Tampoco necesitaba más. Gracias a la pensión por demencia, el viejo Perbisterio Ranado tenía ordenador y conexión a internet. De modo que se proveía de todo cuanto necesitaba sin ningún tipo de contacto humano, salvo cuando el mensajero tocaba a su puerta pedido en mano. Debido a su merecida inactividad, se pasaba todo el día pensando, hasta que un día su mente trascendió y descubrió que había desarrollado una capacidad especial para predecir pequeñas catástrofes naturales.
Así lo supo el primer jueves de abril de hace dos años, cuando diluvió con tal intensidad que la red de drenaje de la ciudad se colapsó, las aceras se volvieron resbaladizas y homicidas, y el rugido de los riachuelos discurrió por las calles arrastrando vehículos aparcados, algunos seres humanos y toda clase de mobiliario urbano. Justo al iniciarse aquella catástrofe, sin saber por qué, la brillante tonsura de su coronilla empezó a palpitar como un corazón desbocado.
En pocos minutos, el agua irrumpió en cascada por los ventanales de su sótano, junto con condones, pañuelos de papel, compresas, pañales, paquetes de tabaco, bolsas de basura, esputos verdes y tres o cuatro animales muertos, dándole el tiempo preciso para sentarse en su sofá en posición fetal, y contemplar cómo en cuestión de segundos su querido hogar se convertía en un maloliente lodazal de odio líquido y mierda. Para cuando el agua dejó de entrar hasta alcanzarle los tobillos, el suministro eléctrico se había interrumpido, y se dio cuenta de que el pálpito de la coronilla había remitido.
Desde aquel fatídico día, el viejo Perbisterio Ranado sigue en la soledad de su sótano estudiando su facultad predictiva para poder anticiparse con éxito a futuros desastres naturales, si es que llegan. Y no la compartirá con nadie, pues desde hace años se acostumbró a estar muerto para el resto del mundo que le dio la espalda.
Su capacidad para ver venir las catástrofes no le sirvió para librarse de ellas, mejor hubiera sido que visionara el gordo de navidad.
ResponderEliminarHola, Chafardero. Al viejo Ranado le llegó su don sin manual de instrucciones, pero creo que ahora ya está preparado. Y como hace mucho que ya no tiene que vender su tiempo, es más rico que aquellos que solo tienen dinero. :)
EliminarBuen Don. De hecho me gustaria encerrarme en una capsula.... asi uno se protege del mundo y de la gente que lo puebla..... supongo alguna clarividencia debe dar el encierro.
ResponderEliminarDebe ser que en momentos extremos de la vida se activan mecanismos desconocidos de la mente. :)
EliminarQue tranquilidad saber que mientras el mundo se desmorona, hay una coronilla latiendo desde un sótano aromático.
ResponderEliminarEso sí, lo de que se iba la luz, se lo guardó bien guardado jajaja.
Espero que se le haya cortocircuitado la coronilla.
Saludos
Bueno, eso fue porque ya escribí sobre un apagón en la entrada 378 y 379, y no me quería repetir, ja, ja, ja. Menos mal que no hizo falta el consabido kit de supervivencia.:)
EliminarHola, Cabrónidas, el apagón no lo predijo, supongo, jeje... Ese don es un arma de doble filo porque hay cosas que seguro no querrá predecir, si vivía pegado al ordenador, te aseguro que lo del apagón no le hubiera hecho ninguna gracia.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Supongo que todavía no sabe muy bien cómo funciona su don, aunque con lo viejo que es no sé si le dará tiempo. Otro para ti. :)
EliminarSospecho que le va a palpitar mucho la coronilla al bueno de Ranado, y que no se preocupe por no avisar, aunque nos avisen tampoco haremos nada ;)
ResponderEliminarEsa es buena, Beauséant. O no hacemos nada, o hacemos lo contrario, ya sabes: directos al puerto de montaña aun sabiendo que habrá un temporal de nieve; bañándonos en la playa cuando ondea la bandera roja... :))
EliminarO cargando un coche eléctrico en un enchufe que tira de un generador en medio de un apagón.. No, si te digo que no tenemos arreglo...
EliminarLa adversidad agudiza el ingenio, pero también la estupidez. :))
EliminarDebería meterse a oráculo y cobrar bien por ello. A menos que sea como Casandra, la del mito. Entonces está jodido.
ResponderEliminarJa, ja, ja. Hasta donde sé, a Casandra la enfurecía que nadie la creyese. En cambio, Perbisterio prefiere seguir ignorado por quienes le apartaron. En la próxima catástrofe, solo él estará prevenido y nada dirá. ;)
EliminarNos metes tal cual en ese sótano con esa descripción!! Y si viene otra desgracia, él hará algo por salvarse o se quedará ahí metido? Es decir, la facultad predictiva el tipo cambiará el curso de la historia o pasará sin pena ni gloria?
ResponderEliminarHola, Chica del Té. Creo que tan pronto sepa interpretar su don, hará lo posible para salvarse. ;)
EliminarMe ha dado un poquito de pena, Cabrónidas. No que no lo quiera compartir si el gusiluz descubre otra anomalía cósmica, eso no, si algo está claro es que el ser humano es egoísta por naturaleza, lo que me ha provocado ternura, es la razón, la soledad y su abandono. Esa que pinza, y dan ganas de decirle al viejo cascarrabias, venga hombre, no está tan solo.
ResponderEliminarAbrazos.
Ya sabes, el mundo aparta a según qué personas, como a los viejos con demencia, y estos se acostumbran al ostracismo en el que los han dejado. Quizá incluso algunos descubren que están mejor así. Otro para ti. :)
EliminarPues ya podían entrenarlo a ver si nos sirve también para los apagones y nos avisa para que nos pille con el móvil cargado, sin cobertura, pero con la batería a tope que siempre hay cosas para hacer sin conexión. Feliz martes
ResponderEliminarJa, ja,ja. Primero tenemos que darle tiempo. Gracias e igualmente. ;)
EliminarPues a mi me representa un poco el pobre viejo jajaja
ResponderEliminarJa, ja, ja, no jodas, Papacangrejo. Si tienes ese don, utilízalo sabiamente. :))
Eliminar¡Cabrónidas!
ResponderEliminarLo de Perbisterio Ranado es mucho más que un personaje: es una declaración de intenciones. Has creado a un tipo que, encerrado en su sótano por voluntad y por defensa, termina conectado a una especie de “wifi cósmico” a través de su calva sensible. Y claro, cuando llega el diluvio urbano, no se salva ni su sofá ni su dignidad, pero sí nos deja el destello de un poder que, por supuesto, decide guardar para sí. Porque el mundo, total, ya le dio la espalda hace rato.
Me gusta mucho cómo lo cuentas con esa naturalidad seca, casi sin querer darle épica, como si todo esto fuera una anécdota menor. Pero ahí está el jugo: un tipo aparentemente acabado, cuya existencia discurre entre la rutina digital y la observación pasiva del desastre, tiene algo que nadie más tiene: una forma de sentir lo que viene. Y no lo comparte. Ni falta que le hace.
Un relato breve pero lleno de pliegues. Y ese cierre, con su resignación activa, con su exilio elegido… deja más poso del que parece.
¡Un abrazo!
Así es, amigo mío. Has entendido con perfección milimétrica justo lo que quería transmitir con esta historia. Y me alegro por ello. Así que otro para ti, maestro.:)
EliminarA ver si el presbítero consigue mejorar la capacidad de predecir un poco antes las catástrofes, más que nada para poder prevenirse él mismo en su mundo egoísta y aislado. Pero vamos, la descripción que haces del cubículo donde se aloja, lo que ve a través de las pútridas ventanas, lo que se cuela por ellas cuando ocurren las inundaciones... parece que lo estoy viendo en imágenes virtuales cargadas de realismo.
ResponderEliminarTe felicito por el relato y espero (si te diera la gana, claro, ja,ja) una continuación de tan interesante propuesta.
Saludos
Hola, Marcos. Te agradezco, cómo no, las felicitaciones. En cuanto a una segunda parte... No lo descarto ya que soy muy dado ha escribir pequeñas sagas de dos o tres partes, y en este blog alguna saga de esas ahí. Nunca se sabe... :)
EliminarLo mejor que puede seguir haciendo es seguir dándole la espalda a toda esta Humanogilipolleidad... ;)
ResponderEliminarVeo que, como yo, has conectado con el viejo Perbisterio Ranado. :))
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