Nos levantamos una hora antes de que el sol despertara. Como nos esperaba un desgaste físico considerable, con extrema coordinación, entramos en la despensa contigua a la cocina, y llenamos nuestras mochilas con botellas de agua y barritas energéticas de chocolate. Luego fuimos al garaje y nos hicimos con una bomba de aire y aerosol engrasador. Cuando ya teníamos todo, nos miramos, asentimos, y salimos al exterior, silenciosos y abrigados, dirección al cobertizo en fila india como una experimentada guerrilla en misión ultrasecreta.
Mientras Dragosi cuidaba de nuestras provisiones y vigilaba nuestras espaldas, Fiorenzo y yo inflábamos las ruedas y engrasábamos las cadenas de las bicicletas. No temía por la aparición de las hercúleas hermanas —al menos de momento—, cuya vigoréxica dedicación a las pesas se traducía al final del día en un sueño profundo y prolongado. Pero estaba intranquilo, y no sé si era por la helada mirada de Dragosi, las impredecibles idas y venidas de tío Vasile, o los inexpresivos rostros de los maniquíes, que daban la sensación de querer delatar nuestra posición en cualquier momento, en un alarido unísono, agudo y demencial.
Los primeros rayos solares despuntaron y un enorme manto de luz empezó a anegar la basta extensión que nos rodeaba. Decidimos sacar las bicicletas del cobertizo y continuar con su puesta a punto bajo aquel sol reparador. Nuestros alientos se disiparon en el frío de la nada invernal, cuando de pronto, oímos un estridente clangor de sonoridad circense, de la que una sobresaltada bandada de pájaros se hizo eco, alejándose de las copas de los árboles en un repentino aleteo hacia las alturas. Aquel sonido, tan odioso como conocido, vino acompañado de los enajenados improperios en rumano de tío Vasile. Con su indumentaria habitual, iba colgado a la espalda de una de sus tres hermanas, que cargaban contra nosotros como locomotoras a máxima potencia, profiriendo inconfundibles gritos de guerra con inhumana determinación.
En un gesto maquinal de pura supervivencia, me monté en mi bicicleta al igual que Fiorenzo en la suya, y salimos de allí como el silbido de una bala. Habíamos cubierto casi cien metros de terreno, cuando caímos en la cuenta de que nos habíamos dejado a Dragosi, que no paraba de maldecirnos como un poseso. Dimos media vuelta de inmediato, consiguiendo llegar antes que Tío Vasile y hermanas, que seguían acercándose. Fiorenzo, con tanto arrojo como desatino, empezó a apedrearlas para darme tiempo, mientras que aquel maldito enano seguía escupiendo veneno en rumano. Yo, con máxima concentración, eché mano a su pequeña bicicleta y fijé los ruedines, reajusté la altura del sillín, gradué el ángulo del manillar y del retrovisor, comprobé la presión de las ruedas y los frenos, reapreté la bocina en forma de patito de goma —amarillo, no negro—, le colgué la mochila a la espalda con fingido amor de padre y le apreté los mofletes.
Dragosi me echó a un lado de malas maneras y se montó en su bici como quien monta a caballo, y Fiorenzo y yo hicimos lo propio. Casi podíamos sentir el aliento de Tío Vasile y hermanas. Con solo alargar los brazos podían asirnos del pescuezo. Pero hicimos acopio de coraje en gritos adrenalínicos, sacando fuego de los pedales sin mirar atrás. Y la desafinada cacofonía de viento de tío Vasile, al igual que los gritos de frustración de las forzudas hermanas, se hicieron más débiles a medida que aumentamos la distancia entre ellas y nosotros; entre el caserío y la llanura; entre aquella pesadilla y la libertad.
No sabíamos el rato que llevábamos pedaleando, hasta que empezamos a desacelerar de puro desfallecimiento hasta detenernos. Lo habíamos conseguido. Estábamos jadeantes, parados en un ancho camino terroso rodeado de zona boscosa, bajo un cielo limpio y puro. Entonces bebimos agua, sacamos una barra energética de la mochila, nos miramos, y estallamos en sonoras carcajadas. Todas las que no pudimos gastar en aquel mes oscuro y alguna más. Parecía que no se iban a acabar nunca cuando, de repente, Dragosi se cayó de la bici y enmudecimos. Y al segundo siguiente las carcajadas se intensificaron, rayanas en la locura.
Y quizá era eso, que nos habíamos vuelto locos. Cómo no estarlo, cuando un destino tan incomprensible como inesperado, decide cruzar las vidas de tres desconocidos de forma tan singular y colocarlos en manos de la opresión campestre.
Era mediodía cuando llegamos al borde de un llano desde el cual, a lo lejos y en declive, divisamos Bucarest, la ciudad de Dragosi: magnífica y llena de posibilidades. Desde donde estábamos daba la sensación de que era nuestra y que podíamos hacer con ella lo que quisiéramos.
Fuimos hacía allí en silencio, pedaleando despacio. Y por primera vez en mucho tiempo tuve la sensación de que nada podría salir mal.
Ya haz que las cosas les salgan mal para poder dormir en paz.
ResponderEliminar¡Maestro S. Abraján! Queda una quinta parte y ya está. Aguanta.;)
EliminarJoder, me has dejado impresionada por la rapidez con la que dejaste a punto la bicicleta de Dragosi.
ResponderEliminarBesos.
EliminarSolo pasa cuando es extrema.:)
Bravo. Escapada, sol, bosque, carcajadas, euforia, libertad.
ResponderEliminarNos merecíamos un poco de luz y cosas buenas.:)
Eliminarjaja ¡¡ geniaal!! Peeero a ver, que no me he enterado ¿ Dragosi es enano? jaja ¿ por qué le colocaste ruedines y un patito de goma amarillo? ¿ iba en una bici de niño? ¿ de verdad pretendes que tengamos respeto y nos creamos que Dragosi es un capo desalmado subido a una bici con ruedines y un patito de goma amarillo de bocina? jajajaja yo creo que algo me he perdido .. pero vamos! que aun así, si sumo esta imagen, a la de los pájaros saliendo de los árboles a la par que tío Vasile, al hombro de una de sus hercúleas hermanas, corrían tras vosotros ( aaah! es el tio Vasile el que es bajito jajaja ) para enmarcar esta entrada ; ) enhorabuena, te estas superando día a día CABRO!! Graaaacias.
ResponderEliminarJajaja, claro que Dragosi es enano. En la primera parte me refiero a él como "rumano multilingüe y acondroplásico más hostil que un hipopótamo hambriento". Por eso su bici es de niño y encima le hacen falta ruedines. Tío Vasile es un poco más alto. Gracias a ti una vez más.:)
EliminarMe da la sensación de que María quizá no se enteró de ese "detalle" sobre Dragosi. A mí me quedó claro de entrada ("acondroplasia", tuve que buscar el palabro). Por otro lado, que sea enano no le quita un ápice a su peligrosidad o a que sea un cabronazo de mucho cuidado.
EliminarSí; de ninguna manera la estatura determina la calidad humana.
EliminarEscapar en bicicleta es ecológico y constituye un excelente ejercicio aeróbico. Qué podría salir mal?
ResponderEliminarNi más ni menos. Impensable que escaparan en aquellos tractores, ya no porque sean vehículos lentos, que también.
EliminarEl optimismo que derrocha el personaje principal es inagotable. Hasta ahora ha tenido premio porque aunque las cosas podían haber salido mal parece que no han salido del todo mal. Pero ya para juzgar sobre su destino me quedo hasta el final. No tengo ni idea de cómo puede acabar la cosa.
ResponderEliminarEs buena señal ser un tanto impredecible, así la historia queda dotada de cierto atractivo.;)
EliminarA esas bicis más que una bocina de patito (que no está nada mal) les pega más un timbre de esas bicis que llevaban cestita delante y que hacían un sonido metálico como piticlin (o algo así).
ResponderEliminarSigo pensando que las hermanas muy musculadas pero que después igual no tenían ni media torta, esas tan grandes mucho lirili y poco lerele jajaja
Speedy
Más bien pienso que la fuerza sin control, no sirve de nada. Pero, por lo que a mí respecta, no me gustaría tener que medir mis fuerzas con la de las hermanas, ni siquiera por separado.:D
EliminarEs extraño lo que comentas al final, yo tengo la sensación de que ahora todo irá incluso peor :)
ResponderEliminarYa nos contarás ;)
Puede parecer extraño, pero recuerda que los acontecimientos narrados en las partes 3 y 4, ocurren antes de los narrados en las partes 1 y 2. Así que tu sensación es certera, solo que el personajes aún no lo sabía.:))
EliminarAh, claro, perdona, he vuelto para atrás... o sea que no ha sido un ejercicio de adivinación, ha sido un acto de recordar :)
ResponderEliminarNada que perdonar. Al ir la historia por entregas pueden hacerse interpretaciones erróneas.;)
Eliminar¿Cómo olvidaste a tu posible futuro suegro a su suerte ...? =)
ResponderEliminarMe recordaste la trilogía del padrino; ya sabes, la segunda era en retroceso, recuerdos vamos. Supongo que después de lo vivido, esa sensación al final es compartida
Ya sabes, a veces los nervios te traicionan y la situación casi parece que te supera.;)
EliminarTe imagino todo un ''desastres'', pero con una suerte tremenda :D
EliminarSí, mejor no tentarla más.;)
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