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21/10/21

76. Concursantes y televidentes

    Un sábado de octubre del 2013, fui testigo de una farándula abochornante acaecida durante los minutos previos a la apertura de una sala de fiestas que se encuentra enfrente de donde vivo. Antaño conocida con el ridículo nombre de Chachachá, la sala ofrecía un evento sin parangón en la Cataluña central que, bajo el nombre temible de Famous Face, reunía bajo el mismo techo y la misma noche, a toda una veintena burlesca de parásitos mononeuronales, cuya fama y subsistencia en esta sociedad involutiva, son debidas al haber concursado en programas de insalubridad contrastada tales como: Gran hermano, Quién quiere casarse con mi hijo, Un príncipe para Corina, y Mujeres y hombres y viceversa.

    Desde la cercanía de mi balcón, vislumbré a una numerosa caterva de subnormales de diversas edades, invadir las inmediaciones de la sala que abriría sus puertas a las 00.00 horas. Aquella turba lastimosa se aglutinaba sobre sí misma en un atropello descontrolado de codazos, gritos y empujones, ofreciendo muestras sonrojantes de su condición de primates. Llegados a este punto me fui a sobar, puesto que ese mismo día dentro de pocas horas, la empresa esclavista en la que vendo mi tiempo requería de mi presencia según convenio.

    A las 5.15 horas del domingo salí del parking y torcí a la derecha. Bordeé la rotonda con la precisión de un compás y me incorporé a la vía principal. Cuando pasé por delante de la sala a velocidad moderada, observé en sus cercanías que los perros amaestrados de la ley y el orden, se personaban para disolver varias agrupaciones borreguiles sumidas en estado de excitación. Algunos reptaban comatosos por el asfalto, y otras rociaban de pota a presión esquinas y aceras.

    Aquella movida no me extrañó, y seguro que en cuanto llegara a mi centro de esclavitud —gigantesco reducto industrial y subterráneo de cizañeros vocacionales—, me enteraría incluso sin querer de los pormenores acontecidos en aquel evento degenerativo. Según me contaron, aquella muchedumbre unisex sin futuro aparente, se excedieron en su fervor de intentar ser los primeros en fotografiarse  con el guaperas musculado y la buenorra siliconada. También se ve que las chicas iban con la entrepierna tan húmeda que una sola de ellas habría bastado para apagar el sol. Mientras que los chavales iban con las tuberías en alto pugnando con urgencia por ser desatascadas.

    Otro episodio más en el paraíso de los imbéciles.


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