Tus palabras han sido tan reales como el Ministerio de Hacienda, porque has elegido el verano para decirme que ya no volveremos a copular juntos. Que ahora eres lesbiana y que, aunque te siguen gustando los penes, ya no te gustan si cualquiera de ellos está pegado a un hombre.
Entiendo con muy pocas palabras y sé que estas cosas suceden.
Lo que no comprendo es por qué me has contado cosas al respecto que yo no te he preguntado. Como que prefieres que ahora sea la de los tatuajes en la cara la que llene todas tus oquedades erógenas, ya sea con penes artificiales y bates de béisbol, cuando no con la totalidad de su antebrazo bien lubricado.
Yo siempre he creído que eras bisexual, pero parece que no te conocía tan bien como pensaba. Seguro que hasta es verdad que has mantenido relaciones carnales con tu caniche, tal y como me dijiste. Y bien sabes que te denunciaría si pudiera demostrarlo. Más que nada porque sé que no le gustas a ese pobre chucho, a pesar de tus notables artes amatorias.
No voy a guardarte rencor por tu nueva preferencia sexual, que ya somos mayores. De hecho, siento que debo agradecerte, por ejemplo, que siempre me hayas permitido sodomizarte. Y por supuesto, aunque me llames prejuicioso, anticuado y egoísta, no pienso ser el receptor de tus bolas chinas como condición para que vuelvas conmigo.
Antes pillo una intoxicación etílica con Lola.