7/8/25

461. La senda del esclavo 3

    Como es sabido, en todos los trabajos, sea la empresa pequeña, mediana o grande, hay malnacidos a los que matarías por el bien propio y el de la sociedad en general. Pero resultó que todas las personas con las que tuve que trabajar durante los primeros nueve meses de 1995 se merecían una vida larga de felicidad y salud. Eran buena gente. Desde el personal de la oficina, pasando por el jefe de estación y acabando en los que realizaban las inspecciones, lo cual facilitó tanto mi adaptación al sitio como la realización de mis nuevas funciones esclavistas remuneradas.

    En la ITV me di cuenta de que se me daba bien trabajar, como se suele decir, de cara al público. Cuando ya llevaba cuatro meses allí, tuvimos que asistir a un seminario en el que nos impartieron varias técnicas de conducta y gestión respecto al cliente. Todas aquellas supuestas habilidades me sonaban, más que nada, a actuar con sencillo y puro sentido común que, en mi caso, surgía de forma natural y sin impostura. No obstante, si bien el volumen diario de gente resultaba abrumador al cabo de la jornada, el tiempo que pasábamos con cada una de esas personas era de diez minutos, más o menos.

    Nunca creí que diría algo así, pero me gustó trabajar en la ITV. Era muy monótono, pero al mismo tiempo suponía una aventura casi a diario. Y tampoco podía ser de otra forma: tratabas directamente con seres humanos, y a veces te hacían partícipe de sus estados anímicos. A las pocas semanas los clasifiqué por grupos en función de su comportamiento. Tan solo me bastaron tres, y fueron los que siguen.

    El más numeroso era el grupo de los indiferentes. Los que, con una mirada inexpresiva, si es que te miraban, decían: «Tengo mejores cosas que hacer que estar en este puto sitio, ¿vale?». Llegaban sin pronunciar palabra y, cuando les tocaba, se largaban de la misma manera. Rápido y fácil.

    Otro grupo era el de los peculiares y extravagantes. Los que nos hacían reír, ya fuera por la vestimenta, por los adornos interiores del coche —del todo estrambóticos— y, sobre todo, por lo que decían y el cómo: «Haga bien su trabajo. Pero tenga presente que se encuentra ante un exoficial de las COE y podría matarle mediante un movimiento entrenado de mis pulgares». Fue un anciano de unos setenta años, con sonrisa dentífrica y abundante pelo canoso cortado a cepillo.

    Y el grupo menos numeroso, aunque pueda sorprender, era el de los hostiles y directamente gilipollas. Los que hacían de la ITV un trabajo estimulante, desafiante y del todo impredecible. Cuando entraban en ira y se hacía imposible revertirlos a su condición humana, debíamos derivarlos de inmediato al jefe de estación para evitar que el conflicto verbal fuera físico. La mayor de las veces se les devolvía el dinero y se iban despotricando bajo una nube de rayos y truenos.

    Pero lo justo no existe y la justicia menos. Faltaba media hora para cerrar, y un tipo trajeado entró con su Mercedes en la nave que corresponde sin que yo le hiciera el gesto para tal acción. Pero bien, tampoco había nadie e iba con los papeles. No pasó la inspección porque entre las ruedas del eje trasero había un desequilibrio de frenada del setenta por ciento. Y eso no es un fallo leve, sino grave, cuando por ley solo se permite un desequilibrio del veinte, pese a que la máquina que mide esos valores la teníamos tarada a una permisividad del treinta.

    El tipo trajeado se quejó directamente al jefe de estación, pero en un tono contrario al de los gilipollas y hostiles. Dijo que yo hilaba muy fino. El jefe de estación salió de la oficina como tuvo que hacer otras veces en estos casos. Se montó en el Mercedes, realizó la prueba de frenos y, delante de mí y del tipo trajeado, ratificó mi veredicto. Aun así, ese individuo no se fue con la cara enrojecida y gesticulante. Como seguro habéis intuido, se retiró con la pegatina de inspección técnica favorable adherida al parabrisas de su vehículo. Porque cuando no eres nadie te jodes, y cuando eres el alcalde, por ejemplo, pasas por encima de lo que se supone que es de obligado cumplimiento. Así funciona y así seguirá, a todos los niveles y en cualquier lugar.

    El operario al que yo sustituía cogió el alta médica en la fecha marcada por el doctor, que no era otra que el día en el que finalizaba mi contrato. Así que no quedaba más que despedirse con un grato sabor de boca. Entretanto, seguía dentro de la senda, pero en punto muerto, cuando a los pocos días el Lluiset volvió a reclamarme para currar con un contrato indefinido, pero no en su taller, sino en la poderosa empresa multinacional en la que aún sigo.

    Ahí fue donde experimenté la verdadera realidad del esclavo y de que todo es mentira. Y no me refiero al puto programa televisivo.




15 comentarios:

  1. La atención al público suele desgastar muchísimo más que el propio trabajo. Clientes los hay de todo tipo, últimamente hay un corrillo de angustia de esa que roza el maltrato que se aguanta porque no queda otra. El ser humano es lo que es.
    Y sí, los de arriba siempre impunes. Nada cambia ni cambiará. Yo también llevo casi media vida en la misma empresa. Cuando empecé había un superior, que nos tenía a mí, y 3 compañeras acojonadas, te aseguro que era escuchar como se deslizaban las ruedas de su silla y entrar en pánico y así durante meses, le encantaba hacer una reunión semanal para decirnos que éramos unas inútiles, a eso se le suma que hacíamos su trabajo y luego él lo firmara como propio. Y más perrerías que necesitaría un cuaderno entero, así que mejor simplificar a este ser acomplejado. Cosillas que una aprende. Hasta que un día no pude más, broté, y le dije: NO. Se puso como una fiera, dando portazos, y largándose a chivarse. En fin. El de arriba básicamente dijo que debía entender la pirámide jerárquica, (mala cosa, porque detesto el poder de cualquier tipo) y también le dije que no, que no podía permitir más la humillación con la que nos sometía. Otro punto que aprendí, es que a veces, uno defiende el colectivo y se encuentra solo. Al final se me derivó a otro superior, y este sujeto cuyo nombre nunca diré, no sea como Beetlejuice y aparezca de la nada, sorpresa; dejó la empresa, y no en muy buenos términos.
    Te he escrito un manuscrito, perdona, :)
    Abrazos, Cabrónidas.

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    1. Sí, hablas de esos personajillos endiosados que tienen a unos pocos subordinados. Son unos pobres hartos de pan. En la ITV no había nadie así. No al menos en la estación en la que trabajé. :)

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  2. La pena es que el alcalde no se saliese en la primera curva para estamparse, el solito, contra un árbol...
    A mi me gustan los trabajos anónimos, los de hormiguita, te ponen una tarea en la mesa, la haces sin apenas hablar con nadie y te vas a tu casa en silencio.. Las reuniones, el corporativismo, las mierdas de hacer equipo.. bufff. Además de esclavo quieren actores, sospecho que esa será la sguiente parte de tu historia, ¿verdad?

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    1. Sí, habría estado bien. O que el jefe de la estación le hubiera dispensado el mismo trato que les dispensamos a los que no son nadie si el coche no está como debe. Supongo que es mucho pedir. Respecto a la cuarta parte, no vas mal encaminado. :)

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  3. Hola, Cabrónidas, me ha gustado tu historia y me alegra que no sigas en la ITV, por lo que te conté el otro día. Abusones, por llamarlos de alguna manera, como ese alcalde hoy en día solo hace falta poner la tele para verlos, los hay a patadas. El congreso está lleno y la mayoría de las instituciones también, así como grandes empresarios, etc.
    Tú a lo tuyo y ya está, de lo contrario, la vida te va a dar para mil sendas más. 😉
    Un abrazo. 🤗

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    1. Hola, Merche. Veo que por bien que deje a los empleados de la ITV, tú no vas a sentir simpatía por ellos, ja, ja, ja. Mucho tendríamos que cambiar las personas para que lo malo, que es mucho, cambiase, pero jamás pasará. Yo lo veo como que senda solo hay una, pero muy larga. :)

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  4. La vida de esclavitud laboral tiene sus cosas no tan malas: conocer alguna gente buena, en contadas ocasiones ver como un "listillo" no se sale con la suya, aunque en este caso que cuentas no fue así evidentemente. Yo también he estado en servicio al público y hay días que pueden ser hasta divertidos, pero también cansados y frustrantes. La paga no compensa jajaja. "La senda del esclavo" sin duda... Saludos.

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    1. Hola, Ana. Yo creo que no existe el trabajo perfecto, porque si así fuera ya no sería trabajo. En los trabajos siempre hay sombras. :)

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  5. Todos hemos sido esclavos en nuestro trabajo. Yo sentí un gran júbilo el día que me jubilé, de ahí debe venir el nombre de jubilado :) La ITV va mejorando con los años, ahora al menos ponen un altavoz para que te enteres de lo que tienes que hacer cuando el operario se mete a inspeccionar los bajos de tu vehículo :) Esperemos tus próximas entregas, Cabro.

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    1. Sí, y las máquinas son más modernas. Deben hilar más fino, ja, ja. Aún queda otra entrada, o como mucho dos respecto a la saga de la senda. :)

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  6. "Vence a los bastardos, véncelos ahora". Ojalá se pudiera hacer. Pero me da a mí que por mucho que esta frase se repita en la canción a ciertos bastardos del sistema es imposible vencerlos. Eso no quiere decir que tengamos que aguantarnos.
    Ah, y por cierto... que putada. Ahora que te pensaba pedir la localización de la ITV para ir con mi trasto, subiría los kilómetros que fuera solo por ver en cual de los tres grupos me colocabas jejeje. Pues naaa...no podrá ser 😩😁😁😁

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    1. Fueron los primeros ocho o nueve meses de 1995. Ya hace años que no queda nadie de los que habían cuando trabajé yo, salvo el jefe de la estación. De buenas a primeras, podría ponerte en el grupo de los indiferentes, ¿no? :)):))

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    2. Naaa... soy demasiado gilipollas, según el día, para que me pongas en ese grupo 😁😂😂

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  7. Todos hemos sido esclavos del trabajo en cualquier tipo de oficina o taller, siempre hay una jefa o jefe envenenado que goza amargandote la vida. Buen finde.
    mariarosa

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    1. Sí, siempre pillamos al jefecillo endiosado que se piensa que tiene más huesos que tú o algo así. Gracias e igualmente. :)

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