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3/11/22

184. Los adoradores del cetro

   Los adoradores del cetro, ya sean diestros o siniestros, son los practicantes masculinos del vicio solitario que, aunque solitario, también es un acto grupal y competitivo que versa sobre quién es el primero en correrse. Esta práctica necesaria, primigenia y universal, la sufren y gozan dos clases de onanistas.

    La primera son los onanistas de fondo. Es decir: curtidos adoradores que se la cascan con suma parsimonia, ejecutando poéticos movimientos en lento vaivén, eternizando, cual antítesis de la eyaculación precoz, la placentera culminación. 

    La segunda son los onanistas sprint. O sea: varones desbordantes de energía y atiborrados de hormonas enloquecidas, ansiosos por consumar la manualidad para empezar de nuevo. 

    Aun tratándose de personas que gozan de una óptima salud y estado mental, ya sean onanistas sprint u onanistas de fondo, no están exentos del riesgo de lesiones, tales como el desgaste prematuro de las muñecas y el metacarpo, puesto que desarrollaron su pertinaz afición en momentos anteriores a la pubescencia, y han mantenido su pasión incluso superados los ochenta. 

    Para los actuales y futuros herederos potenciales de esta noble tradición, la única cura posible es el descanso, acompañado con friegas del linimento El tío del bigote, que quema pero cura. Supone un tratamiento severo acompañado de un febril síndrome de abstinencia, pero a todas luces imprescindible si el adorador requiere para todos sus días un final feliz.


18/9/23

275. Madre Superiora

    En un momento complicado de su lejano noviciado, Madre Superiora sintió una llamada más carnal que espiritual, y más poderosa y profunda que aquella que la condujo a vestir el hábito. De modo que cedió a aquella intensa tentación, y se inició en el arte de la felación, con excepción de los penes no humanos de la creación, pues la bestialidad no era plato de su apetencia.     

    Para Madre Superiora, la verdadera experiencia divina consistía en embriagarse con la inefable sensación de poder y dominio ejercida sobre el afortunado mamado, que en consecuencia también estaba siendo objeto de una apasionada vivencia religiosa. 

    Si bien los pasos a seguir son simples y surgen de forma natural, no hay dos felaciones idénticas. Tan pronto como Madre Superiora acometía el falo con los primeros lengüetazos salivados, ya sabía qué técnica mamadora emplear. Así que, sin margen de error, respondía a cualquier pequeña vibración y secreción del pene excitado, aplicando los estímulos necesarios que la erección requería para la duración y el final del trabajo oral.

    Durante el tiempo necesario, Madre Superiora, experimentada y docta, reajustaba la postura, la presión y el ritmo, en función de la curvatura y las dimensiones del miembro que devoraba. Así como la sincronización exacta de lo antedicho, con el desplazamiento circular de la mano y el longitudinal de la boca, hasta la borrachera de lujuria total, finalizada en un dichoso torrente de vida no nata, que bien era tragado o utilizado como crema facial.

    Se decía de la Madre Superiora que había algo inquietante en ella y en las novicias que tenía a su cargo. A menudo recibían numerosas visitas de hombres de distintas clases sociales, venidos de todas partes del mundo. Sin ir más lejos, fue sonado en especial el día en que al monasterio acudieron los afamados adoradores del cetro



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