la tarde, justo cuando ya empezaba a contar las velas que tenía por casa.
ResponderEliminarSin duda, fue un recordatorio contundente de lo dependientes y frágiles que somos ante lo imprevisto, como bien apuntaste. A veces hace falta un apagón para redescubrir cuánto damos por sentado.
Saludos un poquito luminosos 🙂
Hola, Beatriz. Sobre las siete de la tarde aún había algo de luz solar. Donde yo vivo llegó pasada la media noche. De no tener el ebook cargado hubiera asumido mi aburrimiento y me hubiera ido a dormir más temprano de lo acostumbrado. :)
EliminarBastaba con pasar una temporada en Latinoamérica para conocer el horror de la falta de luz, nada más :P pero claro, me hubiera quedado yo y su audiencia sin este escrito ;)
ResponderEliminar¿Verdad que somos llorones? Si solo fueron unas horas. :))
EliminarSalvando a todos los q dejó tirados en trenes, ascensores, sin sus respiradores y demás necesidades imperiosas, pobres ! y sobre todo , tras el regreso de la luz en sólo un día, a mí hasta me gustó la experiencia , no tengo eBook así q retome mi Murakami a la mitad, q tengo así desde Navidad a la luz de las velas ( debían terminar con los ojos fritos en la antigüedad : ) pero meencantó el silencio de la noche, siempre duermo con el balcón abierto, verano e invierno ...no ver, ni escuchar nada fue algo... delicioso. En lugar de invocaciones, como te sugirió a ti, a mí me pareció volver a ser pequeña , entonces recuerdo las noches así, no sé por qué.. silenciosas ..lo fueran o no...después todo se ha vuelto ruido ; )
ResponderEliminarMuchas gracias, un abrazo CABRÓNIDAS!
Vamos a tardar en volver a sentir tanta tranquilidad y verlo todo apagado. Supongo que la mayoría, que no todos, podemos extraer algo más que positivo del apagón, pero porque duró unas horas. Que si es lo contrario... Gracias a ti, cómo no. :)
EliminarLa verdadera personalidad aparece cuando nos sacan del camino. Hay tanto ruido ahí fuera en forma de series, de eventos, de compromisos, que nunca llegamos a escucharnos del todo. El apagón sirvió para eso, para escuchar esa voz... y para algunos fue aterrador ;)
ResponderEliminarSí, en el supermercado se notaba cierta histeria contenida, ja, ja.
Eliminar¿contenida?, debe ser que vive usted en un lugar civilizado ;)
EliminarHola Cabrónidas, genial entrada...Independientemente de las causas, creo que sí fue un momento para reencontrarse unos con otros (a juzgar por las imágenes que circularon por el mundo). Estoy segura que muchas articulaciones óseas, cansadas de sostener el maldito celular se preguntaron maravilladas ¿que milagro era ese? Y bueno, si reflexionamos por otros rumbos vemos que nuestra dependencia de los electrones es demasiada y que un día de estos se fríe todo y quedamos todos en la edad de piedra o por ahí... Muy buena reflexión Cabrónidas. Saludos.
ResponderEliminarBuenas, Ana. Celebro que te haya gustado. Esperemos que no tengamos que volver a comprobar.:)
EliminarHola, Cabro. A mí me pilló al volver de la piscina, me libré por los pelos del caos de los semáforos. En casa tenía transistor con pilas, velas y ebook cargado. Así que salí a la terraza dispuesto a disfrutar de la oscuridad regalada, de la lectura y de las estrellas y planetas, que nunca se ven en la ciudad. Pero de repente, plof, la luz surgió del abismo deshaciendo mis sueños. Una ovación rugió desde todos los balcones. Excepto del mío, mi alarido fue de decepción, aunque nadie lo oyó, ocultado por los aplausos. Espero que vuelvan nuevos apagones, para volver a ser yo aunque sólo sea por unas horas.
ResponderEliminarPues ahora que lo pienso, con toda la ciudad a oscuras el cielo parecía más grande. A mí me fueron bien esas horas de ausencia forzosa de tecnología, claro que tenía el ebook cargado... :)
EliminarOjalá este apagón fuese planetario, y que pues igual, y gracias a él, se le bajasen los humos a más de media humanidad, y tal vez así hasta el cambio climático con tanto gas de efecto gilipollas evaporado , por fin en su sitio, todos/as/es pudiésemos por fin respirar...
ResponderEliminarMe pilló para coger un avión de regreso, y gracias al efectivo, la radio, y poco más, nada que no fuese un día normal cuando nada funciona... :))
P.S. LLevo siempre un par de libros analógicos, ni siquiera dependo de lecturas electrónicas... es que no me gustan :(
Ja, ja, una buena patada en el culo si que nos hace falta, sí.
EliminarLos seres más vulnerables de la creación, sin lugar a dudas.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hola, J. Y los más quejicas muchas veces sin razón para ello. ;)
Eliminaresto lo vi en las noticias y en muchas notas breves en tv. Creo que es mejor tu crónica, ahora solo quiero pretender que te vi bajo las velas con Bradbury. realmente con libros ya no se está tan solo y el mundo puede caerse brevemente. :)
ResponderEliminarSí, Jo. Fueron las historias escritas en los libros las que hicieron compañía. Al menos a mí. ;)
EliminarYo tengo unos años y he padecido muchos apagones ya. En mi zona, cada vez que la atmósfera estaba revuelta había que encender las velas, así que nada nuevo. Pero la peña ha respondido muy bien, cosa que me llena de orgullo y satisfacción
ResponderEliminarYo creo que para unas horas que estuvimos sin luz el comportamiento no estuvo del todo mal, sí. :)
EliminarHola, Cabrónidas:
ResponderEliminarEn el barrio donde vivo salió la gente a pasear en familia. Creo que no veía eso desde la época de la pandemia. Estaban las calles a tope.
Yo ese día me acerqué a la radio, no fui capaz de leer ni una línea.
Un abrazo.
Hola, Dorotea. Sí, por cosas como andar en grupo o en familia dije que la situación nos había acercado más. Pero también es una lástima que sea por la ausencia de luz que se genera el acercamiento. Yo, como que radio a pilas no tengo, bueno fue el ebook y que estuviera cargado. Otro para ti. :)
EliminarHola, Cabrónidas.
ResponderEliminarEn mi caso fui afortunada, la luz llegó un poquito más tarde de las 20h, pero no así la línea, ni en su caso internet, agradecí ese día, ¿está mal decirlo? Seguro que sí, pero solo el poder respirar parte de ese día sin correos, llamadas, sin ningún tipo de comunicación externa, fue aire.
Leí hasta agotarme. Y no sé si a eso se le puede llamar meditación, pero la contemplación fue la base del todo.
Un fuerte abrazo.
Hola, Irene. No creo que esté mal decirlo, entendiendo que se dice en base a las circunstancias propias. A mí tampoco me fue mal, a decir verdad. Aunque mejor no probar qué pasaría si no son solo unas horas. Otro para ti. :)
Eliminar