La primera son los onanistas de fondo. Es decir: curtidos adoradores que se la cascan con suma parsimonia, ejecutando poéticos movimientos en lento vaivén, eternizando cual antítesis de la eyaculación precoz la placentera culminación.
La segunda son los onanistas sprint. O sea: varones desbordantes de energía y atiborrados de hormonas enloquecidas, ansiosos por consumar la manualidad para empezar de nuevo.
Aun tratándose de personas que gozan de una buena salud y estado mental, ya sean onanistas sprint u onanistas de fondo, no están exentos del riesgo de lesiones, tales como el desgaste prematuro de las muñecas y el metacarpo, puesto que desarrollaron su pertinaz afición en momentos anteriores a la pubescencia, y han mantenido su pasión incluso superados los ochenta.
Para los actuales y futuros herederos potenciales de esta noble tradición, la única cura posible es el descanso, acompañado con friegas del linimento El tío del bigote, que quema pero cura. Supone un tratamiento severo acompañado de un febril síndrome de abstinencia, pero a todas luces imprescindible si el adorador requiere para todos sus días, un final feliz.